viernes, 16 de marzo de 2012

Lecturas de la semana II. Lo que trajo la biblioteca



Gato bibliotecario. Si te retrasas con los préstamos, tu sofá favorito será su desayuno

Esta semana va de libros. He vuelto a la frikoteca, y además de algunos préstamos que había visto durante el año pasado, han añadido alguno nuevo que me llevado a casa antes de que empiece a aparecer como “no disponible en el catálogo”. Una vez más, la biblioteca municipal hace honor a su apodo gracias a su particular catálogo.



A. Lee Martinez. Monster. No sé que pasa últimamente (o sí, pero no queremos reconocerlo) con las editoriales, que andan como locas buscando un escritor de fantasía cómica y con varios libros en su trayectoria. Si están empezando a darle bombo a Christopher Moore, que lleva años en la profesión, ahora también lo intentan con Lee Martinez, un texano con unos seis o siete libros en los que enfoca el género de la fantasía urbana desde una perspectiva humorística y un tanto exagerada. Monster es un trabajador de la Oficina de Control de Animales, encargado de cazar Yetis, gnomos y demás criaturas sobrenaturales que la mayoría de la gente no puede ver. La narración es muy rápida, y busca más la acción, cómica o de tiros, que unos personajes que sean simpáticos por sí mismos. Tampoco se corta un pelo a la hora de hacer referencia a la saga que empezó a tratar el tema de los magos y las personas normales, llegando a hacer un chiste sobre muggles. El restultado es bastante mediocrillo y tiene el defecto de la mayoría de libros de este estilo escritos a partir del 2000: está lleno de referencias y pretende disfrazar la falta de esfuerzo a la hora de escribir con tramas muy alocadas y explosiones varias. Reconozco que algún defectillo le perdono por el principal chiste de la historia: la malvada pretende convertir a la humanidad en gatos. Aunque no tengo muy claro qué tiene de malo el hacer que nos pasemos el resto de nuestros días tumbados al sol y preguntándonos de dónde vendrá la próxima lata de atún.



La cosa-murciélago es también una referencia histórica. Increíble pero cierto

Antonio-Prometeo Moya. Escenas de Guerra y Miedo en España. Que yo sepa, esta novela no es la prima española de Miedo y Asco en Las Vegas, ni tampoco una novela al uso, porque son capítulos que, exceptuando la presentación de los dos protagonistas en el primero, perfectamente podrían ser relatos sueltos, porque lo que pasa en uno no tiene repercusión en el siguiente. La idea era contar el retorno de dos soldados, uno republicano y otro nacional, a sus casas, un viaje en el que además de encontrar las consecuencias de la guerra, se topan también con todo tipo de monstruos: desde un vampiro, en el que es probablemente el mejor capítulo, hasta almas en pena, el castillo de un científico loco y hasta un pueblo fuera del tiempo y los mapas. La intención del autor era homenajear las novelas de guerra y de terror, pero como suele pasar con los homenajes, parece que alguien hubiera metido en la batidora una novela sobre la guerra civil y cualquiera de los libros que tengo en la estantería. Además, recurrir al manido efecto de El sexto sentido, tampoco ayuda mucho, y aunque está bastante mejor escrito que Monster, se queda en una curiosidad.



Sí, lo reconozco: saqué el libro porque la portada era un fotograma de Metrópolis

Ernst Jünger. Eumeswil. Este libro es a los dos anteriores lo que un huevo a una castaña: nada de nada, ni en argumento ni en temática. Porque Eumeswil, además de novela sobre un dictador que gobierna en una ciudadela, tiene una importante carga de filosofía, y en la mayoría de sus capítulos no faltan explicaciones sobre el papel de los historiadores y la naturaleza de los tiranos a lo largo de la historia. La atmósfera me recordó a libros como El castillo de Kafka o El palacio de los sueños de Ismail Kadaré: Eumeswil es una ciudad imaginaria, que limita con desiertos, estepas asiáticas y selvas. Parece haberse quedado anclada en el pasado: hay tribunos y anarquistas, pero sus personajes hacen referencia a la televisión o sistemas de localización. Y, el supuesto dictador, como señala el protagonista de la novela, no es ni mejor ni peor (o incluso, tirando un pelín a mejor) que cualquier otro gobernante de la historia. Es una obra compleja, pero interesante al ver cómo en unos años su autor pasó de una novela en la que cantaba las alabanzas de la I Guerra Mundial, a las últimas, mucho más críticas. Unos le llaman evolucionar. Otros, adquirir sentido común.

2 comentarios:

  1. Me encanta este bibliotecario! Bastante más guapo que la de mi pueblo. Aunque me temo que mi sofá quedaría fatal, pues no soy nada puntual en devolver los libros, lo confieso.

    De veras, qué suerte tienes, en mi pueblo sería impensable que hubiera libros como los que nos muestras. Y ahora con la crisis menos. Me ha interesado bastante el último "Eumeswil", me la apunto. Sí, a mí también me gusta mucho la portada. Lo cierto es que he leído libros que me han gustado y que lo primero que me atrajo fueron sus portadas. En otros como dices, es una pena lo aburridas que son. Soy fetichista con los libros y me gusta que tengan una presentación agradable, aunque a la hora de la verdad lo importante es que el libro sea bueno... o por lo menos que te guste. Como tú bien sabes hay muchos muy malos y que son muy recomendables.

    Disfruto con tus entradas literarias, pues siempre aparecen autores a los que no conozco y que despiertan mi curiosidad.

    Besos y te deseo un buen fin de semana!
    Ana.

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  2. En la mía también son todas bibliotecarias (aunque hay una un poco plasta y de buena gana la sustituiría por un gatico). El problema que suelo tener con estos centros es el límite de tiempo y no me gusta pedir prórroga, por lo que saco menos libros de los que me gustaría. Lo que es una pena porque es hoy cuando están variando mucho más el catálogo y se atreven con cosas que puedo descubrir. El de hace años sí era mucho más parecido al de una biblioteca de pueblo.
    Además, esta semana tendré que ir a devolver estos y si no me comporto, es probable que haya otra entrada con lo que me vaya encontrando.

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