Desde
2013, la saga titulada Expediente Warren (título que me gusta mil
veces más que The Conjuring) ha aportado como legado dos cosas. La
primera es unas entregas de cine de terror muy competente y donde
gracias a los hechos reales contamos como protagonista a unos
investigadores de lo paranormal cuyos testimonios y entorno supera a
la ficción. La segunda es una tanda de spin offs que empezó con la
famosa muñeca Anabelle y continúa con cualquier espectro que haya
aparecido en la saga, sea muñeca, monja o leyenda urbana. La
que ha tenido más presencia ha sido la primera, que, después de
guionizar sus orígenes, y quizá después de una temporada sin la
presencia del matrimonio Warren en las pantallas, deciden llevarla a
donde empezó todo: al museo, almacén o cámara donde los
investigadores guardan todos aquellos objetos que han tenido algo que
ver con sus casos.
Un
poco después de que Ed y Lorraine investigaran una muñeca de
aspecto grotesco, cuyos propietarios creían que se encontraba
vinculada al fantasma de una niña, esta descansa ahora en su sótano
encerrada en una urna, siendo probablemente, uno de los objetos más
peligrosos que se encuentran allí. Pese a las medidas de protección
tomadas por ellos, la influencia de la criatura que se esconde en la
muñeca sigue notándose en el exterior, y durante uno de sus viajes
(seguramente, donde resuelven un caso más interesante que el que nos
cuentan en esta película) en el que Judy, la hija de ambos se queda
sola con su canguro y una amiga de esta, consigue valerse de los
temores de una de las jóvenes para ser liberada de su prisión y
mostrar por qué esta era seguramente el objeto más peligroso que
custodiaban: Annabelle es capaz de actuar como foco para todas las
entidades que se encuentran allí encerradas, liberándolas y
amenazando la vida de quienes se encuentran en la casa.
En
principio, esta parecía la que sería mejor de las tres entregas de
una de las muñecas más inmóviles y más persistentes dentro del
cine de terror. Contaba, sobre todo, con la presencia de los
protagonistas de la saga principal y un entorno más cercano a estos
y a sus caso. Aunque ya avisaban que su presencia se reducía a un
cameo, podría ser lo más parecido de momento a una tercera entrega
de Expediente Warren y ofrecía también más variedad en cuanto a
fantasmas que la muñeca titular. Y efectivamente, puede que sea la
mejor de las tres, pero tampoco era muy difícil porque no es una
serie que se distinga por ser muy brillante.
En
realidad, el resultado es una mezcla de personajes que por lo menos,
se esfuerzan en no resultar demasiado irritantes. O si lo son,
intentan darles una motivación posterior por la que llevan a cabo
decisiones francamente estúpidas. Porque el motivo por el que se
desencadena la historia hará pensar al público que hace falta ser
muy tonto y, entre su actitud durante el primer tercio, junto a los
momentos cómicos fuera de lugar, hace que estos no generen más
interés más allá de esperar a que empiece la trama sobrenatural.
Esta,
aunque satisfaga un poco la curiosidad que pudiera generar ese
garaje/trastero lleno de objetos, siendo bastante creativos a la hora
de darles un trasfondo macabro, acaba resultando más una especie de
reunión de monstruos donde la impresión que da es que podemos ver a
todos aquellos que no van a tener spin off. Estos van de lo cantoso,
como un vestido de novia diabólico o un juego de mesa poseído, a lo
macabro y con bastante potencial, como la secuencia donde tienen
cabida un teléfono y un televisor que salvan un par de momentos de
la parte central de la película. El resto, entre la sobreexposición
de objetos de un escenario que no deja de parecer el cuarto de los
trastos que todos tenemos por casa, y las secuencias en exterior con
el secundario cómico siendo perseguido por el fantasma de un hombre
lobo recuerda más a la versión cinematográfica de Pesadillas que a
una producción de terror que, como lo fue el primer Expediente
Warren, podía tirar a pequeña, pero sabía manejar bien sus bazas y
se tomaba un poco más en serio.
Pese
al desfile de fantasmas más o menos variado, la película parece
irse salvando a ratos: el comienzo, prometedor con la presencia de
los protagonistas, recuerda mucho a la primera entrega a o al mundo
sobrenatural que James Wan fue perfilando en Insidious. Del mismo
modo que hay secuencias terroríficas muy bien llevadas en momentos
concretos, y donde se inventa de forma ingeniosa la maldición que
puede albergar un objeto de lo más cotidiano. En conjunto, esta hace
que se vaya salvando, pero no lo suficiente, y aunque tampoco se
esperaba algo a la altura de una tercera parte de la serie original,
esta se queda en un desfile de escenas cotidianas bastante aburridas,
momentos cómicos fuera de lugar y una colección de fantasmas
variados apareciendo por los pasillos. Seguramente seguirá habiendo
spin offs relacionados con cualquier cosa que haya tenido presencia
en las películas, pero sería preferible que después de esta vez,
Annabelle se quedara definitivamente en la urna.