Mientras escribo esto, lo único que escucho de fondo es un
insistente clong-clong-clong de un adorno navideño rodando por el suelo. Y cuando
algo rueda por el suelo, pueden pasar dos cosas:
a) que
estemos en una película de James Wan, y que en cualquier momento un aterrador
espectro venga a darme un susto de muerte, acompañado por una estridente música
de violines.
b) Que
haya un felino detrás generando el movimiento a base de manotazos.
Como aquí los gatos vienen de serie (y de momento no he oído
ningún violín), me encuentro en el segundo caso. O más concretamente, en las
segundas navidades de Sabela, y las primeras de Narnia. Dalek, por desgracia,
se despidió de mí hace unos meses, aunque ella también era toda una campeona en
esto de caza y captura de adornos.
Cuando se tienen dos felinos de corta edad (bueno, Sabela tiene dos años, pero salta
como el primer día), es muy difícil aspirar a tener una decoración propiamente
dicha. O bien se opta por el estilo minimalista, o se acaba esquivando hojas de
muérdago de mentirijillas y trozos de guirnalda por todo el suelo. Me he
quedado con lo primero, pero el árbol es sagrado. Para mí es una tradición…del
mismo modo que para ellas es el darle manotazos a todo lo que se mueva entre
las ramas. De hecho, las técnicas de ataque gatuno a los árboles de navidad son
todo un mundo: algunos se lanzan sobre ellos con las patas estiradas como
ardillas voladoras, otros se suben entre las ramas, y otras, como Sabela y
Narnia, han optado por ir tirando cada
uno de los adornos con bastante cuidado. Aunque en más de una ocasión el árbol
ha quedado tumbado en el suelo. Las guirnaldas de colores no parecen
resultarles tan divertidas, porque en la mayor parte de los casos siguen en su
sitio, al menos en su mayoría. Porque lo que son los hilos de plástico, o algún
trozo de estas, me los estoy encontrando en la sopa.
El año pasado también acabé relatando los distintos
estropicios con los que una se puede encontrar gracias a dos gatas un poco
hiperactivas, pero en el fondo, el verlas correr felices por el pasillo
entretenidas con cualquier cosa que brille, es casi más bonito que tener una
decoración de postal…Y puede que ellas no me hagan el trabajo de recogerlo todo
más fácil. Pero sí más sorprendente.
Es parte de las tradiciones navideñas! A mi gato le fascina mirar todo, y como tiene su sitio al lado del árbol, encima del brazo del sofá, le ponemos adornos de fieltro barateros a su alcance para que juegue con ellos :).
ResponderEliminarA las mías también. Incluso tienen una ruta de acceso a los adornos más altos para poder quitarlos y jugar adecuadamente...y con ellas no hay juguete aparte que valga. La decoración navideña es su favorita. Pero en el fondo, me encanta ver que se divierten :)
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