martes, 7 de enero de 2014

La maldición de Chucky (2013). Reinventando para bien




Nunca he sido muy fan de Muñeco Diabólico. Pero entre tele y dvd, he acabado por verme las cinco películas de esta saga, en la que un asesino atrapado en el cuerpo de un muñeco, bastante parecido a Pedro Piqueras, se dedica a asesinar a todos los que se le pongan por delante, mientras intenta hacerse con un nuevo cuerpo para seguir haciendo maldades. Y diciendo frases ingeniosas mientras persigue a sus víctimas, que eso también era muy de los ochenta. La serie, como muchos otros personajes, se convirtió en franquicia, no muy extensa comparada con otras, pero sí lo bastante espaciada como para haber empezado a finales de los ochenta y estrenarse la última en la segunda década del 2000. El tono de cada entrega también es muy distinto: del tono terrorífico con cada vez más toques de humor negro en las tres primeras entregas se pasó directamente al humor negro y los chistes referenciales para fans del terror. Esto lo explotaron tanto en la cuarta entrega que se acabó convirtiendo en un completo desvarío, que parecía cerrar la serie con bastante más pena que ingenio y tras la que no parecía que Chucky el muñeco asesino pudiera volver. Una quinta parte, estrenada directamente en vídeo y cuando nadie parecía acordarse del personaje no parecía indicar muy buenos resultados, pero, o bien los guionistas estaban inspirados, o tras el desvarío de la semilla de Chucky no era difícil hacer algo mejor. Y la última secuela funciona tanto como secuela y como reboot.



 

En La maldición de Chucky Nica, una chica inválida, recibe un paquete a nombre de su madre. Este contiene un muñeco un poco pasado de moda, y no tienen ni idea de  quién lo ha enviado. Esa misma noche su madre aparece muerta, en un aparente suicidio, o eso asegura la hermana de la protagonista. La visita de su familia no va a resultar muy tranquila, porque además de los problemas a la hora de arreglar la herencia, su sobrina asegura que Chucky, el muñeco que llegó en el correo, habla con ella y es capaz de esconderse por toda la casa. Pero Nica ha estado bastante nerviosa desde la llegada del muñeco y sus extraños cambios de lugar, por lo que empieza a sospechar que quizá no sea cosa de una sobrina con mucha imaginación.




Teniendo en cuenta las entregas anteriores, sorprende muchísimo el cambio de tono que ha tomado la película. Optan de nuevo por el terror, o al menos, por reducir el humor al mínimo en toda la película, que hoy es bastante difícil dar miedo con un muñeco pepón como el que aparece aquí. Pero el cambio se agradece y con él han conseguido una serie B muy redonda, que no duda en explotar un montón de escenarios típicos: la casa en la que transcurre la historia no es una casa cualquiera, sino un caserón enorme de esos que tienen habitaciones y antigüedades por todas partes y que parecen pensados para que pase algo macabro (aunque llega un punto en que me da más miedo pensar en el trabajo que debe dar limpiar esa casa que la mansión en sí). Tampoco faltan los trucos propios de estos escenarios, como los pasillos imposiblemente largos o las luces que se van en el momento más oportuno. Y aunque la caracterización de su personaje principal ha quedado un poco pasada de fecha, es lo bastante reconocible como para que el público conozca el trasfondo del personaje y acepte su aspecto sin que le resulte absurdo. También es cierto que optan por sacarlo solamente en primeros planos, porque verlo perseguir a alguien con esas minipiernas es bastante rídiculo.



 
Papá, desde que inventaron el CGI te veo rarito..


El trabajo que han hecho con el guión sorprende para bien: técnicamente es una secuela, porque lo que narra ha pasado después de las cuatro películas anteriores. Pero los personajes tienen cierta relación con el pasado de Charles Lee Ray, el asesino que se convertiría en Chucky, y a quien por primera vez puede verse en un flashback relativamente largo. Una victoria para Brad Dourif, que entre este personaje y Gollum, poco se le ve la cara, y que de paso comparte pantalla con su hija, que interpreta a la protagonista. Y sin pedir excesos, también cuenta con unos personajes bastante coherentes para lo poco exigente del guíon: no son especialmente simpáticos, ni perfectamente caracterizados, pero sí tienen bastante más empaque que la típica victima tonta que estaba acostumbrada a encontrar en este tipo de películas.


El guión, además de haberse centrado más en la parte terrorífica, también es consciente de estar contando una historia muy pequeña. Esta nunca va a ser una película memorable y lo preferible es centrarse en ofrecer una producción más artesana, pensada para entretener al público y ofrecerle unos cuantos guiños a las anteriores entregas. El tono es completamente distinto a estas, pero tampoco hacen borrón y cuenta nueva, por lo que también hay una referencia a La novia de Chucky, con el cameo de Jennifer Tilly, e incluso a la primera película, contando también con el primer niño protagonista, ya bastante crecido. Aunque el primer guiño no me gustó demasiado, por parecerme esas dos secuelas bastante malas, el último sí ha sido bastante divertido.



 
Sigue pareciéndome menos inquietante que una Bratz. O las Monster High



Su estilo de serie B juega a su favor en la mayor parte de los casos, aunque también abusa de algunos clichés que resultan aburridos: el caserón tiene su gracia al principio, pero resulta un escenario un poco absurdo al pararse a comprobar el tipo de personajes que viven en él. Y tratándose de la película que es, no podían faltar unas cuantas secuencias enseñando carnaza y alguna otra en las que los secundarios no parecen enterarse de lo que está pasando…Especialmente el personaje de la niña: cualquier cría normal estaría aterrorizada ante un muñeco que jura como un carretero y le hace comentarios nihilistas. Igual estaban pensadas con intención paródica, pero es algo que hoy está tan visto que no funciona ni con ese objetivo. Además, aunque a nivel técnico no se pueda esperar gran cosa, es bastante cantoso que el muñeco parezca completamente distinto en cada secuencia. Se nota que han usado tres o cuatro durante toda la película, y no han tenido el cuidado de que estos estén bien rematados. Y cuando este se trata nada menos que el protagonista, es bastante lamentable. Y más teniendo en cuenta que una película de 1988 cuidaba mucho más este aspecto.


La maldición de Chucky ha conseguido ser una secuela muy digna de una saga que parecía haber perdido su interés, y en la que, aún trabajando con un material muy puntual, ha sido posible sacar algo divertido sin tener que recurrir obligatoriamente a la vía de la parodia. Ni por suerte, al de acumular todos los guiños para frikis que se les ocurriera. 

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