domingo, 10 de mayo de 2009

Demasiado novelesco para ser cierto. La sombra del viento.

Uno de los libros que más exitazo ha tenido en toda España entera ha sido La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón. Libro del que todos hablan maravillas: ¡argumento, personajes, aventura, acción a raudales! ¡Éxito de ventas! Pero…¿y si dijera que lo que el señor Zafón está contando ya se inventó hace más de cien años?

Mira que la gente llega a ser exagerada...

Pues sí, y ha tenido más nombres que el Diablo: novela por entregas, folletín, y un poco más a mala baba, novela de a duro. Según la wikipedia, las novelas por entregas eran un género destinado a cualquier tipo de público, y cualquier tipo de argumento y temas. Sorprende un poco ver que gente como Balzac o Flaubert se pagaba las facturas escribiendo cosicas destinadas a viudas ociosas…aunque también hubo muchos otros que no tuvieron la suerte de estos dos y acabaron en el olvido de las historias grandilocuentes y pagadas por folio.



La cabra loca esta le pagó a Flaubert los garbanzos


Una de las características de los folletines eran precisamente ese tipo de argumentos: un poco tétricos en la mayoría de los casos, tremendistas, con embrollos indescifrables, misteriosos caballeros embozados de negro y angustiosos dramas familiares que se extendían más de una generación. Acción, drama, misterio, aventuras, amores trágicos (y un poco gilipuertas)...¿No os va sonando esto a La sombra del viento?





Pues efectivamente, ya que en el libro de Zafón, a partir del descubrimiento de un trágico escritor en un almacén con el teatral nombre de El cementerio de los libros olvidados, el protagonista vive una extraordinaria aventura que lo lleva a conocer a todo tipo de personajes estrambóticos, a enfrentarse a grandes peligros, conocer a la mujer de sus sueños con la que se acabará casando y de paso, deshacer el drama más retorcido jamás contado. Precisamente, como si de una novela por entregas se tratara:

El protagonista visita todo tipo de lugares bastante misteriosos: un cementerio de libros, una casa presuntamente maldita y de decoración bastante gótica (o de mal gusto). Cada rincón de la Barcelona que describe oculta todo tipo de secretos, pasados extravagantes y habitantes no menos extravagantes. Lo que en un principio tiene su gracia, pero cuando TODA Barcelona parece estar poblada por personajes “más grandes que la vida”, empieza a sonar a chiste.

En su periplo conoce a los actores de una tragedia del pasado. Aquí tenemos nada menos que infidelidades, adulterios, comportamientos tan abnegados que rayan lo teatral (o mejor dicho, el sainete), amores prohibidos, huídas, encierros...Vamos, lo mismo que ofrecía Paul Feval o Gastón Leroux hace cien años, pero actualizado a la Barcelona de posguerra e intentando dotar a los personajes de un poco más de trasfondo o de una explicación sicológica a sus comportamientos.

Su investigación lo lleva a enfrentarse a terribles enemigos. Ya sea un sádico policía franquista (al que también explican sus neuras con una triste infancia) que emplea todos sus efectivos en su loca venganza personal, o el misterioso embozado sin cara que ya recuerda directamente a los folletines franceses.

Gracias a su búsqueda, encuentra un amor puro y correspondido. Y dramático como solo puede serlo el romance de una pareja de mocosos de diecinueve años. De nuevo, aquí tenemos persecuciones, citas ilícitas, obstáculos que gracias a lo descubierto por el protagonista, no son rival para esa gran y empalagosa tarta de nata que es el amor adolescente. De hecho, es en esta parte en lo que más se nota la actualización de lo escabroso en las novelas por entregas para el público actual: salen tetas.

En resumen, que aunque es un libro que se lee muy rápido (en mi caso, unas cuatro horas), y resulta entretenido, no está ofreciendo nada nuevo, sino que ha tomado una serie de elementos comunes a la narrativa popular de principios de siglo y los ha modernizado un poco, con todo lo bueno y lo malo que eso supone.

Es más, para terminar, me gustaría citar a algunos de los autores de novelas por entrega que sin llegar a Balzac, si han llegado hasta nuestros días y todavía resultan entretenidos, por si alguien se anima a leerlos después de este tostón mañanero que me he marcado:





Jean Ray. Creador de cientos de historias de terror a partir de los años cuarenta y autor del detective Harry Dickson, que tiene más de parodia del género detectivesco que otra cosa.



Gastón Leroux. Autor de El fantasma de la ópera y de las aventuras del joven periodista Rouletabille, novelas detectivescas también llenas de hijos secretos, castillos y misterios varios.



Paul Feval. Conocido sobre todo por la gran parodia del género gótico, La ciudad Vampiro, una de sus obras más populares es El castillo maldito.

Y hasta aquí el folletinesco repaso ¡Buena semana a todos!

1 comentario:

  1. Es que el libro es muy flojillo.
    Yo me sigo haciendo cruces cada vez que alguien dice que es su libro favorito. Pero bueno, para gustos, hay colores... y libros.

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