jueves, 15 de enero de 2009

La conjura de los necios. John Kennedy Toole


Para que no se quejen de que no escribo, hoy voy a esforzarme en hacer una entrada dedicada a un solo libro, y eso que los años de los comentarios de texto en literatura ya quedan muy lejos (y seguramente, la lectura de mis últimos escritos por parte de algún antiguo profesor me valdría el repetir forzosamente 2º de BUP)…pero algo siempre queda, escribir sobre uno solo es un desafío y a ver si así toma ejemplo algún alma de cántaro que también anda escribiendo por este barrilete de dios.

El libro que me ocupa hoy es La conjura de los necios, de John Kennedy Toole, un profesor de universidad que se suicidó a los 32 años en la década de los 60, siendo este su único libro. Y francamente, leyendo su visión del mundo, no me extraña.

La conjura…narra las andanzas de Ignatius J. Reilly en la Nueva Orleáns de los años 60, desde el momento en que por un giro de la fortuna debe ponerse a buscar trabajo. Y es que, Reilly, a sus 30 años, todavía sigue viviendo con su madre, prácticamente encerrado en su cuarto, leyendo filosofía, escribiendo en cuadernos su visión del mundo desde una perspectiva medievalista y cascándosela de vez en cuando (esto último, verídico)…para las circunstancias económico-sociales de hoy en día, no es que sea precisamente una novedad ni un personaje estrafalario, pero en los sesenta, con su desarrollo económico y la rebelión de la juventud, debía ser un personaje rompedor y agresivo. Tenerlo en casa tampoco es precisamente una bendición ni una llamada al razonamiento filosófico...y es que Ignatius es simple, y llanamente, un gordo cabrón y pedante, como podría serlo Peter Griffin si su guionista tuviera algo de gracia. Pero precisamente la gracia de este personaje es que, al igual que otros posteriores, como House, Bernard Black o Nero Wolfe, tiene esa capacidad para decir y hacer lo que le da la gana, responder con comentarios cáusticos y confundir a la gente con rebuscadas palabras…más o menos, lo que le gustaría a los lectores, si bien el identificarse con un enorme gordo maleducado, bigotudo y vestido permanentemente con una camisa a cuadros y una gorra de leñador tampoco es algo muy deseable.

Su madre, Irene, es la sufrida benefactora del joven Reilly. Acepta las extravagancias de su hijo con resignación, recuerdos de una vida pasada mejor y un poco de ayuda de la botella de vino que guarda en el horno. Precisamente (al menos, si creemos a Ignatius) es una pequeña borrachera lo que desencadena el inicio de la historia: el hacer frente a la indemnización por un accidente automovilístico provoca que Ignatius deba abandonar su enclaustramiento medieval y entrar en el mundo del trabajo. Por suerte para Irene, su amiga Santa Battaglia siempre está dispuesta a sacar a Irene de la casa para alguna partida de bolos o ir al cine con ese encantador ancianito que le ha echado el ojo…

Santa es la tía del patrullero Mancuso, que además de un grupo de música es el policía que en un principio intenta detener a Ignatius por parecerle sospechoso. Y es que el objetivo de Mancuso en el cuerpo es detener sospechosos, para lo que lo disfrazan de las maneras más absurdas…En realidad, en el barrio francés todo el mundo lo conoce, lo aprecia y lo tienen como una entrañable tradición, aunque el pobre hombre de poco se da cuenta y continúa incansable con su labor policial.

Es precisamente en el barrio francés donde se inicia una de las particulares situaciones de la novela: tras el abochornante intento de detención de Reilly, él y su madre van a un bar a tomar algo…para acabar en un club de alterne, donde aparecen los siguientes personajes de la trama: Darla, la relaciones públicas y aspirante a bailarina exótica, Lana Lee, implacable propietaria del “respetable local” y pornógrafa oficiosa, el chapero Dorian Greene y posteriormente, Jones, el negro que trabajará como chico para todo en el club.

Por otra parte, tenemos a los personajes que aparecen en las andanzas laborales de Reilly: en Levy Pants, la desvencijada planta textil, está Gus Levy, el indiferente heredero de la empresa cuyo único interés es poder deshacerse de esa ruina, su mujer, aficionada a todo tipo de teorías psicológicas, González, el sufrido administrativo y la señorita Trixie, octogenaria senil condenada a trabajar in seculae seculorum para probar las teorías psicológicas dela señora Levy.

Finalmente, y presentado en las distintas cartas que Ignatius recibe, está Myrna Minkoff, niña bien convertida en activista radical cuya cabeza es un batiburrillo de teorías freudianas mezcladas con comunismo de salón, libertad para los grupos minoritarios…que cuando no se está zumbando a algún otro activista, cuanto más exótico, mejor, atormenta a Ignatius y al resto del mundo con sus extravagantes teorías.

Ya he hablado de los personajes, de la trama…ahora, como buen blog de literatura, me toca hablar un poquito del libro en sí. Más que nada, porque de lo contrario esto sería un gran spoiler y, quien sabe, algún estudiante necesitado de información podría adueñarse de estos datos…¿qué? ¿Leyendo narrativa compleja en la ESO? Amos, anda…

Ejem, sigamos. El conjunto del libro, además del componente irónico y humorístico, vendría a ser el de la crítica a la sociedad contemporánea…vamos, igual que la mayoría de libros del estilo. Pero es el ambiente descrito en la ciudad y el tratamiento de los personajes (en los que Toole emplea el punto de vista para cada uno) lo que la hace distinta. Nueva Orleáns es descrita como una ciudad festiva, mestiza y que en ese momento vive principalmente del crimen y del turismo: la única fábrica descrita se encuentra en situación de derribo.

Así mismo, arremete descaradamente contra los colectivos hoy intocables por la corrección política: los negros son descritos como vagos redomados, pasotas y musiqueros, y los homosexuales…bueno, los que aparecen en el libro corresponden a los del barrio francés, así que es un tanto sesgado, pero son las típicas locazas carnavaleras que podíamos encontrar en las películas españolas de la mísma época a modo de burla.

Los personajes principales tampoco se salvan de la ácida visión de Toole. Exceptuando los secundarios más populares, tales como la madre de Reilly, o el patrullero Mancuso y su familia, aparecen con todo tipo de defectos y excentricidades. Estos últimos, sin embargo, son descritos con cierta ternura, como gente que lo único que quiere es vivir tranquila, al margen de agitaciones sociales que no funcionan y delincuentes de poca monta.

El primero de toda esta galería de caricaturas es Ignatius Reilly. Pese a su palabrería e inteligencia, es un vago redomado que se escuda en una presunta actitud medievalista ante la vida, para poder seguir viviendo con su madre, yendo al cine todas las tardes y llevando una dieta que lo acabaría matando de colesterol si se hubiera inventado entonces. Sin embargo, no duda en cambiar por completo esta visión de anacoreta cuando ve que su pequeño mundo de vagancia se tambalea…para abrazar a Myrna como una salvación ante una vida de trabajo y esfuerzo.

Myrna, el ejemplo de gauche divine (término muy molón que podría definirse como “niña bien contestataria” y que no se si tiene contrapartida en inglés), haría oposiciones a una colleja y un par de contestaciones ante cualquiera que tuviera que preocuparse por llegar a fin de mes…comprometida con todo tipo de causas políticas, desde el pro-semitismo hasta la liberación política a través del sexo, el psicoanálisis freudiano y deslumbrada ante cualquier intelectual venido de países exóticos, no duda en pedir dinero a su señor padre cuando necesitan financiar una nueva campaña, ya sea una película revolucionaria o una conferencia. Ve en Ignatius un genio y víctima de la sociedad burguesa y no duda en escribirle encendidas cartas exhortándole a abandonar el hogar materno.

Los Levy representan la clase alta, y tampoco salen precisamente muy bien parados. Gus, el heredero del emporio textil, es literalmente un pasota cuyo único interés son los deportes y vivir bien, sin importarle lo que le pase a la fábrica. Su mujer, una obesa fanática del ejercicio y la psicología, no duda en atormentarle culpándole de su actual estado mental y el odio que le tienen sus hijas, Susan y Sandra. Estas dos últimas aparecen solo mediante alusiones, aunque suponemos que serán el mismo tipo de estudiantes revolucionarias que Myrna. Solo al final Gus tomará un cariz más decidido y una pizca de simpatía. Pero no mucha.

Finalmente, en el barrio Francés, está la propietaria del club y sus empleados. Lana Lee es una verdadera tiburona de los bajos fondos: considera su tugurio como un local respetable, por lo que no permitiría que Darla, la relaciones públicas, hiciera ni un solo número de baile. Sin embargo esta dignidad no le impide mantener ciertos negocios turbios que a su vez, permitirán a Mancuso alcanzar sus cinco minutos de fama…

Y esto es todo lo que puedo contar sin destripar más. Hay una cosa positiva respecto a las entradas de un solo tema: no tengo que pelearme con el editor de textos para adjuntar fotos.



3 comentarios:

  1. Que cosas mas raras lees.. Haz como yo, y lee cosas interesantes, como Crepúsculo. Tantos obras maestras de la literatura universal y tu leyendo chorraditas como esta. Si es que...

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    1. Esperemos que este comentario sea una ironía... la conjura de los necios es un clásico

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  2. Jajaja, no te precupes, en ese comentario no hay más que ironía. Hewl no solía dejar títere con cabeza en las entradas que subía.

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