jueves, 28 de septiembre de 2023

Junji Ito: Las caprichosas maldiciones de Soichi. Que alguien llame a Supernanny. O a un exorcista

 



Dicen que el humor es hermano del horror, una frase  que Junji Ito ha debido  conocer y tenido en cuenta en más de una ocasión. Y es que el autor de viñetas plagada de horror corporal, absurdo y e incluso terror cósmico tiene su punto irónico, y por cada manga en la que sus protagonistas encuentran un destino terrible, o en el que Tomie, uno de sus personajes recurrentes, destruye la vida de sus víctimas, hay un villano al que  las cosas no les salen bien. Quizá porque  cuando tienes 11 años y vives con tu familia en una apacible aldea japonesa, ser una figura amenazadora es muy difícil.


Este es el caso de Soichi, el más pequeño de la familia Tsuji. Un niño extraño y enfermizo, que siempre lleva clavos en la boca asegurando que le sirven para suplir el herro que falta en su sangre, y cuya aspiración es ser un vampiro como el de las películas occidentales. O un hechicero. O dominar Japón con sus poderes. O que alguien le haga un poco de caso, como comprueba michina y su hermano cuando van a pasar unas vacaciones de verano a casa de sus primos. Como esta comprueba, Soichi no es solo un niño un poco retorcido sino que algo extraño parece suceder cuando está cerca. Personajes inquietantes que aparecen de la nada, profesores que cambian su comportamiento y apariencia, rumores que se propagan por el patio del colegio o una monstruosa figura, surgida de las páginas de una revista, merodea por los callejones de la ciudad.

Este niño es más malo que Falconetti

La  historia de Soichi se  compone de algo más de diez historias cortas, que pueden ser leídas de forma independiente, aunque tienen como hilo conductor al menor de los Tsuji y a sus primos, en especial a Michina, desde cuyo punto de vista s3e narra la llegada de ambos a la casa de la familia y  que actúa a modo de antagonista en el desenlace de la serie. Estos  son casi unos personajes tópicos de anime costumbrista  (dos chicos de Tokio pasando las vacaciones en un pueblecito) que sirven de contrapunto para la figura principal, con el que  Ito realiza una mezcla entre la cultura popular occidental y la japonesa. Este no solo recurre a maleficios tradicionales, sino que  admira a los vampiros, habla de vudú y aspira a tener un ataúd como el de Drácula. Pero  no se queda solo en su personalidad sino que el tema de cada capítulo son los maleficios que este puede lanzar: por cada situación  en la que  parece haber una explicación razonable, hay otra en la que lo sucedido es directamente anómalo, como los accidentes que sufren  aquellos a quienes el protagonista tiene ojeriza o casos, directamente sobrenaturales como las marionetas de trapo que deambulan en uno de los cómicos.


Estas cuentan con una estructura similar a la que se añaden variaciones: bien la llegada de sus primos durante alguno de los periodos estivales o algún personaje, familiar o compañero de clase, víctima de del protagonista. Aunque en la mayoría de los casos, el desenlace suele ser relativamente inofensivo salvo para el personaje titular: este acaba lesionado, vapuleado, humillado, o en el último capitulo, victima de los seres sobrenaturales a los que ha recurrido. Un desenlace adecuado al tratarse de una serie de humor negro, donde parte de esa comicidad viene provocado por lo ridículo de un personaje  condenado a fracasar por sus malos actos. Pero que también acaba contando con la simpatía del lector, del mismo modo que lo conseguirían figuras como Miércoles Adams: Soichi no es enteramente malo. Es siniestro, egoísta y su moralidad es cuestionable, pero parece querer llamar la atención 7sin tener claro como) como cualquier chico de su edad, quiere a sus abuelos, , que fallecen antes y durante la historia narrada en el tomo, e incluso es capaz de aprecia ra su manera 8como por ejemplo, deteniendo una maldición) los gestos de amabilidad de su prima. Un personaje que nunca llega a resultar un villano absoluto como sería Tomie, tanto  por su incapacidad de triunfar como por el tono menos amenazador de los comics en los  que aparece. Incluso en la última, más siniestra, es resuelta como una pesadilla del protagonista. 

Al tratarse de historias independientes entre sí, estas pueden leerse en cualquier orden. Incluso  las dos últimas, La casa del terror y El frente Soichi, que había encontrado hace años desconociendo al personaje original, son buenos mangas, muy típicos de Ito y donde la calidad del dibujo es de los más logrados. Em cambio, este carácter anecdótico hace que a veces el humor negro se exceda y  de paso a la incoherencia, donde alguna historia termina de  froma brusca y sin más  interés que el desconcierto que pudiera provocar. Un poco una sensación de "qué más  da, si es todo de broma". 

Las caprichosas maldiciones de Soichi es, en comparación a Uzumaki o Gyo, una obra menor. Una recopilación de historietas bastante extensa, dos tomos comprimidos en uno solo en la última edición de ECC, con un tono más ligero que muchos de sus  relatos más conocidos pero con un enfoque muy divertido, en el que gran parte de los elementos empleados por Ito sirven para su vertiente menos aterradora. Y es que, no todo va a ser horror y desolación. 


jueves, 21 de septiembre de 2023

El coco (2023). El monstruo (que salía poco) de debajo de la cama

 


Uno de los primeros miedos para cualquier niño es su propia imaginación. Cuando la luz de la habitación se apaga, las siluetas en la penumbra pasan de ser un montón de ropa a algo más. Y cualquier crujido de la madera puede significar que algo anda cerca. Identificado como uno de los primeros temores atávicos, la oscuridad, personificado en este caso como el coco, el monstruo de debajo de la cama, del armario, de las sombras, ha sido utilizado como en muchas narraciones de terror infantiles, pero también como una interpretación de los miedos adultos. En concreto, Stephen King  recurría a este en el relato del mismo nombre, como una interpretación de todos los terrores que cualquier padre primerizo (especialmente cuando esta paternidad es involuntaria)(, sufre, combinado con la posibilidad real de la existencia de algo monstruoso. Un relato breve que, como muchos otros que aparecían en El umbral de la noche, resulta difícil imaginar adaptado al medio audiovisual, aunque finalmente le haya llegado el turno este año con una versión que recurre a varios de  los elementos originales, ampliando un poco más, quizá para alcanzar la categoría de largometraje, lo que King había escrito hace más de treinta años.


El coco es la criatura que, según Lester Billings, asesinó a sus hijos uno por uno, durante la noche. Este, atormentado por el miedo y la culpa, acude a la consulta psiquiátrica del doctor  Harper, intentando convencerlo de la existencia de una criatura cuya presa son los débiles y aquellos que sufren el dolor de la pérdida. La visita, que termina con el suicidio de este en la misma cas adonde el doctor atiende a sus pacientes y vive con sus dos hijas, es otro golpe a una familia  que todavía no ha superado  la muerte de  su esposa y madre de Sadie y Sawyer. A partir de entonces Sawyer, la menor de ambas, verá aumentados sus terrores nocturnos con la presencia de una sombra que se desliza por los rincones oscuros de la casa. Y que, según asegura, esta guarda un inquietante parecido con el dibujo que Billings entregó al padre de las dos antes de quitarse la vida.



Aunque adapta de manera reconocida el relato del mismo nombre de Stephen King, eta cambia el protagonismo hacia un  personaje distinto. Si el cuento era el testimonio de un padre en la consulta, cerrado con un final incierto muy deudor de Twilight zone, el papel protagonista lo tendrá la familia  Harper ante una criatura que ha elegido a sus víctimas  debido a la debilidad de estas. Según el desarrollo del monstruo, es el duelo no resuelto y el dolor lo que los convierte en presas. Un enfoque psicológico un tanto distinto al del relato, donde la paternidad se planteaba como algo no deseado y a que el testimonio de su protagonista sugería una explicación real e inquietante. En este caso, será el de la familia estructurada (frente a la unidad familiar rota y en el umbral de la pobreza del matrimonio Billings) que afronta la pérdida de la madre en algo tan anodino como cercanamente  posible como un accidente, recayendo el foco en la incapacidad de los protagonistas para asumirlo.


En este caso la figura, y especialmente el diseño muy velado y mostrado en escasas ocasiones, del monstruo, es lo más interesante. Si en el cuento este se limitaba a ser una figura abstracta, un monstruo al que se3 le ha dado un nombre, aquí se le dota de un trasfondo ancestral en el que se habla de la antigüedad de la criatura como algo que puede haber nacido de los p4rimeros miedos humanos y adoptado  con el paso del tiempo (como la capacidad que manifiesta de imitar voces humanas). Un transfondo muy cercano  al creepypasta y al folkore moderno que acaba desaprovechado en favor de una trama rutinaria. El noventa por ciento del metraje consiste en la familia deambulando por la casa, haciendo referencia a la tragedia personal y mostrando secuencias cotidianas, que van rellenando minutos entre aparición y aparición del monstruo que da nombre a la película, pero que parece algo secundario en una historia que no tiene claro lo que quiere ser. Esta parece no querer meterse de lleno en el terror directo y quedarse como una película con monstruo genérica, pero igual de genéricos son  sus personajes, que parecen un trámite para que esta pueda pretender ser algo más que terror sobrenatural.

Una ejecución bastante rutinaria para tratarse de una cinta dirigida por Rob Savage, responsable de una  película de terror rodada durante la pandemia con más imaginación que medios como fue Host, o aquella locura entre mascarillas y personajes negacionistas horribles que fue Dashcam.



Aunque el ritmo es adecuado, el desarrollo también adolece de esta aproximación un tanto sosa a la historia: tras una primera parte de escenas cotidianas, hacia el desenlace  el tono cambia y se convierte en una secuencia de caza y persecución, con un mayor cantidad de  sustos y donde, tras todos los intentos de ser una producción más sutil, decide mostrar directamente a la criatura que debería haberla protagonizado y demostrar una vez más, como esta ha sido desaprovechada. Unos escasos minutos para mostrar en primer plano un diseño muy acorde con ese trasfondo que se había creado, y contra el que se usa el primer elemento que constituye su debilidad: en este caso, el fuego no solo como fuente de luz sino para eliminar, tanto el monstruo como los objetos que ataban a los protagonistas al pasado.  O quizá, una forma de terminar  rápido una historia que  no acaba  de funcionar del todo. Se le prende fuego, y a otra cosa.

El coco (sigo siendo incapaz de referirme a este asustaniños como boogeyman), se convierte en una de esas películas que acaban siendo menos de lo que prometían. Ejecutada correctamente, esta se queda en una cinta de sus pensé, con algún sobresalto, en la que las escasas referencia a los miedos atávicos  de los niños y sus padres resultan algo anecdótico.

jueves, 14 de septiembre de 2023

Grady Hendrix. Cómo vender una casa embrujada. Alquilar es tirar el dinero

 


Grady Hendrix se ha hecho un hueco en las estanterías de los lectores. Su particular mezcla de  lo cotidiano, terror asociado a los clichés de la serie B, cierto toque de humor y la capacidad de tomarse en serio lo que narra cuando llega el momento, lo han convertido en un escritor con un  buen número de seguidores  pendientes de su próximo libro. Después de amas de casa enfrentadas a vampiros, , alumnas de instituto poseídas, un grupo de apoyo para las supervivientes de un slasher o una gran superficie  de muebles nórdicos objeto de actividad paranormal, retoma el tema de los lugares embrujados  con algo que resulta todavía más preocupante ¿Cómo se  hace para poner en orden una herencia cuando la casa objeto de reparto está probablemente encantada?




Esto es lo que le sucede  Louise, una madre soltera, cuando recibe una llamada de su hermano: sus padres han fallecido en un accidente de tráfico cuando acudían camino del hospital, según los pocos datos  que puede recoger de la última conversación que tuvieron estos con sus familiares. Sin  poder asimilar la pérdida, Louise, quien siempre fue la cabeza fría de la familia, la más competente y capaz de organizar su vida, debe dejar temporalmente a su hija, regresar a su ciudad natal y encontrarse con sus parientes, además de negociar con su hermano, a quien sus padres consintieron todas sus ideas estrafalarias así como el abandono de estas. Pero el regreso  al hogar no significa solo reencontrar a esa parte de la familia a quien se quiere perder de vista, sino  con un pasado que preferiría olvidar. El hobby de su madre, la fabricación de títeres, ha dejado tras de sí una casa llena de marionetas  de marionetas desgastadas que parecen vigilarla. Y Pupkin, su favorita cuando  era niña, continúa observando con ojos inanimados desde el mismo lugar del que  Louise creía que lo había tirado hacía años. 

Aunque Grady Hendrix había utilizado previamente el tópico del lugar embrujado con Horrostor, esta vez se centra  en el género de las casas encantadas. Pero ,, si este tiene un fuerte componente psicológico (solo hace falta volver a Hill House o Otra vuelta de tuerca), este también está presente  en la novela de Hendrix. El trasfondo  gira entorno a la superación del trauma familiar, de la familia como apoyo pese a los efectos de esta y la necesidad de enfrentar los secretos que han marcado a generaciones. Un enfoque donde no hay buenos ni malo, sino gente que tiene sus razones o que puede haber estado equivocada a la hora de tomar la decisión que hubiera considerado acertada. Y donde la perspectiva de cada persona e va modificándose  conforme descubre  cosas que desconocían o comienzan a ponerse en los zapatos del otro. La historia, narrada desde la perspectiva de Louise, hace que la forma de percibir al resto de personaje esté muy sesgada, y que las primeras impresiones que el lector tiene del hermano de esta estén muy marcadas por la caracterización de su protagonista: la seria, la competitiva, quien tuvo que soportar como sus padres toleraban todos los fracasos de su hermano, porque "el es así".  Una percepción que se modifica tanto en la protagonista como  en el lector una vez  llegada la parte central de la trama, donde se  le cede la palabra y este narra todo lo que le sucedió previamente, juntando ambos hermanos las piezas que faltaban de su pasado. El tratamiento que da Hendrix a sus personajes hace que se empatice con ellos. Aunque en este caso, empatizar quiere decir que  la primera mitad del libro uno se lo puede pasar deseando tirarles un  cubo de agua encima para después  comprender  por lo que han pasado (salvo por el ex de la protagonista, que se merece un jarro con cubitos de hielo hasta el final). 



Un tratamiento de los personaje  que se desarrolla de forma paralela a la trama sobrenatural, teniendo ambas la misma importancia. Algo que  había hecho previamente en El exorcismo de mi mejor amiga, donde este es un reflejo  de que ambas protagonistas enfrentaban para salvar su amistad por encima de todo. 

La carga emotiva no supone que el libro  tire más hacia lo psicológico en un intento de desmarcarse del terror. Mas bien al contrario, y aquí es donde  Hendrix decide poner  en una sola casa todo lo que puede resultar inquietante. Desde esas memorias infantiles  que son recordadas de forma distinta  por padres e hijos (lo que para unos es entrañablemente familiar, para otros  era aterrador, como Louise recordando las lecturas de The Velveteen Rabbit o  a una de las marionetas)y sobre todo, la presencia continua  de títeres caseros, maltrechos por el paso del tiempo y que pese a ser parte del pasatiempo y vocación de su madre, son percibidos como algo grotesco y aterrador, un reflejo más de lo que los personajes escondían o de lo que pretendían huir. También está presente ese particular enfoque  de la religión, o del intento por hacerla cercana, que había utilizado previamente. Si en El exorcismo aparecían un grupo de culturistas cristianos, aquí  se encontrarán titiriteros devotos. Las referencias a la escena de la natividad que la madre de la protagonista había recreado con marionetas con forma de ardilla es una situación tan desconcertante que, entre todo lo que sucede, el lector no puede hacer otra cosa que aceptarlo y seguir adelante. Una nota discordante  que funciona muy bien: las cosas no son siempre completamente absurdas o completamente aterradoras. A veces son una mezcla de las dos, y solo queda averiguar como solucionarlas. 

Como vender una casa encantada no trata solo de como deshacerse de esa herencia incómoda o del poltergeist que le resta valor en el mercado, sino de mucho de los temas que  Grady Hendrix incluye en sus novelas y hacen que resulten tanto aterradoras como emotivas. Superar la perdida, comprender al otro, o crear nuevos lazos, a menudo, tan difícil como librarse de un fantasma violento, o de ese  hermano encon el que solo se tiene en común el aparecer en el mismo libro de familia.