Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

miércoles, 25 de enero de 2017

Lecturas de la semana. Segundo idioma, terror y ciencia ficción en la escuela


Las lecturas, obligatorias, o recomendadas durante la época escolar parecen ir por dos sitios: o los clásicos literarios establecidos en el plan de estudio (alerta: pueden contener comentarios de texto, análisis sintácticos y datos históricos sobre la época del autor), o bien libros contemporáneos, más ligeros, y orientados hacia el público juvenil, con los que completar el tiempo o quizá, promover el hábito lector entre los alumnos. Estos últimos eran los que peor llevaba durante esos años: muchos profesores optan por temas que sus alumnos puedan encontrar interesantes o cercanos. Y a mí esas selecciones sobre los problemas de un adolescente en su primer año de instituto, dramas personales y amistades de quinceañeros varios me producían el efecto contrario. Alguno había un poco más astuto y optaba por buscar una novela de humor o un policiaco (la serie de Flanagan llegó a ser muy popular e incluso contar con el cariño de sus lectores), pese a que siempre es muy difícil que nadie se motive cuando el objetivo de estos es realizar un trabajo, una lista con el vocabulario que se desconocía, o memorizar su argumento de cara a demostrar que se ha leído. Después están verdaderas rarezas, como que aparezcan en estas listas alguna obra de terror o ciencia ficción...cosa que me pasó, nada menos que dos veces. Y si algo bueno tienen estos libros es que, pasados unos años, no se ven con tanta tirria, y que debido a su brevedad, perfectamente pueden leerse dos en una tarde, como ha acabado por pasar con esos dos libros que fueron los más desconcertantes en esas listas obligatorias.



Suso de Toro. A sombra cazadora. De Toro cuenta con varias novelas de intriga, de las cuales Trece campanadas fue llevada al cine. La sombra cazadora es de unos años antes, y sin estar especificamente destinada al publico juvenil, sí fue relativamente habitual en los institutos. Y su argumento, toda una sorpresa viniendo de ese campo: narrada en primera persona, cuenta la historia de dos hermanos, quienes viven junto a su padre aislados del mundo exterior. Tras la muerte de este, no les quedará más remedio que salir a la ciudad y descubrir que esta es todo un escenario desolador, poblado por pantallas, situaciones violentas, y donde se convierten en fugitivos. A partir de aquí se crea una historia donde se mezcla de forma muy efectiva el cyberpunk y referencias mitológicas que acaban siendo un elemento de mayor interés que la trama de ciencia ficción: las menciones a Fausto, la atribución de poder a los nombres de cada persona, al minotauro, y, un poco más reciente, a 1984 tienen un resultado muy adecuado. Le da  un trasfondo mucho más amplio al libro, y quizá, sorprende unos años después, cuando, con unos libros más encima, es mucho más sencillo reconocerlas y apreciarlas.

En conjunto, la historia resulta muy concisa, resolviéndose la trama en un período de tiempo muy corto y que se ve apoyado de forma positiva por la brevedad del libro. Algo que hoy también es toda una rareza: si se hubiera escrito hoy (y probablemente, por alguien que no se dedicara a escribir novelas independientes como de Toro), esa misma situación se alargaría durante al menos un año, contaría con tres libros al menos, uno de los cuales destinado a ser mero relleno, y a la protagonista la habrían puesto a decidir entre dos intereses románticos. Creo que me quedo con La sombra cazadora de verdad..



Agustín Fernández Paz. Cartas de Inverno. Cuando la contraportada de un libro informa cómo un escritor llega a una mansión antigua, se encuentra un cuadro de aspecto siniestro, y comienza a desvelar un misterio de corte sobrenatural que puede amenazar su vida, uno se imagina que la cosa no va por el drama juvenil. Y cuando, al abrirlo el prefacio incluye una cita de H. P. Lovecraft, la reacción es de sorpresa absoluta. Porque la idea de Cartas de invierno es la de ser una novela corta (muy corta) de tintes lovecraftianos, influencia que no pretende esconder sino que lo mencionan abiertamente como uno de los escritores favoritos del protagonista. En ese sentido, tampoco pretende innovar, porque practicamente utiliza todos los clichés de H. P. L.: las cartas escritas por un protagonista convertido en víctima de un horror inevitable, la atmósfera de aislamiento y una trama sobrenatural de la que desde un principio se sospecha que va a acabar con la condenación de los personajes. Una historia que, hoy en cualquier antología se consideraría normalita o poco novedosa. Y que quizá es excesivamente consciente del público para el que está escrita, empeñándose en incluir todo tipo de aclaraciones asumiendo que el lector no las conoce, y que no va a buscarlas. Que, en una novela epistolar, resulta bastante absurda: no tiene mucho sentido que dos personajes se pongan a explicar qué era el Revolution Number Nine de los Beatles, o a enumerar en un momento dado las editoriales más importantes en la historia de la literatura gallega (que, por cierto, era una parte del contenido de las asignaturas de gallego entonces). Salvo esos momentos puntuales, que le restan mucha atmósfera, la idea acaba funcionando y concluye como una buena historia de terror cósmico, no innovadora, pero una muy bien escrita.

Este conjunto fue toda una sorpresa para los aficionados al fantástico, pero también en mi caso, una prueba de que el sistema para promover la lectura a los estudiantes no era el más adecuado: entre la tarde en la que la leí y se hicieron las preguntas del libro transcurrieron unos dos meses, haciendo que no tuviera la historia demasiado fresca, y que me encontrara para mi indignación con un cero en el examen. En su momento, algo bastante dramático como solo lo son las notas de una estudiante. Ahora, el que obtuviera en una novela lovecraftiana la calificación más baja de mi vida, resulta hasta cómico. Y por suerte, no supuso el perder la afición por la lectura.

jueves, 19 de enero de 2017

Dentro del laberinto (1986). Crecer es un mito



Se ha cumplido un año de la muerte de David Bowie, y no han faltado menciones a este aniversario ni a los mejores discos del artista. Teniendo en cuenta que él también se encargó de interpretar, y poner banda sonora a una película que muchos niños de los ochenta recuerdan con áms cariño, enera era un mes tan bueno como cualquier otro para recordar a ambos.


En Dentro del laberinto, Bowie interpreta nada menos que al rey de los Goblins, quien se ha llevado al hermano pequeño de Sarah. Algo que no ha sido llevado a cabo por maldad , sino porque ella misma se lo ha pedido. A sus 13 años, Sarah todavía vivie enla frontera entre los cuentos infantiles y una adolescencia que tarda en llegar. Además, está harta de su madrastra, quien considera que a su edad debería interesarse por los chicos  y no por las hadas (cosa que no termino de ver, pero allá cada uno con su pedagogía). Y sobre todo, de su hermano Toby, un bebé a quien le dan sus antiguos juguetes y al que debe cuidar mientras sus padres están fuera. En medio de una rabieta del pequeño, pide a Jareth, rey de los goblins, que se lo lleve...petición que para su sorpresa es atendida por este mismo. Arrepentida de su decisión, pide que le sea devuelto, pero incluso el rey se ha hartado de sus caprichos y le ofrece un trato muy distinto: ella misma debe encontrar a su hermano, cruzando el laberinto que la separa del castillo de los goblins. 



Junto a Cristal oscuro, Dentro del laberinto suponen las mejores películas que pudo ofrecer Jim Henson, teniendo ambas elementos en común como la fantasía oscura, la profundidad de la historia...y, bueno, las marionetas. Unas marionetas que quedan muy lejos de los teleñecos que conoceríamos gracias a las distintas versiones de Barrio Sésamo o a los doblajes de El show de los muppets. El rasgo distintivo  de esta también es su carácter de musical, al menos, en lo que a las apariciones de los goblins respecta: gran parte de la presencia de Bowie, y su caracterización como personaje, tiene lugar a través de canciones donde tiene cabida todo tipo de registro que refleja su personalidad y los caprichos propios de una criatura fantástica. Las piezas más movidas y alegres, las que dan un matiz más amenazador e incluso las de aspecto más melancólico, que conecta perfectamente con la trama principal, que es el abandono de la niñez.

 

Este aspecto recae en Jenniffer Connelly, que entonces ofreció una interpretación muy adecuada: su aspecto y rasgos redondeados, y el registro de esto se aproximaba muy bien a una heroína que se debate entre la obligación de crecer, el mundo infantil, la rebeldía ante las obligaciones, y sobre todo, el egoísmo propio de los niños, como el antagonista señala en un momento dado. En un principio, Sarah no se hace responsable de sus acciones: desde algo tan simple como llegar tarde, hasta el comienzo de su viaje con la desaparición de su hermano, que ella pidió. Su avance a través del laberinto, su amistad con los personaje que encuentra, se convierte casi en un viaje del héroe, en la que su evolución como protagonista está muy ligada a situaciones donde es fácil encontrar un paralelismo con su madurez. La amistad con Hoggle, el enano que empieza como secundario gruñón y se convierte en su mayor apoyo, su renuncia a los juguetes que almacenaba reconociéndolos como cosas que la atan al pasado, o el enfrentamiento final con el rey de los goblins quien se convierte en nada más que una fantasía infantil suponen momentos donde el trasfondo más serio se expone con una gran sencillez y el dinamismo propio de una narración fantástica.

 

Pese a contar solo con dos actores reales, los habitantes del laberinto, las marionetas de Henson, acaban siendo personajes tan auténticos como podrían serlo los interpretados por Bowie y Connelly. Gracias a haber sido escrito s con el mismo mimo que los anteriores, al trabajo de los actores que le dan voz, pero también a la obra de artesanía que supuso su diseño y puesta en marcha. La estética, los escenarios, y sobre todo los personajes, son una muestra de cómo crear un mundo y sus habitantes desde cero. Donde  cada uno guarda el máximo detalle (desde un gusanito con bufanda hasta un yorkshire caballeresco) y donde, ante todo, es evidente que son marionetas. Marionetas muy bien hechas, tanto que a los diez minutos el público olvida su condición mecánica y las acepta como un ser vivo y una parte sin la cual la historia no sería posible. 

Se dice que Dentro del laberinto es una obra inferior a Cristal oscuro, no tan memorable como esta. En cambio, su planteamiento hace que tenga un componente más emotivo y nostálgico: una primera visión, siendo niño,  la hace una película triste, con momentos cómicos, y a veces muy complicada. Vista años después, olvidándose de los estilismos de David Bowie y de un final quizá demasiado conciliador, se convierte en una historia entrañable y llena de melancolía. 

lunes, 9 de enero de 2017

Aniversarios, gaticos y cambios varios


Como cada 9 de enero, celebramos el aniversario del Barrilete. Con ocho años que, aparentemente, no sería un número muy allá: es largo, pero no tiene la gracia y la ilusión del primer aniversario, ni el cruzar la frontera ficticia del quinto, la consolidación de un séptimo o los dos dígitos y la definitiva constancia de un décimo. Pero estos ocho años también vienen con su truco.

Con el 2016 terminado, puede decirse con toda seguridad que la nostalgia ha tocado techo este año: Stranger Things condensó todos los ochenta en una sola serie, llegando a ser toda una bomba durante el verano. Las entregas periódicas de Star Wars se convirtieron en una realidad…tanto, que hasta los de South Park, que no se pierden una, le dedicaron versión bastante hiriente en su última temporada, con unas simpáticas uvas pasas que nos recordaban lo divertido y lo mejor que era todo antes. También fue el estreno de Westworld, con bastantes buenos resultados y una sorpresa viniendo de una película que muchos recordábamos por Yul Brynner haciendo de robot vaquero…y que por cuestiones de tiempo, acabé por perderme, al igual que el estreno de Star Wars o de Doctor Extraño.


También ha sido un año al que bien podía decírsele tanta paz lleves como gloria dejas. Pocas veces hemos visto tal cantidad de obituarios inesperados, hasta el punto de que muchos han empezado a plantearse si David Bowie ha decidido repoblar selectivamente el más allá. Nos quedamos sin él, sin Alan Rickman, sin Leonard Cohen y sin Gene Wilder. Pero también sin Angus Scrimm, el Hombre Alto de Phantasma, o sin Andrew Sachs, el entrañable Manuel de Falwty Towers. Espero que el año que viene la Parca diversifique un poco más. Nos queda una amplia selección de banqueros y políticos. 



Desde hace unos tres meses, el número de entradas se redujo. O bueno, no tanto: solo supuso pasar de dos entradas semanales a una. Nada que implique el haberse aburrido o el ir perdiendo las ganas de seguir escribiendo, sino por razones puramente prácticas. Un traslado derivado de haber entrado en la función pública, que, al margen de todas las frases motivadoras que se oyen a menudo y el manido "el que la sigue la consigue", era lo que me había propuesto. Sí, a pesar de tener que convivir con comentarios malintencionados sobre las dos horas de café o lo bien que se vive, es simplemente poder trabajar en lo que me gusta, servir a una comunidad y no al político de turno (aunque estos vean el sector público como su cajón de las calderillas particular), y sobre todo, vivir tranquila.

...¿Cuándo dices que te marchas de nuevo?

Esto también implicó muchos cambios: pasar de una ciudad donde si caminabas recto un poco de tiempo, llegabas a la carretera general, a una donde coger dos metros se considera un trayecto medio. Desconcertarme mucho, sorprenderme más y aprender el doble, y especialmente, de echar en falta día sí y día también a Sabela y Narnia, quienes temporalmente se quedaron con la familia  y que por lo que pude comprobar, mucho ronroneo y mucho frotarme la nariz con el hocico al verme, pero viven como rajás...como le corresponde a una felina, vaya. Y también a seguir leyendo, viendo cine, series, aprovechando los viajes en tren para terminar libros e incluso para ir pensando qué gatico le iría bien a su correspondiente entrada.


Casa nueva o casa vieja, sigue sin ser la más brillante.

Hoy cumplimos ocho años que con los cambios de los últimos meses, perfectamente podría ser el primero. Seguimos un año más y lo que nos quede..

jueves, 5 de enero de 2017

Au de-là des murs (2016). Cuidate de Malp...digo...de la mansión Bainville


A menudo da la impresión de que el éxito en televisión está reservado a los países anglosajones. Sea una serie o miniserie, el inglés es el idioma predominante. Como en el cine, vaya, pero en la pequeña pantalla se nota mucho más. No faltan otras producciones que han tenido su fama merecida (y el correspondiente remake para Estados Unidos), como Les revenants, pero siguen estando en minoría...y en este último caso, reconozco que no pasé de los cuatro capítulos. Una espina que se me quedó clavada en cuanto a tele no anglófona, y por lo ue siempre me acababa fijando en cualquier producción de corte fantástico donde sonara la lengua de Jean Ray. Algo que no tardó en aparecer cuando Arte sacó una miniserie de tres capítulos que prometía mucho..o que en el peor de los casos, solo significaría tres horas perdidas.



Au de-là des murs comienza con uno de los mayores clichés del fantástico: una mujer hereda de un desconocido una mansión antigua. Pero esta situación es mu distinta del tópico que se esperaba: Lisa, la heredera, es una mujer que vive aislada de sus compañeros de trabajo, a los que engaña sobre su vida personal. Aquejada de pesadillas recurrentes, todo indica que ha sufrido un incidente traumático aunque es difícil saberlo. Y, en cuanto a la mansión que hereda, es uno de esos lugares un poco fuera de su entorno en el paisaje urbano, pero que todos reconocemos de alguna calle cualquiera. Una de esas casas antiguas, cerrada durante años, que por algún motivo consiguen mantenerse en pie entre los bloques de edificios modernos. Todavía un poco desconcertada por lo extraño de su legado, Lisa descubre una noche un pasadizo tras las paredes que le conduce a un entramado caótico de estancias de las que es salvada en el último momento por un joven.Este le explica que la casa no parece seguir ninguna norma sobre el espacio. Pero, a juzgar por la forma de hablar y la vestimenta de su nuevo compañero, tampoco el tiempo.
 



Quizá como resumen haya quedado algo largo, y eso sin llegar a referir todos los elementos principales de la trama. Pero es el mínimo necesario para conocer lo más importante. Porque en la historia acaban juntándose elementos muy propios del fantastique, palabro que ha quedado para definir el estilo de muchos narradores francófonos que recurrían a esta mezcla entre lo cotidiano, lo fantástico, y sobre todo, un enfoque mucho más surrealista de la narrativa del que podía verse en el fantástico anglosajón. Es difícil no ver los exteriores de la mansión de Au de-là des murs sin acordarse de la Malpertuis de Jean Ray, ni de muchos de sus relatos donde jugaba con la misma facilidad con las dimensiones paralelas o las matemáticas que con los espectros clásicos



Con un escenario tan simple como dos personajes yendo y viniendo por una casa desvencijada, consiguen crear una atmósfera fantástica: no solo por la simpleza del truco de hacer que el tamaño y la conexión entre cada sala no se corresponda, sino por la creación en estos espacios de situaciones muy sugestivas, como las salas iluminadas por velas, los pasillos que van a dar a lugares que no tienen un sentido aparente, o en uno de los momentos clave, el decorado de un teatro se convierto progresivamente en el bosque nublado que este quería representar. De este modo, la huida de los protagonistas toma un carácter mucho más pesadillesco, done no hay un sentido aparente, pero también muy simbólico: los pasillos, los salones, y sobre todo, la presencia del agua como elemento clave en la psicología y el trasfondo de la protagonista.



Contando solo con dos personas llevando el peso de la trama, la caracterización de estas tiene una mayor importancia: ambos aparecen marcados por una pérdida en sus vidas, que será una factor clave en cuanto a lo que pueden encontrarse en los distintos escenarios y que la mansión, presentada como antagonista, crea a modo de trampas. Pero también es esto lo que motiva su forma de actuar y justifica que a menudo el sentido común o el de la supervivencia no sea muy habitual en ellos. Y sobre todo, que estos resulten interesantes: poco se sabe de Lisa, de su tendencia a ocultar su vida privada o por qué ha llegado de vivir de manera errática. Julien, en cambio, es un personaje más de novela pero muy entrañable: en algún momento asume el papel de guía, en otro el de víctima en apuros y su presencia sirve también para aportar un giro muy particular.


Au de-là des murs ha sido más que una miniserie, una película dividida en tres partes. Pero una incluso mejor que muchas producciones que llegan a superar su duración: sin descuidar la historia, los escenarios y la atmósfera fantastique son una parte clave del guión. Y este, aunque a menudo sacrifique la coherencia en favor de la fantasía y lo poética, tiene una cualidad muy irreal que la hace fascinante. Por lo menos, creo que a partir de ahora no volveré a mirar de la misma forma esas casa cerradas que pueden verse en algunas calles.

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