viernes, 8 de julio de 2011

La frikoteca municipal (hay que ver como han cambiado los criterios de compra)


Para las bibliotecas públicas, debería ser obligatorio tener un gatico a disposición de los usuarios

Aunque las bibliotecas son una medida muy recomendable para los aficionados a la lectura, sobre todo cuando no disponemos de mucho espacio, no he sido muy asidua a ellas hasta hace un par de años. Porque una cosa es que te digan “coge los libros prestados, que así no hacen bulto”, y otra, es que tengan realmente algo que te interese. De hecho, las penúltimas veces que fui por allí, todavía tenían un sistema de armarios y ficheros para consultar el catálogo, y bastantes ejemplares desaparecidos, por lo que, en cuanto terminé de leer a Poe y Lovecraft, pasé de visitar un sitio en el que les faltaban cosas como 1984, y encima no tenían intención de reponerlo. Y para dedicarme a leer Caballo de Troya, o lo que tuvieran en catálogo de Robin Cook o Dean Koontz, no compensaba mucho dar vueltas por allí: los noventa fueron una época muy dura, e Internet, el mejor invento posible a la hora de descubrir autores interesantes.



No fue hasta más de diez años después cuando me acerqué de nuevo con Hewl, en un intento por su parte para que abandonara las lecturas raras y empezara con algo más clásico (falló. Relativamente). Entonces el salto tecnológico se había notado un montón, y donde estaban los ficheros, ahora había terminales de consulta y un lector de códigos de barras para controlar la entrada y salida de libros: ¡El siglo XXI había llegado y no me había dado ni cuenta!
Por desgracia, su experimento fracasó, y al cabo de cinco minutos, no solo había encontrado una colección de novelas de terror portuguesas, sino que el primer libro que cogí prestado fue Le Carrousel des malefices, de Jean Ray. El fallo fue relativo, ya que en el catálogo, además de clásicos, había obras menos conocidas pero igual de importantes. Y aunque no fueran Stendhal precisamente, disfruté mucho con El maestro y Margarita de Mikhail Bulgakov, o Las aventuras del valeroso soldado Svejk, de Jaroslav Hasek. También ficharon El Gran Gatsby, Olvidado Rey Gudú o Crimen y Castigo, que no va a ser solo literatura minoritaria.



Estas cosas, en mis años mozos, no las había

Sin embargo, el cambio más extraño en la biblioteca empezó hace unos meses: aunque la selección de narrativa fantástica es bastante variada, cada semana me iba fijando en que, además de las novedades de Anagrama y Espasa, aparecían libros bastante más inesperados para un sitio de préstamo, como sagas de fantasía más populares, e incluso, cosas que jamás me hubiera imaginado de ver por allí, como la Colección Zombie de la editorial Dolmen (que tiene pinta de ser mala a rabiar. Pero divertida en algunos casos), o incluso, novelas de Warhammer 40.000. De hecho, mis últimas lecturas no-serias, que van desde Jasper Fforde hasta la saga de Harry Dresden, han sido gracias a la biblioteca municipal, y fue entonces cuando empecé a plantearme si no se habría sacado la plaza de bibliotecario algún friki y se dedicaba a darle vidilla al catálogo, o si al final todo se debe a una serie de coincidencias. Sea lo que sea, desde bibliotecarios geeks, o si se trata de algo generalizado en todos los centros, a mí me está solucionando muchas lecturas.

3 comentarios:

  1. Que bonito momento cuando el Olvidado Rey Gudú pasó por mis manos.

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  2. Cada vez hay más frikis sueltos por el mundo, eso es así.
    Y casi mejor que no haya gaticos, que si no me olvido de a lo que voy y sólo les rasco la barriga.

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  3. Satrian: debió ser el segundo libro que saqué de la biblioteca, y el primero y único con el que tuve que pedir prórroga (era largo y todavía no tenía muy controlado lo de leerme algo en menos de quince días).

    Martinyfelix: pues sí, cada día hay más. De lo marginal que era la ciencia ficción hace diez años, a lo que es ahora, ahy un mundo. Pero lo de los gaticos lo voy a proponer la próxima vez que vaya a devolver libros.

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