Minino, vete vistiéndote que nos vamos al Lejano Oriente
Esta semana está siendo muy rara. Empecé escribiendo sobre un musical, y acabo con una de las cosas que menos me atraen, como es el cómic japonés. Como en cualquier tipo de estilo, hay de todos los géneros, pero visto desde fuera, es un tipo de comic y animación que parece consistir en robots gigantes pilotados por adolescentes, o por adolescentes con uniforme escolar viviendo tremendas cuitas amorosas…sí, también están Arale y sus cacas, pero eso es un clásico de los ochenta, y como tal, lo respeto profundamente. Es por esto por lo que me sorprendió un montón descubrir que también había mangas de terror que pudieran llegar a gustarme tanto como los trabajos de Junji Ito…sí, también conozco las viñetas de Hideshi Ino, pero lo de este último me da mal rollo hasta a mí, por lo que me quedo con los comics del primero, que son pura y simplemente, género de terror del bueno. Es más, terror del que podría gustarle a cualquiera que no le atraiga el manga.
En la imagen superior: mi primer día de colegio, imaginado la noche anterior
El cómic más popular de Ito es Uzumaki, que se publicó en España y no he leído porque, por aquello de estar disponible en papel, espero poder ver sin tener que recurrir a la pantalla del ordenador. A grandes rasgos, cuenta la historia de un pueblo donde empiezan a aparecer espirales y que comienzan a obsesionar a sus habitantes. El punto de partida es un poco extraño, pero cuando se le encuentran las similitudes con El color que cayó del cielo de H. P. Lovecraft, o incluso ilustraciones como estas, se empieza a pensar que esto de los muelles y las espirales no va a ser tan gracioso como parecía.
Gyo es otra de sus series más largas, con dos tomos para contar lo que podríamos considerar como una historia de zombies. De zombies, del fin del mundo, y hasta de situaciones que no tienen nada que envidiarle a Clive Barker: los protagonistas descubren una criatura muy extraña surgiendo del mar, nada menos que un pez, hinchado por la putrefacción, que se desplaza velozmente sobre patas mecánicas. Poco después, más seres marinos en las mismas condiciones empiezan a aparecer, y entre los descubrimientos que van haciéndose (entre otros, que se debe a la fuga de un arma biológica de hace cuarenta años), estas criaturas tienen la intención de contagiar sus condición a todos los seres vivos. En unos pocos días, la gente comienza a contraer una enfermedad en la que se hincha, y de la nada aparecen unas patitas mecánicas que por lo visto, utilizan como combustible los gases de dicha putrefacción.
La trama es sorprendente, y lo que más me asombró fue precisamente el encontrarme no solo este tipo de guión, tan trabajado, sino que los personajes tuvieran un transfondo, profundidad e incluso miedos muy similares a los que podrían tener personajes creados en Occidente. Además, el dibujo también fue una sorpresa agradable: frente a las típicas líneas claras, sin rasgos de los personajes, y la ausencia de fondos, me encuentro con unos monstruos dibujados con un detalle increíble, y en los que el autor no se corta a la hora de esmerarse pintando viñetas realmente grotescas.
Que alguien llame a Supernanny
El resto de su trabajo suelen ser historias cortas, que aparecen recopiladas en varios tomos, y que en algunos casos como la estudiante Tomie o Souichi son niños bastante peligrosos y un tanto siniestros, aunque en el caso de este último, tiene grandes dosis de humor negro y es uno de mis personajes favoritos. Las historias independientes son muy variadas, y en muchos casos recurre al absurdo de situaciones que, aparentemente no tienen explicación. Puede haber alguna historieta de fantasmas más clásica, pero en muchos casos, se trata de tramas muy kafkianas, desde epidemias extrañas en las que la gente acaba paralizada en el lugar donde cometió algún crimen o un error grave, o en la que aparecen criaturas muy raras que, más allá de lo inquietante del guión, no van a tener explicación posible. De todas formas, la falta de lógica en muchos casos es lo que hace que las historias den miedo.
Chaval de la izquierda, exactamente igual a los otros cincuenta protagonistas de sus comics
Por desgracia, Junji Ito tiene un gran problema a la hora de dibujar: los monstruos, los escenarios y los personajes deformes se le dan muy bien, pero tiene el mismo defecto que la mayoría de dibujantes del país, y es que todos sus personajes principales, que suelen ser gente joven, se parecen unos a otros. En más de una ocasión he tenido que repasar las páginas para enterarme si un personaje es el protagonista, su compañero de clase, o incluso la novia de algunos.
A su favor tiene no solo sus buenos guiones y su habilidad a la hora de dibujar monstruos, sino que le gustan los gatos, y ha dedicado una historieta a su vida cotidiana con su mujer y sus dos felinos, en la que estos aparecen dedicándose a cosas tan gatunas y amenazadoras como perseguir hilos, destrozar muebles, y mirar a sus propietarios como si estuvieran planeando algo realmente malvado.