Definitivamente, el cine ha encontrado un filón muy grande
en las sagas para jóvenes. Especialmente, los de ciencia ficción y futuros
distópicos, que son los que más oportunidades
están teniendo en los últimos estrenos. La última en sumarse a la lista ha sido
El corredor del laberinto, que va un paso más allá en esto de los escenarios
improbables planteando una situación en la que el espectador sabe tan poco de
ella como sus personajes.
Esta empieza con la llegada de Thomas, un chico incapaz de
recordar nada excepto su nombre, aparece en un lugar desconocido de una forma
aún más extraña: encerrado en un montacargas junto a varios víveres, que son
recogidos por un grupo de muchachos quienes saben tan poco de la situación y el
lugar como él. Todos ellos padecen la misma amnesia, solo saben que cada mes,
un nuevo cargamento y un recién llegado aparecen en las mismas circunstancias
que Thomas, y que cualquier intento de escapar es imposible: el bosque y el
claro donde viven está rodeado por una gigantesca muralla con salida a un
entramado de pasillos al que llaman Laberinto. Los más rápidos tienen como
tarea recorrer los muros, poblados por unas criaturas monstruosas, intentando
trazar un mapa y encontrar una salida. Es la llegada de Thomas la que parece
alterar el orden: los seres que pueblan el laberinto comienzan a atacar a plena
luz del día, y el último en llegar al claro, es una chica, algo imposible hasta
entonces, en cuya mano hay una nota donde se explica crípticamente que ella es
“el último envío”.
La mayor ventaja que tienen este tipo de planteamientos es
que es muy fácil enganchar al espectador: con unos personajes que no saben nada
de nada, y donde cualquier cosa los sorprende, es posible situarlos en
cualquier tipo de escenario. Es más, este tipo de historias, al menos mientras
no se desgrana el enigma principal, siempre me han enganchado mucho: sea la
saga Cube, Open Grave, e incluso la fallida miniserie de Persons Unknown. Esta
no iba a ser una excepción, además, de contar con la referencia a Cube que es
casi lo que más me ha gustado: el
laberinto que recorren los protagonistas es móvil, parece desplazarse y
reordenarse siguiendo una programación determinada. Además da lugar a
situaciones bastante claustrofóbicas, especialmente cuando los personajes tienen que deslizarse por
puertas y paredes a punto de cerrarse. Se nota que en el diseño de este, y de
los monstruos que lo recorren, es donde más se han esforzado: aprovechando
muchos colores terrosos, como de metal oxidado, presentan un lugar gigantesco
en comparación con el hogar de los protagonistas. Un detalle muy adecuado,
especialmente si querían potenciar esa sensación de opresión durante toda la
película y no solo en las escenas del laberinto.
Otro elemento a favor es el de plantearse más como una
historia de ciencia ficción, de aventuras y algo de intriga, sin dar lugar, al
menos en esta primera entrega, al tema de los posibles romances que parecen ser
marca de la casa en este género. Me ha recordado a películas juveniles de hace
un par de décadas, donde lo importante era precisamente el ofrecer aventuras,
sin que los protagonistas se pasen media batalla conflictuados por cuestiones
absurdamente sentimentales. Ehm..bueno, quizá los que nos quejamos de estas
cosas deberíamos plantearnos que no somos el público objetivo de este tipo de
cine. Pero, después de las últimas producciones, sigo pensando que el
prescindir de tramas sentimentales es de agradecer.
Del reparto, quizá la cara más conocida sea Thomas Brodie-Sangster como Newt, también conocido como Jojen
Reed en Juego de Tronos y como Ferb en Phineas & Ferb. Es curioso que le
haya tocado un papel secundario cuando es uno de los más solventes en la
película. Aunque también me ha sorprendido la aparición de Blake Cooper, en el
papel de Chuck, con un personaje bastante entrañable y que por cuestión de
físico, también se sale bastante de la tendencia habitual del género, lleno de
adolescentes tirando a monos.
Como suele pasar con este tipo de
comienzos enigmáticos, es fácil que el desenlace se acabe deshinchando, o en
este caso, quede un poco pillado por los pelos. La explicación científica y
toda la trama postapocalíptica parece sacada de la manga para justificar un
experimento que, por mucho que quieran plantearlo como en enigmático, se queda
en algo absurdo, tanto en su forma de llevarlo a cabo, como para justificar el
meter en un escenario costosísimo a unos personajes durante tres años. También
quedan dudas sueltas, que no tienen pinta de resolverse en la segunda parte,
porque directamente, las han obviado: todo lo de terminar los envíos de
personajes con una chica, más que a alguna intención secreta, tiene pinta de
querer cubrir el cupo.
Deben ser las fechas que me vuelven las
blanda, pero El corredor del laberinto tampoco me pareció una decepción. El
desenlace, un poco para justificar las secuelas de las que viven las
productoras, y la trama de ciencia ficción, tampoco resultaba especialmente
coherente. Pero al menos, mientras los personajes se dedicaron a correr por
unos pasillos interminables, me entretuvo y llegó a intrigarme. Además, en
muchos aspectos, especialmente en cuanto a diversión e interés, resulta
bastante mejor que la sosita Divergente o la desastrosa Ciudad de Hueso.
El comienzo me convenció mucho más que la parte final, pero me resultó entretenida.
ResponderEliminarPara mí también era cara conocida Kaya Scodelario de Skins.
Sí, precisamente se salva por lo entretenida, porque ese desenlace queda un poco pillado. A veces pienso que los científicos de las películas tienen una asignatura llamada "Experimentos absurdos y de alto riesgo para sus participantes".
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