lunes, 3 de marzo de 2014

Lecturas de la semana. Los años mozos V



A muchos niños les gustan las historias de terror. Y los monstruos,  lo que asusta, y las cosas que se salgan un poco de la norma.  Los cuentos de toda la vida tenían su carga siniestra, y más adelante autores como Roald Dahl llenaron sus libros con elementos un tanto macabros y cierta carga de humor negro. Pero no fue hasta los noventa cuando a un señor se le ocurrió plantear una serie de libros de terror específicamente pensada para el público infantil. Y el que R. L. Stine se convirtiera en los noventa en un éxito parecido al que tendría Harry Potter posteriormente, o que se ganara el apodo de “El Stephen King de los niños” demuestra que la idea era bastante acertada. Aunque a muchas asociaciones de padres no les haga gracia.



Goosebumps, que vendría a ser tener la piel de gallina, se publicó en España bajo el título Pesadillas. Por si no fuera suficiente las portadas con letras goteantes e ilustraciones de monstruos, la primera tirada de ocho libros incluía todo tipo de gimnicks pensados para llamar la atención: desde cubiertas que brillaban en la oscuridad hasta incluir un marcapáginas con un tazo luminoso. Para más señas, los tazos eran aquellos redondeles de plástico que venían en las bolsas de patatas y que técnicamente servían para jugar o coleccionar. Hoy parece imposible que un crío se flipara a semejante nivel con un trocito de plástico, pero en su día llegaron a ser un regalo promocional imprescindible. Aunque Pesadillas llegó un poco tarde para estos porque en la siguiente edición los libros ya venían sin ellos.



La serie consistía en novelas independientes entre sí, con personajes y argumentos distintos, aunque por algún motivo, además de ser publicadas sin tener en cuenta el año de edición original, venían numeradas como si fueran parte de una colección completa. . En ellas los protagonistas, que no solían tener más de doce años, se encontraban con un elemento sobrenatural en su entorno, o bien se trasladaban a un lugar donde pasaba algo extraño. A lo largo de unos sesenta libros, estos personajes pasaron por parques de atracciones dirigidos por monstruos, encontraron máscaras poseídas, experimentos fallidos, alienígenas e incluso un malvado muñeco de ventrílocuo, que fue de los más populares. Si alguna de las novelas tenía mucho éxito, podía contar con dos o tres continuaciones, que al igual que las películas de terror, o bien la numeraban, o bien incluían una variación en el nombre del título. Este fue el caso de Sangre de Monstruo I y II o La noche del Muñeco viviente y La novia del muñeco viviente.



Un porcentaje muy alto de gente nacida en los ochenta tiene serios problemas con los muñecos de ventrílocuo

Los libros estaban planteados para poder acceder tanto a niños como a niñas, y que estos pudieran leerse igual por ambos: en general ambos suelen caracterizarse con aficiones y rasgos muy similares, de forma que ningún libro parece estar específicamente pensado “para niñas”. Es una decisión bastante inteligente, aunque no muy bien trabajada, porque en general la mayoría de personajes resultaban bastante intercambiables entre un libro u otro. La estructura también es bastante similar en todos ellos: el punto de partida suele ser el típico objeto que se encuentra en el desván, o un vecindario nuevo, a partir del cual iran sucediendo todo tipo de cosas hasta llegar a un desenlace inesperado. Lo más habitual es que un capítulo termine con un cliffhanger enorme, que, o bien se queda en un simple susto, o en algo que haga avanzar la historia, pero en todos los casos sirve para hacer avanzar al lector a marchas forzadas (probablemente, para que termine pronto y vaya a por el siguiente de la colección).  La mayoría de clichés, entre monstruos y muñecos inquietantes, son muy reconocibles y muy deudores de la cultura popular.



Aún consistiendo al 100% en historias terroríficas, lo cierto es que la serie Pesadillas no fue de mis favoritas: igual me pilló un poco mayor o quizá era porque empezaba con libros destinados a lectores más mayores, pero me resultaban demasiado breves. Un libro no me llegaba más que para una tarde, la extensión tampoco era mucha, y esa forma de caracterizar a los personajes tan general de Stine hacía que no llegara a simpatizar con ninguna situación concreta. Además, lo de “terror” era un poco relativo: teniendo en cuenta el rango de edad, sabía de antemano que nadie iba a correr un peligro serio, y en general, daban la impresión de ser bastante descafeinados. Lo que sí les reconozco es que en el momento de la lectura, resultaban muy entretenidos, que era lo que pretendían desde un principio. Algunos tomos de la colección, como ¡Invisibles! Sí resultaban algo más aterradores que la media. Y lo cierto es hoy, solo por los detalles tan de serie B que incluye, dan la impresión de que hasta le pillaría más gracia que antes (y que los terminaría en menos tiempo, aún)




 Me  gustaran o no, a Pesadillas hay que reconocerle el éxito que supusieron: fueron una de las mayores ventas y franquicias editoriales en los noventa, llegando a contar posteriormente con unos cuantos videojuegos  y hasta una serie de televisión que parecía hecha con cuatro perras. Por no decir de la estela de títulos parecidos que vinieron entonces. Podrá parecer que todos los libros parecidos a Los juegos del hambre que han salido en el último año es un truco reciente…pero mucho antes, no era raro ver a la colección de Pesadillas compartiendo estantería con Escalofríos o Fantasville. 

4 comentarios:

  1. Oh, qué recuerdos! A mí me pillaron muy de jovencita, y me gustaban bastante aunque sin parecerme lo más de lo más. El de Un Día en Horrorlandia fue mi primera lectura, dejada por una amiga, y luego cayeron bastantes más en cumpleaños y Navidades. Recuerdo especialmente Sangre de Monstruo...
    La serie era súper cutre pero le cogí cariño, recuerdo perfectamente el opening, además terminaron poniéndola en Megatrix o alguna chuminada de esas, los fines de semana por la mañana. Sí, una hora ideal para historias de miedo :P.

    Un abrazo

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  2. Como bien dicen, todo está ya inventado, por lo que es fantástico que cada nueva generación tenga su horneada de viejos monstruos pasados por chapa y pintura. Y es maravilloso también que descubran a los clásicos a nuestro Poe, a Lovecraft, Hoffmann... Me parece el terror, el misterio, la intriga, los captores idóneos para convertir a los niños en lectores adictos, fieles y devotos a los libros. Después si con suerte se convierten, en efecto,en verdaderos lectores ya el cuerpo les irá pidiendo nuevas lecturas de otros niveles. Aunque los nostálgicos, como tú y yo, mi niña, volveremos atrás de vez en cuando. A las asociaciones que les ... Perdón, no voy a romper ahora el buen tono. Pero no he visto nada más lamentable que el modo en que están seleccionados algunos libros por edades. EL PRINCIPITO, por ejemplo, hay mucha gente que todavía no tiene ni idea si es para niños o adultos. Pues para ambos. Hay libros que no tienen edad y que en cada nueva lectura nos pueden dar algo nuevo. Aquí, ya te lo he comentado otras veces, al contrario que en otros países europeos, se dejan los cuentos supuestamente infantiles, como los de Andersen para la niñez, cuando yo de adulta sigo disfrutándolos muchísimo. Además, no hay nada más maravilloso que esos libros prohibidos leídos antes de tiempo.

    Me ha encantado tu entrada!! Aunque yo soy de los setenta y no leí estas historias. Pero igual a mi hija le gustarían y aprovecho para descubrirlas. Un besazo.

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  3. Ah, por mi gusto por las historias con muñecos de ventrílocuo, es muy posible que las busque las primeras para ver qué tal son.

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  4. Liliana Fuchs: Un día en Horrorlandia fue también el primero que leí de la serie. Fue de los más conocidos pero también el que tiene los principales defectos (especialmente los cliffhangers que no lo son).
    Lo peor de la serie no era el presupuesto, sino la política que tenía antena 3 al emitirla entonces: contaba con unas pausas de publicidad de unos diez minutos..aquello era imposible, y no había mucha forma de poder seguir una serie en condiciones. Eso sí, seguía pareciéndome mejor El club de Medianoche.

    La Minomalice: me he dado cuenta que Pesadillas me pareció más flojo en su día que ahora (Sí, me he leído un par de tomos esta semana). Es cierto que sin los primeros pasos, es difícil que se pueda empezar a leer algo más clásico...Luego están los casos como El Principito, que es un libro que se puede leer a cualquier edad y no viene mal releerlo en algún momento.

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