Dicen que el humor es hermano del horror, una frase que Junji Ito ha debido conocer y tenido en cuenta en más de una ocasión. Y es que el autor de viñetas plagada de horror corporal, absurdo y e incluso terror cósmico tiene su punto irónico, y por cada manga en la que sus protagonistas encuentran un destino terrible, o en el que Tomie, uno de sus personajes recurrentes, destruye la vida de sus víctimas, hay un villano al que las cosas no les salen bien. Quizá porque cuando tienes 11 años y vives con tu familia en una apacible aldea japonesa, ser una figura amenazadora es muy difícil.
Este es el caso de Soichi, el más pequeño de la familia Tsuji. Un niño extraño y enfermizo, que siempre lleva clavos en la boca asegurando que le sirven para suplir el herro que falta en su sangre, y cuya aspiración es ser un vampiro como el de las películas occidentales. O un hechicero. O dominar Japón con sus poderes. O que alguien le haga un poco de caso, como comprueba michina y su hermano cuando van a pasar unas vacaciones de verano a casa de sus primos. Como esta comprueba, Soichi no es solo un niño un poco retorcido sino que algo extraño parece suceder cuando está cerca. Personajes inquietantes que aparecen de la nada, profesores que cambian su comportamiento y apariencia, rumores que se propagan por el patio del colegio o una monstruosa figura, surgida de las páginas de una revista, merodea por los callejones de la ciudad.
La historia de Soichi se compone de algo más de diez historias cortas, que pueden ser leídas de forma independiente, aunque tienen como hilo conductor al menor de los Tsuji y a sus primos, en especial a Michina, desde cuyo punto de vista s3e narra la llegada de ambos a la casa de la familia y que actúa a modo de antagonista en el desenlace de la serie. Estos son casi unos personajes tópicos de anime costumbrista (dos chicos de Tokio pasando las vacaciones en un pueblecito) que sirven de contrapunto para la figura principal, con el que Ito realiza una mezcla entre la cultura popular occidental y la japonesa. Este no solo recurre a maleficios tradicionales, sino que admira a los vampiros, habla de vudú y aspira a tener un ataúd como el de Drácula. Pero no se queda solo en su personalidad sino que el tema de cada capítulo son los maleficios que este puede lanzar: por cada situación en la que parece haber una explicación razonable, hay otra en la que lo sucedido es directamente anómalo, como los accidentes que sufren aquellos a quienes el protagonista tiene ojeriza o casos, directamente sobrenaturales como las marionetas de trapo que deambulan en uno de los cómicos.
Estas cuentan con una estructura similar a la que se añaden variaciones: bien la llegada de sus primos durante alguno de los periodos estivales o algún personaje, familiar o compañero de clase, víctima de del protagonista. Aunque en la mayoría de los casos, el desenlace suele ser relativamente inofensivo salvo para el personaje titular: este acaba lesionado, vapuleado, humillado, o en el último capitulo, victima de los seres sobrenaturales a los que ha recurrido. Un desenlace adecuado al tratarse de una serie de humor negro, donde parte de esa comicidad viene provocado por lo ridículo de un personaje condenado a fracasar por sus malos actos. Pero que también acaba contando con la simpatía del lector, del mismo modo que lo conseguirían figuras como Miércoles Adams: Soichi no es enteramente malo. Es siniestro, egoísta y su moralidad es cuestionable, pero parece querer llamar la atención 7sin tener claro como) como cualquier chico de su edad, quiere a sus abuelos, , que fallecen antes y durante la historia narrada en el tomo, e incluso es capaz de aprecia ra su manera 8como por ejemplo, deteniendo una maldición) los gestos de amabilidad de su prima. Un personaje que nunca llega a resultar un villano absoluto como sería Tomie, tanto por su incapacidad de triunfar como por el tono menos amenazador de los comics en los que aparece. Incluso en la última, más siniestra, es resuelta como una pesadilla del protagonista.
Al tratarse de historias independientes entre sí, estas pueden leerse en cualquier orden. Incluso las dos últimas, La casa del terror y El frente Soichi, que había encontrado hace años desconociendo al personaje original, son buenos mangas, muy típicos de Ito y donde la calidad del dibujo es de los más logrados. Em cambio, este carácter anecdótico hace que a veces el humor negro se exceda y de paso a la incoherencia, donde alguna historia termina de froma brusca y sin más interés que el desconcierto que pudiera provocar. Un poco una sensación de "qué más da, si es todo de broma".
Las caprichosas maldiciones de Soichi es, en comparación a Uzumaki o Gyo, una obra menor. Una recopilación de historietas bastante extensa, dos tomos comprimidos en uno solo en la última edición de ECC, con un tono más ligero que muchos de sus relatos más conocidos pero con un enfoque muy divertido, en el que gran parte de los elementos empleados por Ito sirven para su vertiente menos aterradora. Y es que, no todo va a ser horror y desolación.