Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 29 de octubre de 2015

Terrorificamente muertos (1987). Secuela, remake, y origen de todo un personaje.



Pese a no haber tenido una aparición en cine desde 1992, y, a diferencia de Freddy Krueger o Jason Vorhees, no tratarse de un villano, Ash ha sido, el héroe de la serie Evil Dead y un personaje tan popular como los primeros. Además, gracias tanto a su carisma como a su aparición en otros formatos, su popularidad se ha ido manteniendo hasta que el estreno de una secuela, en forma de miniserie, se hizo oficial. Carisma y personalidad que curiosamente, no fue hasta la segunda entrega de la serie cuando esta empezó a perfilarse.

 


El título en español de Evil Dead 2 se olvida de numerar secuela y de parecerse en lo más mínimo a su original inglés. En su lugar opta  por anunciar bien claro lo que la película va ofrecer además de dar a entender que la cosa, a diferencia de la primera, Posesión infernal, no va demasiado en serio. Esta plantea de una forma muy rápida lo que sucede en la cabaña donde Ash y su novia van a pasar unos días. Esta, donde se había alojado un arqueólogo que intentaba traducir un antiguo libro de invocaciones, se ha visto rodeada por todo tipo de demonios quienes en muy poco tiempo dan cuenta de sus víctimas. Cuando la hija de este llega a la cabaña, lo único que encuentra es a un Ash enloquecido tras matar a su novia poseída y a una criatura monstruosa encerrada en el sótano. La única posibilidad de salvarse es terminar de traducir el libro y recitar el encantamiento necesario para detener a los demonios.



Los primeros minutos de la película parecen, en apariencia, bastante acelerados: da la impresión que al guión le falta tiempo para poner a los personajes en la cabaña y ante el macguffin del libro, y que empiecen a salir demonios, zombies y casquería cuanto antes, hasta que aparecen los siguientes personajes. La explicación es que en realidad, esas secuencias son casi un remake de la primera película, y aquí viene a pasar de una forma muy resumida, con algunos cambios, lo que se contó en esta. El resultado, pese al poco tiempo que en apariencia dedican a crear atmósfera y presentar a los personajes, es muy curioso y casi acertado teniendo en cuenta el montaje, que no da descanso a la hora de incluir un monstruo y una situación de tensión una detrás de otra.

 


Esta especie de remake del primer guión hace que más que una secuela, pueda verse de forma independiente, además de aportar otro cambio importante: frente a Posesión infernal, concebida como una película de terror al uso, esta incluye una gran cantidad de humor. Pero no macabro, sino muy enloquecido y salvaje: el protagonista, más que verse amenazado por demonios, es insultado, vapuleado y zarandeado de un lado a otro, al igual que el resto de secundarios quienes parece que no pueden acabar convertidos en zombie sin estamparse previamente contra algo. En cierto modo, es casi como un dibujo animado, donde la violencia se plantea de una forma exagerada y cómica, y donde  toda la sangre y tripas de la película no aparecen como algo horrendo, sino como una versión de las persecuciones que podían salir en los cortos de Tex Avery planteadas de una forma más extrema, pero sin perder el punto de comicidad que caracterizará a la saga,y especialmente al personaje, a partir de entonces.

 


Además del giro hacia la comedia, el aporte clave del guión es el cambio y caracterización de su personaje principal. Frente al protagonista más serio y víctima de la situación de la primera película, Ash (Ashley J. Williams para más señas) va convirtiéndose en un principio, en una víctima muy pupas, muy parecida al Coyote de los dibujos, para terminar con un carácter más heróico, pero también muy chuletas y  humorístico, hacia el desenlace y que se irá explotando muchísimo más en la secuela y en las apariciones posteriores en comics o videojuegos. Esto también se debe en parte al trabajo de Bruce Campbell, quien es capaz de pronunciar las frases de su personaje con un gran desparpajo además de demostrar un repertorio inacabable de caras de susto, levantamiento de cejas y ojos desorbitados.

 


Con el tiempo, y mucho sentido del humor, Campbell ha acabado por hacer suyo al personaje, de forma que casi es imposible plantearse a un nuevo Ash que no fuera el, pero que también hace que, vista hoy, la película se note que depende muchísimo de este como protagonista: aunque los primeros minutos sean demasiado rápido, por la intención de replantear la historia inicial, el resto de personajes que aparecen en ella se quedan en poco más que víctimas para que el héroe tenga problemas hasta el desenlace, o bien, aportar el detalle necesario para el final. De los cuatro que aparecen, poco más se sabe de ellos y poco menos hacen que correr, ser poseídos o, qué coincidencia, saber lo suficiente del libro como para ofrecer una solución a la trama.

La falta de personajes que no sean víctimas no hace de Terroríficamente muertos una película menos válida. Precisamente su gracia es esta, la de ser una comedia de terror, con más énfasis en el terror, donde no se cortan, que en el humor, también muy exagerado y de comic, y donde además de ser capaces de plantear una historia terrorífica en un escenario muy pequeño y aparentemente poco ambicioso, sirve en cierto modo como comienzo para una saga y uno de los personajes más queridos y bocazas del género fantástico. Aunque esto último en el fondo, también es parte del encanto de Ash.

lunes, 26 de octubre de 2015

La cumbre escarlata (2015). La caída de la casa del Toro


Guillermo del Toro, en cuanto puede, no duda en hacer una película sobre lo que le gusta, que suele ir hacia lo fantástico, lo macabro, y donde siempre está muy presente todo lo que le ha influido. Sean los relatos de fantasmas, las criaturas fantásticas, e incluso las películas de monstruos gigantes de toda la vida. Pero sobre todo, los fantasmas, quienes han aparecido en sus guiones en varias ocasiones y sobre los que esta vez, filma en su vertiente más clásica y literaria.

 


La cumbre escarlata cuenta con todos los elementos de los relatos de fantasmas y de la novela gótica: Edith, una rica heredera, se traslada a la mansión de su marido, una antigua mansión construida sobre una mina de arcilla que se filtra a la superficie, dándole a la tierra el color rojo con el que los lugareños han apodado la colina. Esta, al igual que la mina, ha visto mejores tiempos y en la que hasta entonces vivían Thomas Sharpe, quien intenta recuperar la fortuna reactivando la extracción de arcilla, y su hermana, una mujer que en ocasiones parece celosa de la recién casada. La nueva casa familiar no es solo amenazadora por la apariencia ruinosa del hogar, sino también por las sombras que a menudo ve en los pasillos. Y es entonces cuando recuerda la advertencia que escuchó hace años: “cuídate de la Cumbre Escarlata”.

 



Las películas de del Toro siempre han tenido una estética muy reconocible, sea por su diseño de los monstruos o por los elementos que comparten sus escenarios. En cambio, la idea en este caso parecía ser la plantear La cumbre escarlata como un relato gótico al uso: opta por una estética más cercana a ese ambiente, muy centrada en lo que puede ofrecer la arquitectura y los vestuarios en todas sus posibilidades. Incluso los escenarios menores sirven para explotar toda la idea que puede tenerse de la estética victoriana, echando mano de todo lo que pueda ofrecer una idea un siglo XIX muy gótico y fantasioso. No había lugar para figuras monstruosas, pero sí para muebles de color oscuro, pesados, retorcidos y para que los vestidos de los personajes femeninos llenen la escena lo máximo posible con mangas abombadas imposibles, encajes y colores que contrastan con los del escenario principal. Aunque, de forma menor, también aparece algún que otro detalle más propio, aunque a modo de guiño, pero también para caracterizar al personaje principal, en una escena muy breve con una habitación llena de muñecos y piezas de relojería.

 


Pero el escenario estrella, o más bien, el que podría considerarse un personaje más de la película, es la mansión que le da título. Y con la que se explayan a través de una construcción imposible, llena de torreones, pasillos y con la que se olvida cualquier intención de apariencia realista. Los interiores también son un puro exceso, donde no dudan en decorarlo de una manera barroca y ruinosa. El propio planteamiento de esta carecería de sentido también en una situación que no dependiera tanto de la estética que pretenden trasmitir: secuencias, como los pozos de arcilla roja, tienen un color que, más que sangre, a lo que deberían recordar en un principio, parece pura salsa de tomate...pero también, los mismos colores chillones que podían verse en las producciones de la Hammer.

 


Si el principal problema que puede dar hoy el presentar una historia gótica es el tipo de protagonista femenina, que suele quedarse en alguien muy pasivo y víctima, también lo es el cómo adaptar esta a los gustos actuales, cuestión que a menudo suele acabar en desastre o con personajes que se comportan de una forma bastante absurda para la situación. En este caso, se recurre de forma muy efectiva a los medios de los que se podía disponer: esta es escritora, con preferencia por lo sobrenatural, y por ello, mucho más sensible a lo que pasa a su alrededor, pero también con bastante intuición como para poder hacer avanzar la trama con sus propios medios, y a la que enfrentan a peligros que puede superar debido a su caracterización. Estos últimos, también empleados de una forma muy prudente, donde la protagonista no puede hacer otra cosa que salir corriendo y defenderse de la forma más simple posible.

 

El guión es, en el fondo, muy deudor de textos que se han ido quedando como parte de la idea de los fantasmas clásicos. Es imposible no ver la mansión de los Sharpe y  a ambos hermanos sin acordarse de La caída de la casa Usher, o que la trama romántica entre Edith y este, así como el paisaje desolado, haga pensar un poco en Cumbres borrascosas. Pero, siendo una historia gótica, el guión también tiene los fallos de esta: incongruencias de los personajes, elementos que parecen un poco puestos para ser encontrados (desde recortes de periódico hasta un gramófono muy oportuno), que, en el fondo, se toleran del mismo modo que pueden tolerarse cuando se lee una narración de este tipo, pero que de otra forma, no pasarían una visión más crítica. Al igual que la trama romántica y el toque trágico que empieza a tomar peso en la segunda mitad y a la que, en cierto modo, la propia protagonista le hace un guiño en un momento dado: a esta, igual que al guionista en alguna ocasión, le han insistido para incluir una en su relato de fantasmas.

 


Precisamente por no depender tanto de los elementos sobrenaturales (porque fantasmas salen, pero tirando a poco y más bien para avisar de algo. Que tampoco se les da muy bien a los pobres) y más de la parte dramática, o en su caso, más teatral, el trabajo de los actores es aquí bastante importante, y también se ha recurrido a uno que cuenta con bastante favor del público pero a la vez, demuestra contar con el registro necesario. Aunque, el que en principio se hubiera pensado en Benedict Cumberbatch para después quedarse con Tom Hiddleston da una idea del tipo de protagonista que se buscaba. Este último demuestra que no corre el riesgo de encasillarse con Loki, porque se adapta perfectamente a su papel con lo que este implica. Que sería, en muchos casos, parecer teatral y poco creíble: si en gran parte de la película parece que su interés romántico es bastante forzado, es porque esa es la idea que pretende trasmitir. Jessica Chastain, en cambio, puede haber tenido menos bombo, pero en sus escenas resulta todo lo inquietante que es necesario. Y Mia Wasikowska, desde luego, me gusta mucho más que en su aparición como Alicia…además de salir mucho más robusta y menos transparente que en la película de Tim Burton.

 

Para lo que podía esperarse de una película de fantasmas de Guillermo del Toro, La cumbre escarlata puede resultar desconcertante. No hay tantos villanos, ni escenas de susto como podría esperarse, y sí más ganas de recrearse en la estética, los escenarios, y en una historia que busca tintes más trágicos y teatrales. Que en realidad, son los propios de este tipo de historia, para bien y para mal.

jueves, 22 de octubre de 2015

Radiografía española de Pac Vera Saz. Treinta años de radio, resumidos para todos



La radio es un medio que siempre me ha quedado a desmano. Tardé en aficionarme a la música, al menos, a lo que emitían las emisoras musicales como tal. Los programas que podrían haberme gustado se emitían a un horario prohibitivo y solo pude escucharlos años después, gracias a los podcast, gracias a los cuales es por los que ahora escucho muchos más programas de los que hubiera pensado. Pero la radio como tal eran voces que iban por un lado, y mis aficiones, por otro.

 


Por eso es un poco raro que me fijara en un libro que resumiera aspectos importantes de este medio, de no ser por su título: Radiografía española se describía en su portada como “Una historia de la radio que mola”: con semejante apunte, se anuncia solo. Además, en su contenido indicaba que no se centraría en la época de Matías Prats ni de la radionovela, sino de Encarna Sanchez, y desde la SER hasta las emisoras musicales de creación reciente. Ahí me pudo el interés, porque sí apelaba a cosas más cercanas. La radio no sería nada mío, pero sí lo eran mis abuelos escuchando a Gabilondo, quedándose dormidos con Hablar por Hablar, o incluso indignándose con las opiniones de Jiménez Losantos, sí. 

El libro de Vera es, además de una guía a grandes rasgos de las emisoras actuales, de su nacimiento, transformación, y de la evolución y características de los programas según los horarios, un ensayo donde no faltan apuntes sobre estos temas muy ligados a anécdotas personales. Los capítulos sobre la programación de madrugada, las tertulias o las emisiones de primera hora hacen referencia a cosas como escuchar un programa durante una siesta de verano, encontrarse con Carlos Pumares o discutir con una compañera de clase sobre Losantos (que, o lo amas, o lo odias. Pero siempre se lo oye en algún momento). Anécdotas que hacen el texto mucho más cercano y más complice, y que en cierto modo, siempre son un inciso acertado cuando algún capítulo se hace demasiado extenso en cuanto a información.

Porque información no falta, tratándose de una historia de la radio. Y para un lector ajeno, al que solo le suenen los nombres de los locutores conocidos, toda una guía sobre cómo se han ido configurando las parrillas de emisión, los cambios de emisoras y carreras en general de sus profesionales, e incluso de cómo la figura del locutor ha ido evolucionando en cadenas temáticas como pueden serlo las emisoras musicales, en uno de los capítulos más extensos de todo el libro.

Pese a los aportes personales en algunas ocasiones, y el tratarse en principio de una historia muy informal, de no cortarse en incluir una introducción algo poética o filosofar un poco en el encabezamiento de cada capítulo, este también sorprende por su imparcialidad. El autor se queda muy al margen en cuanto empieza la parte informativa, y salvo ocasiones muy contadas, no hay opiniones sobre la calidad de tal programa o el estilo de cual locutor, sino que en su lugar hay información objetiva, sobre la audiencia, años o cambios en la política de una emisora. De nuevo, algo muy de agradecer para el lector, que se encuentra con un tema muy bien articulado, y no unicamente con lo que su autor piensa.

De todos los temas a los que se les dedica un capítulo, el más interesante y amplio es el de las emisoras musicales. También es el más agradecido de leer porque de algún modo u otro, siempre se acaba escuchando una de estas y en el que es posible seguir la pista un poco a los cambios de estilo en cadenas como Los 40 principales, la vida y clausura de las creadas como secundarias de otras emisoras, y especialmente, de la competencia entre estas y de las tendencias en cuanto a  presencia o ausencia de los locutores. Aunque en este último tema sí que incluya algo más de opinión, no supone un contraste con el resto de capítulos y resulta bastante entretenido.  Especialmente al recordar la época en la que no había algo que repateara más que el presentador se pusiera a decir cualquier cosa en medio de tu canción favorita.

Radiografía española era en apariencia un libro sobre el último tema que podría interesarme. En cambio, lo que iba a ser una lectura por cuestiones nostálgica resulta ser un ensayo muy ameno que, gracias a esto último, sirve tanto para los oyentes habituales como para los que no hemos encendido una radio en mucho tiempo.

lunes, 19 de octubre de 2015

Dead Rising. Watchtower (2015). Zombies, telediarios y bricolaje.


Los videojuegos, poco a poco, se han convertido en una fuente más de guiones para el cine. Aunque a diferencia de los libros y los comics, esta siempre ha estado marcada por unos resultados muy irregulares. Sin tener en cuenta las cosas raras que hicieron durante los noventa y lo que perpetra Uwe Boll a ratos, series como la de Resident Evil conserva de su original solo el nombre, a Doom le pasaba lo mismo, Silent Hill dedicaba más tiempo a una estética muy cuidada que al guión, además de tener una secuela muy floja. No puede decirse que en general sean una fuente de material cinematográfico de calidad, aunque de entrada, el caso de Dead Rising parece un poco distinto. Esta es una franquicia relativamente reciente, de menos de diez años, de la que solo conocía el nombre. En la imdb cuenta con un modesto 5.2, nota bastante competente teniendo en cuenta los resultados anteriores.  Además, había zombies, que por mucho que hoy parezcan un recurso sobreexplotado, me siguen gustando más que a un tonto un lápiz.



Otro detalle distinto de Dead Rising respecto de una historia de zombies al uso es el emplear la epidemia como un hecho puntual y no una situación global. En este caso, el virus zombie (porque aquí no se cortan de utilizar la palabra) ha sido controlado, tratándose de una enfermedad más. Los infectados pueden llevar una vida normal gracias a un medicamento que es administrado regularmente. Pero un nuevo brote parece ser resistente y las autoridades declaran a la ciudad en cuarentena. Chase, un periodista que sospecha que el fallo de la medicación puede ser deliberado, y una infectada que parece inmune al nuevo virus son algunos de los pocos supervivientes que han quedado en las calles, ahora pobladas por zombies y saqueadores más peligrosos que los muertos vivientes.



Aún sin conocer el videojuego en cuestión, hay muchos detalles de los que se denota su origen. Algunos, como el vestuario del protagonista, muy reconocible por cualquier cartel, o determinados objetos como un televisor analógico o un radiocassete, demasiado aparatosos y llamativos para la tecnología y estética del resto de la película, pueden tomarse como guiños. Otros, además de notarse ya más su origen en el juego, resultan bastante chocantes: durante toda la película los personajes parecen empeñados en hacer armas a base de lo que encuentren, desde bates, mazas, machetes o escobas hasta rebarbadoras (que es como elevar al cubo el cliché de las motosierras), además de insistir bastante sobre ello durante los diálogos. Quizá para el juego tiene gracia, pero es una de esas cosas que teniendo en cuenta el tipo de personaje y sus características, no tiene mucho sentido más allá de la referencia al formato original.



La realización de la película resulta bastante correcta. Queda bastante lejos del nivel que una serie B puede alcanzar en los últimos años, pero por suerte, también bastante lejos de lo que podría ser un telefilme de Syfy: el presupuesto es bastante limitado para lo que querían hacer y procuran grabar en interiores durante el mayor tiempo posible, pero por suerte, las escenas de acción cumplen bastante bien y en ningún momento llegan a verse efectos digitales de mala calidad. Incluso emplean el argumento a su favor, recurriendo al poco tiempo que transcurre desde la epidemia, pudiendo utilizar así unos maquillajes muchos más sencillos, que están al nivel de cualquier Marcha Zombie de esas que organizan con fines promocionales, pero que es efectivo y gracias a lo cual, al menos, no escatiman en la aparición de muertos vivientes, que es el primer reclamo del guión.



Este último también queda bastante corriente: no llega a ser malo, pero tampoco memorable: mantiene bastante bien las dos tramas sobre los protagonistas y los planes del gobierno, además de conseguir un desenlace bastante eficiente para la historia, donde esta, como tal, queda bien cerrada pero da pie a una posible secuela, sin tener que recurrir al truco del final abierto o peor, de terminar en cliffhanger. Aunque esta parte vaya funcionando, las secuencias del noticiario resultan un tanto absurdo: no sé si estas son un guiño a algo que salía en el juego, pero la actitud y diálogos de los personajes que aparecen en ellas, en lugar de ser el alivio cómico que pretendían, quedan bastante raras, como si las hubieran sacado de una película de menos presupuesto y pegado ahí.



El reparto está formado por caras vistas, como mucho, en alguna película de estreno limitado, y sobre todo de televisión: tanto su protagonista como dos de las actrices principales, a las que se reconocen enseguida como Caperucita y el Hada Azul de Érase una vez…y como en muchas de estas producciones no puede faltar la cara que fue conocida, Virginia Madsen aparece con un papel bastante secundario, tanto por tiempo en pantalla como por lo poco que lleva a cabo: a ella le correspondería el elemento más dramático, que no llega a aportar gran cosa porque el guión, al igual que el videojuego, está más pensado para la acción y no para lo emotivo.


Dead Rising: Watchtower  ha tenido suerte como adapción, funcionando bastante bien para los que la vean sin saber nada del videojuego y que para que engañarse, no la vean teniendo grandes esperanzas respecto a originalidad o historia. En cuanto al resto, la nota por la que me había guiado también era acertado: es correcta, y poco más.

jueves, 15 de octubre de 2015

El señor de los gusanos (Zombieworld). Un comic de zombies. De antes de haber zombies



El domingo pasado terminó Fear the Walking dead. El próximo vuelve The Walking Dead. Y hace dos o tres semanas, se estrenaba la segunda temporada de Z Nation. Entre tanto zombie, y bien feliz que estoy, me acordé  de una colección de comics que había sido un experimento muy limitado, a finales de los noventa, y que en España se quedó en la publicación de un único número.



Lo primero que entonces me llamó la atención de Zombieworld fue el título. ¡Zombies! Cuando a estos no los había visto más que en las películas, y ninguna anterior a 1991. lo segundo fue el precio. 1200 pesetas por un comic de 64 páginas. pero la portada compensaba el sablazo que me había pegado la editorial Norma: una ilustración de Mike Mignola repleta de gente disparando, espectros...y zombies. De los que hasta entonces no había imaginado encontrarlos en viñetas.



Ese tomo, por llamarlo de algún modo, incluía una introducción donde se explicaba la intención de la colección. Mike Mignola proponía un nombre común para varias series limitadas, independientes entre sí, que tenían como nexo común el tratarse de historias de zombies. La primera de ellas, El señor de los gusanos, era un guión del propio Mignola lleno de elementos pulp y lovecraftianos. Pero sobre todo pulp: la hija de un arqueólogo descubre que una reliquia robada servía para mantener en su tumba a un poderoso no muerto, quien ahora pretende convertir al mundo en un páramo poblado por cadáveres. Y de paso, convertir a la moza en cuestión en su reina...¿Por qué, si después de un par de milenios está más seco que una mojama? Ni idea, pero todo villano pulp que se precie tiene que empeñarse en pasar a alguien por la vicaría. Mientras, un grupo formado por un profesor achacoso, un grandullón, una pistolera y un médium parecen los únicos capaces de detener al nigromante.

O podrían haberlo sido, sino fuera porque la serie limitada terminaba con un final abierto y con el nudo de la trama por llegar. Porque parte de la idea de la colección parecía ser que cada historia presentara el inicio de una epidemia zombie. la que fuera: desde los radiactivos a los vengativos, pasando por la versión más clásica y más cuidada que era este primer número.



Además del guión, pese a que sea una especie de relato a medio terminar, el dibujo también era toda una peculiaridad. A ratos este parecía similar a los comics de la EC, a ratos con viñetas que no desentonarían en un álbum de Blake y Mortimer o cualquiera de línea clara. Y los colores, de textura plana, oscuros o más chillones según la situación, le daban un aspecto muy clásico, haciendo que los dibujos de Pat McEwon fueran completamente distintos al dibujos de superhéroes y el manga que empezaba a instalarse y que prácticamente era lo que podía verse en las librerías generales que se atrevían a trabajar con comics.



Zombieworld se quedó en cuatro series limitadas, una de las cuales continuaba El señor de los gusanos con muy poca fortuna: sus nuevos guionistas y dibujantes plantearon un guión muy distinto, alejado de los cánones del anterior, pero que por desgracia no era capaz de seguir la historia inicial y se quedaba en algo anecdótico. El resto, como mucho, eran historietas de esas que se han visto mil veces si se es aficionado a los zombies. Y en España se quedó tan solo en un único número que recopilaba los tres o cuatro comics originales. número que en su día, pese a ese final abierto (y de guionista vago, me parecía entonces en pleno disgusto), releí muchísimas veces y que aún hoy conservo entre mis comics favoritos.

lunes, 12 de octubre de 2015

La niebla (1980). Los fantasmas que vinieron del mar


 
A veces es un poco difícil poder ver una película, no por tercera vez, sino por segunda, cuando no es recurriendo al dvd o soporte parecido: muchos canales destinados al cine parecen olvidar que hubo vida antes de 1991, y si se trata de cine fantástico, hay que sumarle una década al menos. Algo que se echa mucho en falta cuando, por ejemplo, se piensa en John Carpenter, quien durante los ochenta fue capaz de dirigir casi una película por años, entre las cuales se cuentan algunas de las mejores del fantástico entonces. Una de ellas es nada menos que un relato de fantasmas de los de toda la vida.

 


La niebla no podía comenzar de una manera más clásica. Un marinero cuenta a unos niños una historia sobre cómo, hace casi cien años, un barco, engañado por una falsa señal, naufragó cerca de las costas del pueblo. Esa misma noche, el sacerdote encontrará un diario oculto en las paredes de la iglesia, que prueba que el relato era cierto, pero no como lo contaba la leyenda. El barco había sido conducido contra las rocas hace casi un siglo a causa de una densa niebla que cubría el mar y la hoguera encendida por los fundadores del pueblo, quienes emplearon el oro de su cargamento para construir este. Y a unos pocos días del centenario de la localidad, empiezan a suceder fenómenos extraños: durante la medianoche, la niebla, a través de la cual pueden verse a unas extrañas figuras armadas con sables y garfios, vuelve a cubrir las calles de la ciudad.


 

El referente más cercano que tiene el guión es el de los relatos de William Hope Hogdson, para quien el mar y sus leyendas supusieron gran parte de su inspiración. Gran parte de los elementos, como personajes como el sacerdote, el pueblo costero, su historia oculta y la trama sobre venganzas sobrenaturales perfectamente podría haber tenido lugar en un cuento de finales del XIX. En cambio, su planteamiento y empleo de medios de la época actual funciona perfectamente: detalles como el servirse de una radio para alertar a la población, o el funcionamiento eléctrico de un faro son claves para el desenlace, y no un añadido para que al público no le resulte chocante ver una historia clásica.

 


Los protagonistas también son propios del terror moderno: en lugar de profesores o historiadores, estos son gente de a pie, alguien muy pensado para ser reconocido y comprensible para los espectadores, pero que también cuenta con una caracterización necesaria para poder aportar algo a la trama: el personaje de Nick, interpretado por Tom Atkins, aporta un enfoque más pragmático y decidido, más cercano al héroe que encara a los espectros a puñetazos si hace falta que alguien que se quede bloqueado ante lo sobrenatural. Este, al ser acompañado en la segunda mitad por el del sacerdote, funciona muy bien por el contraste y al complementarse con la actitud de este último. En cambio, la parte más emotiva es la aportada por una locutora de radio, quien por lo claustrofóbico de su escenario y el riesgo que esta y su familia sufre, aporta uno de los momentos con más tensión de la película. Pero no todos salen tan bien parados en cuanto a participación: el papel de Janet Leigh es breve pero bastante digno, y en cambio, el de Jamie Lee Curtis, es poco menos anecdótico. Se nota bastante que está pensado para que el protagonista tenga un interés romántico, sin que haga mucho más. Por suerte para ella, se ve compensado con unos rasgos que la convierten en una secundaria simpática y que no molesta, sin llegar a convertirse en un figurón.

 


El guión, probablemente por estar tan sujeto a unos estereotipos clásicos bastante rígidos, tiene momentos que, sobre todo hoy, no terminan de funcionar: cosas, que el espectador puede dar por supuestas por su condición, son asumidas enseguida por los personajes. Si alguien menciona un diario, de repente todos asumen que ahí tiene que haber una pista, o que una secuencia dramática sea despachada rápidamente porque es necesario que un secundario haga algo determinado. Esto, en el fondo, no son más que fallos muy nimios, que apenas afectan a la propia película y que en cierto modo, si se le pueden tolerar a Hogdson o a Machen (apellido al que hacen un guiño también), aquí también se debería, al no ser otra cosa que parte de la historia, para bien y para mal.

 
 
 
Sin tener grandes efectos especiales, porque estos son muy contados y no especialmente lujosos, son las secuencias fantásticas las más llamativas por su carácter artesano: la presencia de lo sobrenatural se anuncia con elementos tan simples como una niebla muy brillante en medio de la noche (de una noche que, en lugar de ser un exterior real, es una ilustración), y de unos espectros que nunca llegan a verse. Algo curioso, teniendo en cuenta que estos se han planteado con una forma muy corpórea. Si bien llevan armas y son capaces de causar daño, de estos apenas se ven sus brazos siempre negros y de aspecto lodoso, garfios o sus siluetas donde destacan unos ojos rojos muy irreales. Algo que en cierto modo podría resumirse como cuatro tíos disfrazados avanzando entre hielo seco, pero que por esa total simpleza funciona a la perfección, y que para muchos es uno de los detalles más memorables de la película.

La niebla es, en el fondo, tan sencilla e inquietante como la leyenda con la que esta comienza en sus primeros minutos. Pero, al igual que los relatos de Hogdson, Machen o incluso Jean Ray (aunque este último, mucho más aficionado a que haya una pelea a puñetazos en algún momento) se disfruta por lo que son, por ser una historia de terror bien construida y sin alardes. De los que, por lo que ví en las fotos del remake del 2005, sí hacen a la hora de presentar a sus personajes fantasmales. Pero me parece en este caso, vale más una buena historia, un bloque de hielo seco y dos linternas rojas, que todos los efectos digitales de los que disponían 25 años más tarde.

jueves, 8 de octubre de 2015

Coherence (2013). Universos paralelos sin salir de casa


Si la física cuántica es algo que siempre ha resultado interesante, pero imposible comprender para los legos, no pasa lo mismo con su versión adaptada para todos los públicos, que serían los universos paralelos y la posibilidad de desplazarse entre ellos. Esta ha sido una constante habitual en la ciencia ficción, escrita o televisiva, y ahí están las cinco temporadas de Fringe que lo demuestran. El tema ofrece muchas posibilidades añadiendo una pequeña variación en algún momento: ¿Y si los nazis hubieran ganado la guerra? ¿Y si la Inquisición siguiera activa en el siglo XXI? ¿Y si los políticos fueran honrados? Pero estos, en apariencia, también implicarían una mayor dedicación y presupuesto a presentar algo que ha supuesto un cambio tan grande. Otra opción, en cambio, es reducir esas posibilidades a un grupo determinado de personas y a lo que podría suceder según tomen una u otra decisión. Algo que, además de resultar más manejable, también sirve para enfocar una historia de una forma mucho más personal y cercana a lo cotidiano, y en cierto modo, distinto a los clichés habituales de estos casos.

 


Coherence ha optado por esto último, llevándolo hasta el extremo, en cierto modo: es una película en la que no hay más que ocho personajes y dos escenarios. Quienes, como cualquier otro grupo de amigos continúan reuniéndose pese a los conflictos y relaciones sentimentales terminadas que pudiera haber en el pasado. Uno de los temas de conversación durante la cena es el paso de un cometa, que excepto afectar a las comunicaciones y una historia relacionada con los incidentes sucedidos durante su paso hace cien años, no pasaría de anecdótico. Pero lo que parecía una anécdota empieza a convertirse en algo real: sin comunicaciones, sin luz eléctrica en muchos casos, y con el exterior de la casa sumido en una oscuridad absoluta, muchos de los personajes que se atreven a salir regresan cambiados alguna forma: una herida, el color de la linterna que llevaban, o incluso su actitud hacia el resto.



Exceptuando la mención inicial al cometa, como elemento fantástico, y el posterior desarrollo del guión, la película podría pasar por cualquier proyección de cineclub donde todo lo que sucede se limita a un grupo de personajes hablando por los codos y afrontando conflictos personales. El comienzo es así tal cual, y se toman su debido tiempo para ir presentando a los personajes, su trasfondo, sus problemas anteriores, e incluso su forma de actuar en un ambiente distendido. Para crear una atmósfera de normalidad, o más bien, de realismo, es correcto, pero en algunos momentos, especialmente la secuencia de la cena, puede hacerse muy larga para alguien que esperara un guión algo más dinámico. Además, el incluir a ocho personajes no es lo más adecuado porque al final, solo hay unos cuatro que parecen llevar la voz cantante, y el resto, se quedan en poco más que secundarios sin más de dos o tres frases y menos caracterización.

En cambio, esto también hace que resulten bastante creíbles: al menos en cuanto los que tienen más peso, resultan mucho más comprensibles sus actitudes, e incluso sus miedos, respecto a lo que está pasando. Y, sobre todo, al consistir la trama en la posibilidad de distintos escenarios paralelos, es posible ver la actitud y elementos negativos de estos con solo una pequeña variación en un momento dado.

 


Esta actitud de los personajes también es uno de los puntos fuertes a la hora de desarrollar todos los elementos de ciencia ficción: aunque estos se han caracterizado como gente de un entorno más o menos culto, recursos y conocimientos, su primera reacción ante las anomalías (que en ningún caso son algo llamativo, sino que no pasan de la ausencia de Internet o que la luz se vaya) es el miedo a lo que estos desconocen. En cuanto se aclara el tema central, en todo momento estos temen encontrarse con los que serían ellos mismos de las distintas realidades, pero que a la vez, sea practicamente imposible distinguir unos de otros. Si hubiera que elegir la secuencia más significativa, sería el encuentro de tres o cuatro grupos disintos, que optan por salir corriendo en cuanto se ven unos a otros.

 


Al querer mantener un tono tan real y cotidiano, lo que más falla es la introducción de la explicación para el espectador: es fácil que todo lo del cometa salga en una conversación, pero a medida que esto se explica, no les queda otra que optar por un Deus Ex Machina: de todas las coincidencias que podía haber, la que sucede es que el hermano de un personaje sea físico cuántico y mira por donde, este le ha prestado un libro que habla de la teoría del Gato de Schrodinger y las distintas realidades.

 
Aunque el arranque, entre tantos diálogos poco trascendentes, y la explicación de la trama se hagan muy cuesta arriba en el primer caso, y muy sacada de la manga en el segundo, el mayor acierto se encuentra en la narración: esta comienza a retorcerse sin que el público se de cuenta, incluyendo primero pequeños detalles que después, acaban explicándose en otro momento…o quizá, en un escenario distinto del que comenzó la historia. Enigmas como pueden ser notas en las puertas, o una caja con fotos de los personajes y números anotados, se van resolviendo casi al final, donde a modo de conclusión, es posible echar un vistazo rápido a lo que ha ido pasando en varios de los escenarios que sin que los personajes se dieran cuenta, han ido cruzándose en la historia.

Coherence empieza con pinta de drama, continúa como ciencia ficción y termina mezclando ambos de una forma muy adecuada, en uno de esos finales que hacen pensar que no estaría mal verla por una segunda vez e ir pillando todos los detalles que habían quedado perdidos.

lunes, 5 de octubre de 2015

Retreat (2011). Personas a las que no llevarse a una isla desierta.


A menudo una isla es un buen escenario para una historia de suspense. Pero también lo puede ser para la ciencia ficción, especialmente, para todo lo relativo al tema de virus, epidemias y cualquier cosa que tenga que ver con el fin del mundo. A fin de cuentas, Max Brooks ya explicaba en la Guía de supervivencia zombie que era el escenario más seguro. Pero en algunos casos, el más económico, cuando gracias a las características de este escenario, es posible plantear una historia explotando elementos como el aislamiento o la desconexión del mundo exterior.

 


Retreat comienza precisamente con un retiro a una isla a la que los protagonistas acuden con la esperanza de recuperarse de la pérdida de su hijo no nacido y salvar su matrimonio. Estos, en unos pocos días, parecen abocados a separarse, hasta que la llegada de un soldado inconsciente a las costas de la isla anuncia algo peor: este asegura que una epidemia global está acabando con la población y que deben ante todo  sellar la casa, evitando el contagio y a todos los que puedan provocarlo. Pese a lo improbable de su historia, lo aislado de su situación y la imposibilidad de contactar por radio con tierra firme hace que acaben creyéndole y obedeciendo sus órdenes. Pero su actitud paranoica y su comportamiento errático provocan sospechas que cada vez parecen más reales.
 



Más que cine postapocalíptico, se trata en realidad de un trhriller psicológico: la trama de la epidemia global se ve en este caso como un macguffin para poder incluir a un elemento adverso en la situación de los personajes, en este caso, el soldado y lo que este asegura, que acaba convirtiéndose en la principal amenaza para estos. Por eso su caracterización y problemas previos tienen una gran importancia: especialmente, el carácter más fuerte o más blando de cada uno, incluso determinados defectos físicos, que el antagonista, y el guión, en algún caso,  explota en su provecho. El tema del aborto aparece como primer fuente de conflicto, pero en el fondo, es uno de esos elementos secundarios que, a la vista de la resolución y avance del tono de la película, acaba quedándose en un tema un poco de telefilme, y que se olvida pronto.

 


Cillian Murphy y una isla desierta: el sueño de toda fangirl

La narración opta por una perspectiva muy distinta, que tras varias películas de zombies, infectados y fines del mundo que habían sido estrenadas, resulta bastante ingeniosa: muchas de ellas se narraban desde la perspectiva del protagonista donde unos secundarios desconocían lo que había pasado. Pero ninguna donde los protagonistas se encuentran con alguien que les cuenta una situación muy improbable, y con unas consecuencias bastante lógicas: en ningún momento se toma partido abiertamente por una u otra posibilidad, ni se depende en exceso de un giro de guión que exponga todo. Al menos, relativamente: la actitud del soldado es lo bastante rara y desquiciada como para que los personajes principales y el espectador acaben planteándose una posibilidad más lógica y realista que la propuesta por el primero.

 


Aunque secuencias como las explicaciones un tanto vagas sobre un virus demasiado de ciencia ficción, o referencias a perseguidores que los otros personajes no han llegado a ver hacen que el guión sea bastante claro en este punto, además de más cercano al suspense, no dudan en jugar al despiste y no terminar de abandonar una posibilidad más propia de la ciencia ficción. Gracias a la caracterización y desarrollo que Jamie Bell (al que hace unos cuantos Oscars conocimos como Billy Elliot. Aunque yo lo recordaba más de Deathwatch) da al soldado, con su actitud enloquecida y medias verdades e historias a las que recurre en todo momento, consigue un papel muy creíble, con el que, sea cual sea el desenlace, la película funciona al constituir en realidad la amenaza real e inmediata de los protagonistas. Todo un mérito porque estos cambios de registro que utilizan al final, a modo de sorpresa, no terminan de funcionar: la historia habría sido realmente válida con estos tres protagonistas, sin tener que recurrir a unos trucos que parecen un poco de capítulo de Twilight Zone.

 


Al tener que depender unicamente de los personajes, los actores juegan un papel todavía más importante: en este caso, optaron por caras relativamente conocidas, pero con bastante carácter. Jamie Bell es el más sobresaliente, al interpretar al que provoca el conflicto, pero Thandie Newton y Cillian Murphy también consiguen ser una buena elección: si bien la primera es una de esas caras que suenan de muchas películas, pero que es difícil recordar cuales (en este caso, Las crónicas de Riddick), es a Murphy al que le toca un papel un poco alejado de lo que solía hacer entonces, como es el de tipo normal y corriente. Aunque, echando un vistazo a su carrera, entre 28 días después, Sunshine y Retreat, parece que cada cinco años rueda una película de ciencia ficción o temática postapocalíptica.

Retreat es una de esas películas filmadas de una manera simple: tres personajes, un decorado, y sin más exteriores que las pocas vistas que ofrecen de una preciosa isla. Tampoco es ciencia ficción al uso, como había esperado en un principio, e incluso su desenlace parece un poco pensado para terminar de golpe y sin complicaciones. Pero en cambio, como película de suspense en su mayor parte, funciona de una manera muy efectiva.

jueves, 1 de octubre de 2015

El corredor del laberinto 2. Las pruebas (2015). Coleccionando tópicos y escenarios.


Cuando funciona, después de toda película juvenil llega su segunda parte. Gran parte de estas, además de adaptar sagas recientes, tienen argumentos similares, con premisas de ciencia ficción, bandos enfrentados, y de ahí, las variaciones que el autor decida. En su mayoría no pasan de ser lo típico que pones un sábado por la tarde para no pensar mucho, y es raro que llegue a estar pendiente de una segunda parte. El corredor del laberinto era uno de esos casos en los que la curiosidad jugaba un papel importante: todo el planteamiento se basaba en el desconocimiento absoluto de los personajes sobre lo que estaba pasando,  para terminar con un cambio completo de registro y escenario. Algo más interesante que Divergente parecía, aunque tampoco era para quitarme el sueño y menos como para ir al cine…Si no fuera por las promociones que están haciendo recientemente. Y debo reconocer que esto de poder ir al cine por ocio sin más, sin tener que planificar qué película ir a ver, es todo un acierto. Especialmente en casos como estos.

 


Tras haber escapado del Claro, un laboratorio simulando un bosque donde los protagonistas habían vivido hasta entonces, Thomas y sus compañeros se encuentran ante un escenario desértico, causado por un brutal cambio climático, y con una epidemia que ha diezmado a la humanidad, a la que ellos, junto a otros jóvenes, resultan ser inmunes. Pero la única cura que ha encontrado C.R.U.E.L. (en serio, esta organización debería despedir a su responsable de marketing), implica el sacrificio de todos los inmunes. Sin más indicios que las memorias que poco a poco van regresando, Thomas deberá cruzar el desierto, entre edificios ruinosos y víctimas de la epidemia, convertidos en monstruos, para poder encontrar a un grupo que se opone a las prácticas de C.R.U.E.L.



Tratándose de una segunda parte, donde generalmente las tramas suelen ir mucho más ralentizadas y perdidas entre dramas con los personajes, esta resulta mucho más interesante que la primera. Lo cierto es que el corredor del laberinto como tal, era un cebo para poder presentar el escenario siguiente, que es mucho más dinámico y amplio que el anterior: ya no dependen tanto del enigma inicial sino de cómo resolver el conflicto posterior, y el que los personajes estén en movimiento en una ambientación más amplia siempre supone mayores sorpresas. También es una ventaja que en todo momento siga manteniéndose un mayor interés por la historia y la acción que por cualquier atisbo romántico entre protagonistas, aunque por desgracia, aquí no pueden evitar incluir un amago de triángulo amoroso que, ni pinta gran cosa, ni aporta, ni siquiera se vuelve a traer a colación.

 


Los elementos que incluyen son todo lo necesario para que a la película no le falte ni un ápice de acción: un escenario postapocalíptico, un entorno muy hostil, infectados, supervivientes y dos facciones enfrentadas. Cosas, que no se puede mentir: se han visto una y mil veces, y la forma de plantearlas no es nada original. Estas parecen puestas un poco porque sí, sin que haya ninguna explicación a por qué del cambio climático, ni a una epidemia que es de lo más aleatorio que han podido imaginarse (a ratos son infectados zombies, a ratos es un virus con síntomas, según necesite el guión) ni mucho menos, un planteamiento más coherente para el enfrentamiento entre la organización malvada y la resistencia de turno, más allá del maniqueo buenos contra malos. La mezcla de estos se han realizado también de una forma bastante poco original: estos escenarios tan repetidos hacen pensar enseguida en Resident Evil, 28 días después e incluso Mad Max, y el único motivo por el que terminan funcionando es por haber invertido bastantes valores de producción a la hora de recreando y porque, en mi caso, ha coincidido que meten gran parte de temas que me gustan, y correctamente hilvanados aunque no originales, por lo que en el fondo, es una mezcla nada innovadora, pero que va por lo seguro y cumple.

 


La orientación de la película también se nota en cuanto al reparto: es una producción donde la mayor parte son actores muy jóvenes, y los secundarios de más edad apenas tienen presencia. Un poco más, en comparación con la anterior, por lo de haber ampliado los escenarios, pero la presencia de Lily Taylor o Aidan Gillen, que es una de las caras más conocidas gracias a su papel de Petyr Baelish, es casi anecdótica. El peso recae en gran parte de los actores de la entrega anterior, bastante eficientes pero con un peso muy mal repartido para todos los que aparecen: exceptuando a su protagonista, y los secundarios que lo acompañan en momentos determinados, el resto se queda en parte de un grupo muy poco definido, sin más carácter que el de salir corriendo y soltar frases tremendistas para acentuar el drama de alguna secuencia. Porque, generalmente no suelo fijarme, pero este ha sido uno de esos casos en los que la calidad de los diálogos se queda por debajo de lo simple.

 


El corredor del laberinto 2 es una película que en realidad, no puede pensarse demasiado. Ni su planteamiento ni los elementos que junta parecen tener una lógica más allá de que combinaban bien y daban para escenas de acción. Pero la mezcla, pese a su falta de originalidad, va funcionando precisamente por unos aportes que siempre ofrecen muchas posibilidades.

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