Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

lunes, 29 de julio de 2013

Cockneys vs. Zombies (2012). Exactamente, lo que dice en el título. Y algunos jubilados, también.



Los zombies han traspasado fronteras y hoy cualquier país puede aportar su propia versión de los muertos vivientes, sin tener que recurrir al truco de ambientar sus guiones en Estados Unidos. En los últimos años, he visto zombies o infectados mordiendo a ciudadanos ingleses, franceses, españoles y hasta alemanes. La primera aparición de estos en territorio británico debió ser en 2004 con Shaun of the Dead, y ahora, con los zombies formando parte del entretenimiento general, les toca probar suerte de nuevo.



Como el título indica, Cockneys vs. Zombies tiene lugar en el East End de Londres, una zona popular que ahora se está reurbanizando para disgusto de muchos de sus habitantes. Precisamente esta es la causa de la epidemia que habrá en la historia, al abrir una catacumba donde todavía se conservaba un zombie con bastantes ganas de morder pese a los siglos. Más allá del detalle de las obras, poco importa de donde venga la infección o cómo intenten contenerla, porque el guión se centra en dos hermanos, Terry y Andy, que planean robar un banco y conseguir dinero para mantener a su abuelo en una residencia de ancianos del East End que también será cerrada por las nuevas edificaciones…Vamos, que si no fuera por los zombies y el atraco en medio, esto pasaba perfectamente por una película de Ken Loach. Pero igual no era tan divertida.



Ambos protagonistas cuentan con un grupo un tanto desastre para llevar a cabo el atraco, pero cuando parte del equipo lo integran un atracador despistado y un veterano de la guerra bastante psicópata, las cosas no van a salir bien. Y cuando el delito coincide con la epidemia zombie y la cuarentena de todo el East End, lo único que pueden hacer es intentar salvar a su abuelo y a los amigos de este de los zombies, de los que intentan defenderse como buenamente pueden atrincherados en la residencia.


Ah, pero ¿eran zombies?

La primera parte de la película aparece separada en dos tramas distintas, y cada una de ellas muy marcada por los tópicos propios de estas: por un lado, el heist o guión sobre robos llevado a cabo por los protagonistas, desde una perspectiva bastante cómica, y que servirá para meter en el guión, de una forma que no quede cantoso, todas las armas que facilitarán la vida a los protagonistas. Esta está cortada punto por punto con su patrón clásico, desde la planifiación, la presentación de cada personaje y su papel en el robo, hasta el accidentado final de este y su paso a la trama de zombies. Esta última empieza en la residencia de ancianos y se convierte en los más divertido de la película: aunque los muertos vivientes sean de los lentos, los personajes lo acaban pasando bastante mal cuando no pueden correr u oír bien por motivos obvios. De hecho, la secuencia en la que uno de ellos se salva por los pelos de un zombie escapando en un andador es cómico y agobiante a partes iguales.



Pese a explotar el tópico del East End y los cockneys, y especialmente el mal carácter de muchos de estos el guión es muy ligerito, y no deriva hacia el humor sórdido, hasta el punto en que practicamente nadie del reparto principal llega a morir (o, bueno, solo lo hacen los menos simpáticos), ni mucho menos los ancianitos. En realidad es todo una comedia, y de las ligeras, en las que tampoco se esfuerzan mucho en que las cosas que suceden tengan sentido: en un momento dado, tanto los protagonistas como los jubilados acaban llevando un arsenal de armas semiautomáticas encima, siendo todos capaces de apuntar de forma certera y no tener ni un solo problema con el retroceso. No tiene ningún sentido, pero los guionistas pensaron que una ancianita en bata de casa y disparando una uzi contra los zombies tenía que ser gracioso a narices. Igual lo es, pero los mejores chistes se consiguen gracias a detalles más propios de la zona, como las referencias al argot cockney, que practicamente nadie habla correctamente, y especialmente, la aparición de unos hooligans que después de muertos, siguen siendo igual de descerebrados que en vida, para sorpresa de los protagonistas.

Me estoy acordando de Snatch y el diálogo del Némesis...

En el reparto no hay muchas caras famosas, pero sí alguna conocida: Katy, la prima de los protagonistas, apareció en el especial del Doctor Who Planet of the Dead (y juraría que reciclaron el vestuario que llevaba entonces). El papel de abuelo de los protagonistas recae sobre Alan Ford, que había interpretado a Ladrillo, el mafioso de Snatch, y aquí recupera un papel igual de malhumorado pero más entrañable.

Breve, y con un guión muy ligero, Cockneys vs zombies se ha quedado lejos de Shaun of the Dead, por mencionar la película inglesa de zombies más conocida, pero al menos, se ha quedado en una película entretenida y sorprendentemente, optimista y poco violenta para el género que trata.

jueves, 25 de julio de 2013

Lecturas (veraniegas) de la semana



Al contrario que aseguraban los meteorólogos franceses, este no ha sido el peor verano en varios años. O, bueno, si tomamos “malo” como temperaturas imposibles, tal vez no hayan ido desencaminados.



Viviendo en una ciudad donde el principal atractivo turístico son unas fuentes de agua cuya temperatura ronda los 60 grados y un termómetro que no duda en aparecer en todos los telediarios marcando otros 50 (tiene truco. Está más que cocido por estar situado en una zona sin sombra) esos días fueron un poco más difíciles que en otros sitios, por lo que, no teniendo vacaciones, se me ocurrió buscar todos los libros que pudiera leer en poco tiempo y evocaran cualquier paisaje minimamente frío. Lo cierto es que no funcionó, pero al menos he leído un par de novelas buenas.



Shirley Jackson. La guarida. Un grupo de personajes diversos, convocados por un científico, se alojan en Hill House intentando demostrar la existencia de fantasmas. De ellos, quizá los más memorables sean Eleanor, una solterona acosada por sus problemas familiares, y Theo, una artista. Los fenómenos, paranormales o no, no tardarán en aparecer, contados desde el punto de vista de Eleanor, la protagonista principal, de la que no queda claro si realmente está percibiendo algo o todo ello deriva de su propia angustia. Dicen que esta es una de las mejores novelas de casas encantadas jamás escritas, y quizá lo sea, pero a mí no me ha convencido. Si bien las mejores novelas del tema tienen una fuerte carga psicológica y el tema de lo sobrenatural queda en el aire, y ahí está Otra Vuelta de Tuerca como mejor ejemplo posible, en esta llegó a parecerme excesivo. Vamos, que exceptuando unos cuantos ruidos y sobre todo, la insistencia en lo raro que era el propietario de la casa y en la extraña distribución de esta, todo se centra en las sensaciones de su protagonista y en los problemas que esta ha arrastrado toda su vida.

A partir de la segunda mitad, cuando va quedando claro cual era la intención de la autora, es más comprensible, pero la actitud de bastantes personajes no termina de quedar muy clara: el Doctor Montague, organizador de todo el proyecto, es bastante neutro, el heredero de la casa no pinta gran cosa y la actitud de la ama de llaves, repitiendo una y otra vez su cometido con voz ominosa y una actitud sacada del Pasaje del Terror acaba resultando desconcertante. Quizá fue porque me esperaba algo más directo y menos sutil, en la línea de La mansión infernal de Matheson, pero lo más importante que he sacado de La Guarida fue plantearme el trabajo que debía dar mantener limpia una casa del tamaño Hill House. Yo no la querría ni regalada.

 

Drácula. Bram Stoker ¿Es una relectura? ¿Me he limitado a pasar por encima de las páginas de un libro que leí hace mucho? ¡No! Es nada más y nada menos que la primera vez que consigo terminarlo. Y es que la intemporal historia del vampiro más famoso (y más malinterpretado) de la literatura me costó lo suyo. Fue uno de los primeros libros serios que me regalaron, hace años, en una época en la que las editoriales podían anunciar con orgullo que sus publicaciones eran íntegras y no abreviadas, visto las miles de versiones simplificadas que circulaban por ahí. Pero lo que pude comprobar es que, aunque una novela clásica de terror pudiera ser legible para una persona joven, debido sobre todo a la ausencia de sangre y pasajes escabrosos directos, esta requería más esfuerzo debido a su estructura de cartas y diarios, para la que sin duda no estaba preparada. Era muy difícil que consiguiera pasar de la muerte de Lucy vampirizada, aburrida como quedaba de pasajes de periódicos, misivas y textos personales. Porque aunque las primeras páginas del diario de Johnathan  Harker son realmente memorables, las partes correspondientes a Lucy y Mina me resultaban imposibles (al doctor Seward y su manicomio también le llega, pero Redfield era más divertido). A día de hoy algo menos, por comprender mejor la intención de caracterizar a estos personajes, pero es uno de los detalles por los que se nota que Drácula es una novela muy de su tiempo, pensada para entretener, y que algunos elementos suyos no han envejecido bien.
 
Algunos estudiosos dicen que la idea principal es el enfrentamiento entre los valores victorianos contra la moral predadora del monstruo. Podría ser posible o no, pero lo que es cierto es que sus protagonistas encarnan completamente esa visión británica de la época: todos son asombrosamente nobles, entregados, y dispuestos a proteger a las señoras de la amenaza que supone el monstruo Drácula. Estas son abnegadas, aceptan su papel de fémina que apoya en silencio a los héroes y en el peor de los casos, son tirando a absurdamente pálidas y enfermizas y bastante pizpiretas, como es el caso de Lucy. Sería imposible poder disfrutar de ese libro sin tener en cuenta todos esos valores y una forma de pensar que hoy resulta completamente extraña.
 
Lo que también sospechaba entonces, y el libro de Stoker me lo ha confirmado, es la ausencia de cualquier tipo de romanticismo por parte del Conde: muchas versiones implican que Mina es, o bien su obsesión o su amor perdido, pero en este caso, Drácula no es más que un vampiro con muchos siglos encima y sin más objetivos que hacer de Londres su buffet libre y vampirizar a todas las señoritas que le sea posible. No muestra afecto por nadie y su actitud nada más llegar a Londres es más la de un depredador que la de un personaje gótico. Esto, la creación de un personaje arquetípico y, especialmente, que pese a sus defectos derivados de la época sea una buena novela, hacen que se merezca la calificación de clásico y que sí sea necesario que la gente le dedique una lectura. Y respecto a sus versiones en cine, ni Bela Lugosi, ni Gary Oldman. El Drácula más fiel a su original fue Max Shreck en 1922 y desde entonces ha llovido mucho.

lunes, 22 de julio de 2013

Gnomeo & Juliet (2011). La decoración de exteriores solo es hortera, no trágica



Dentro de la animación digital, el éxito (merecido en muchos casos) se la llevan un par de estudios estadounidenses. El resto de países, como suele pasar, pueden tener guiones interesantes pero igualar la calidad de las imágenes por ordenador es más difícil, y eso que he llegado a encontrar producciones bastante simpáticas, como Ronal Barbaren…y otras de echarse las manos a la cabeza como fue el dichoso Tadeo Jones. El Reino Unido también aporta su granito de arena, con mejor o peor resultado, y si hace unos años pude ver Valiant, una particular versión de la segunda Guerra Mundial con palomas mensajeras, ahora le toca el turno a una versión de Romeo y Julieta con algo tan típico de los ingleses como son los jardines y su decoración.



Gnomeo y Julieta no esconde su inspiración directa en la obra de Shakespeare, abriéndose con las cortinas de un teatro en la que un enanito de jardín la mar de simpático y digno intenta recitar los primeros versos, sin éxito. El chascarrillo da paso a la historia, que esta vez no es en Verona sino en una calle inglesa donde dos vecinos se llevan a matar y la decoración de sus jardines opina lo mismo: los enanitos rojos y los azules son enemigos y los miembros más jóvenes de cada casa no dudan en pasarse el día peleándose o incluso, haciendo competiciones de velocidad con las cortadoras de césped. Pero teniendo en cuenta el título, Gnomeo, el gnomo azul, acaba conociendo a Julieta, la gnomita colorada, acaban enamorándose pese a los consejos de sus respectivos amigos, un enano y una rana con aspersor respectivamente (es decoración de jardín hortera…tampoco iba a aparecer por ahí un Ángel Llorón), lo que acabará en un enfrentamiento mayor entre ambas familias. Vamos, lo que es Romeo y Julieta pero sin el drama y el aliciente pensado para todos los públicos de incluir un escenario un poco insólito para plantear la historia.



El nivel de la infografía que mantiene la película es bastante bueno. Si Valiant quedaba un poco básico y las texturas demasiado lisas, en esta se notan hasta los poros del yeso con el que están hechas las figuras, además de tener una animación muy fluída y unos escenarios que mantienen bastante ese nivel de animación, aunque también tiene alguna secuencia en la que se nota que “algo” ha fallado y parecen menos trabajadas. Estas, en realidad, deben ser una o dos como mucho y tanto la informática como el diseño de personajes no se queda lejos de otras producciones animadas de estudios más grandes.



El argumento acaba siendo el perjudicado en este caso, porque parece que se centraron tanto en querer hacer un producto bonito y exportable, que este en muchos casos parece una historia facilona para poder sacar enanitos de aspecto gracioso y meter secuencias de persecución con las que entretener a los chavales. Hay dos o tres números musicales, más de una de enredos típicos de comedia romántica, y unas cuantas de saltos y persecuciones para que tanto los niños como las niñas disfruten de la película. Además, sabiendo que se trata de algo para todos los públicos, el correspondiente final feliz tampoco pilla de sorpresa…y este es excesivamente pasteloso, incluyendo otro número musical que no viene a cuento, personajes que fallecen a mitad de la película y que aparecen de nuevo (tiene truco, son de cerámica y los pegan de nuevo), como si los guionistas optaran por olvidarse de la historia que estaban contando hace dos segundos y decidieran montar algo bonito para el final.



Las comedias románticas no me gustan, por lo que la primera parte, terminados las escenas de persecución y los chistes, que tampoco me parecieron muy brillantes, me aburrió bastante. Mejora a partir de la segunda, con la aparición de un personaje que, aunque con papeletas para ser bastante cargante, tiene su gracia tanto por su historia como por su naturaleza: un flamenco rosa de plástico, tipo de la decoración de jardín de hace bastantes años, y que como tal, se ha pasado un par de décadas encerrado en un cobertizo. Lo mejor, también, aunque breve, son las referencias al resto de obras de Shakespeare con detalles como una empresa de porcelanas que se llame La tempestad, o el cameo del propio autor como estatua que tiene una conversación con Gnomeo, en la que también hacen bastantes bromas sobre el carácter excesivamente trágico de la pieza más conocida de Shakespeare.

Con Gnomeo y Julieta queda demostrado que con un poco de esfuerzo, se pueden conseguir ya infografías en el cine que no desmerezcan mucho al lado de Dreamworks o de cualquier otra de las grandes, pero cuidar un poco el argumento tampoco hace daño.

jueves, 18 de julio de 2013

Dead Silence (2007). Con más escenarios terroríficos que en el Tren de la Bruja


"Para mi próximo número voy a necesitar unas cortinas nuevas. Y unas croquetas"

A James Wan hay que reconocerle que sus películas de fantasmas son bastante brutas. No por lo sangrientas, que para eso se encargó de Saw, sino por lo directas: en otros guiones la aparición de un espectro será algo muy sutil o incluso, muy relacionado con los miedos y la psicología de un personaje, pero las apariciones creadas por este director no solo son espantosas, sino que tienen toda la pinta de ser capaces de asustar y partirle la crisma al protagonista, lo que les coincida primero. Esto es algo que demostró con Insidious y que en Expediente Warren tiene toda la pinta de continuar (y yo eso no me lo pierdo), pero a Dead Silence le suma este factor y otro, que por lo visto, también le da bastante miedo a algunos espectadores: los muñecos poseídos. Además, si estos son de ventrílocuo, tienen un plus de siniestrez, por ese aspecto grotesco que suelen tener la mayoría. A mí con los muñecos me pasa igual que con los payasos: más que miedo, me dan pena, y los de ventrílocuo, solo me parecen rematadamente feos. Pero eso no ha impedido que haya disfrutado un montón con la película.



Esta empieza con la aparición en casa del protagonista de un paquete que contiene precisamente, un muñeco de ventrílocuo. No hay señas, y aunque a este y a su mujer les hace gracia en un primer momento, empiezan a recordar una leyenda de su ciudad natal sobre el mal agüero que dan estos muñecos y un poema sobre una tal Mary Shaw, una especie de Mujer del Saco local. Algo de verdad debía haber porque a la vuelta de Jamie Ashen a casa encuentra a su mujer terriblemente mutilada. Algo no concuerda en sus declaraciones a la policía, porque el asegura haberla oído hablar minutos antes de encontrar su cadáver, y uno de los agentes no se fía de las historias macabras y se ha empeñado en inculparlo como autor del asesinato. Jamie vuelve a su ciudad, un sitio bastante desvencijado y siniestro hasta el extremo de parecer un decorado, donde empieza a investigar la historia de Shaw, una popular ventrílocua de los años cuarenta que, tras morir en extrañas circunstancias dejó como última voluntad el ser enterrada con sus 100 muñecos..y ser transformada en uno de ellos. Como en este tipo de pueblos nunca va a pasar nada bueno, los antiguos vecinos empiezan a ser asesinados de una forma similar a la de la mujer del protagonista y a la de las muertes que rodearon la desaparición de Mary Shaw, con la que los antecedentes de su familia parecen estar relacionados.
 
 
Sí, el pupas oficial de esta película es Jason Stackhouse

Lo primero que salta a la vista de Dead Silence es su aspecto de terror de barraca de feria…pero en el buen sentido. En realidad, el parecido es más con el de un Pasaje del Terror de los de primera categoría, de esos que no escatiman en decorados cuidados (aunque teatrales) y caracterización de los actores para envolver una historia en la que el elemento sobrenatural es tan cantoso que no supone ninguna sorpresa, pero que el espectador ya va buscando algo así. Toda la película está filmada en tonos muy azules o grises, y el 75% de su atractivo son los escenarios de la ciudad y las mansiones: desde la primera entrada en Ravens Fair, con sus calles vacías, sus negocios cerrados hace años y sus vecinos con aspecto de estar continuamente aterrorizado por algo misterioso. Y sobre todo, de haberse quedado congelados en algún momento del pasado, porque la ambientación de la ciudad es de un anacronismo que le sienta bastante bien: parece sacada de algún pueblo de los años cuarenta, los aparatos que salen, como las camaras de fotos, son bastante antiguas, e incluso los personajes del lugar tienen preferencia por vestuarios muy sobrios y muy de la época. Pero lo mejor de todo ese escenario es la aparición del teatro de la ciudad, primero como local en pleno funcionamiento, y después como ruinas que parecen sacadas de cualquier ilustración de relato gótico.



La mayor parte del esfuerzo se lo han dedicado a crear el escenario del guión y elementos tan pensados para dar miedo como los fantasmas de la ciudad, las casas en ruinas o los muñecos, pero el guión es bastante competente. Simple, y con unos personajes muy estereotipados, estos cumplen su trabajo a la perfección: todos los diálogos y las escenas están pensadas para dar paso a la historia, y no para rellenar metraje, y la caracterización de los personajes se reconoce tan fácilmente en otros cientos de películas y libros que no queda muy claro si es falta de originalidad u homenaje: es difícil que el protagonista volviendo a su hogar no recuerde a muchos personajes de Lovecraft o de novelas pulp que se encuentran con un secreto que no les hace mucha gracia, y la caracterización del detective mal afeitado, empeñado en detener al personaje principal, inclina en muchos casos a pensar que se trata de la segunda opción.

Como muchas series B, cuenta con un giro de guión que, estando un poco atento, empieza a aparecer practicamente desde los títulos de crédito y que seguramente no haga mucha gracia si se va buscando una historia coherente y bien resuelta. Pero Dead Silence no se trata de eso, sino de una película de terror que procura ofrecer todo concentrado y sin la mayoría de defectos del género: escenarios cuidados, una historia llena de elementos reconocibles y un monstruo bastante interesante que por suerte, se quedó en una única entrega y no en una franquicia ¡Es una suerte que orientaran el guión hacia las maldiciones familiares y no al primero que pasara por ahí!

lunes, 15 de julio de 2013

Warlock (1989). Una caza de brujas a final del siglo pasado (literalmente)



Hay algunas tramas que han quedado ligadas a casi toda la serie B fantástica que se filmó en los ochenta. Hubo una buena cantidad de comedias o parodias de terror, muñecos asesinos a puntapala y, en varias ocasiones, viajes en el tiempo o en el espacio que se centraban principalmente en un protagonista fuera de su entorno conocido y que debe cumplir una misión para volver a casa o salvar al mundo en la mayoría de los casos. A la hora de desarrollar el correspondiente argumento, el guionista (o según presionaran los productores), podía optar por la comedia más ligera o por un tono más oscuro donde los personajes pudieran defenderse perfectamente y sus antagonistas siguieran siendo amenazadores y poco simpáticos.



Warlock opta por la segunda opción, donde un brujo del siglo XVII, a punto de ser ejecutado, consigue escapar viajando en el tiempo hasta el presente…bueno, el presente de entonces, que era 1989 (o 1991. La película se retrasó). Nunca queda muy claro cómo ni por qué consiguió saltarse varios siglos, pero por desgracia para él, un cazador de brujas salta sobre él con el tiempo justo para poder llegar al presente e intentar detenerlo. Por la misma razón poco clara, cada uno aterriza en sitios distintos, acabando el primero en casa de la protagonista, donde después de asesinar al compañero de piso de esta, y echarle una maldición haciéndole envejecer veinte años por día. Tras encontrar al cazador de brujas, ambos intentan detenerlo. La primera, para evitar morir de vieja en 72 horas, y el segundo, para recuperar un libro de hechizos que el brujo pretende utilizar para deshacer la Creación.


Lo primero que se nota en el guión es la falta de humor por parte de los protagonistas principales: tanto el cazador de brujas como el hechicero son tipos bastante serios, y en el caso del primero, lo caracterizan con la suficiente inteligencia como para adaptarse a muchos de los avances técnicos (excepto lo de los aviones, que no lo lleva bien) sin tenerlo permanentemente asombrado cada vez que ve algo nuevo o gritando “¡Brujería!” por el mero hecho de ver un automóvil. Su compañera pondría el punto cómico, que en ocasiones es bastante irritante teniendo en cuenta todo el tono serio de la película y alguno de sus comentarios agudos quedan un poco fuera de lugar. Por suerte, esta también evoluciona positivamente, perdiendo punto cómico y ganando en utilidad. Incluso algunos de los detalles de su personalidad, como el carácter un poco descerebrado, o su miedo a envejecer, se aprovecha positivamente en el guión, tanto por la trama de la maldición como por pasarse la primera mitad de la película teniendo 40 y 60 años.


 
Si no lo escribo, reviento: "Volando voy..."

Una de las plagas de los ochenta fue la explotación de las franquicias de terror y el acercamiento a lo cómico de los villanos que la protagonizaban. Por culpa de esto, muchas de ellas buscaban un antagonista que tuviera carisma y gracia para el público, perdiendo así el carácter negativo y amenazador que estos deberían tener. Warlock se salva completamente, porque el personaje que interpreta Julian Sands es un brujo auténtico. Sin un solo rasgo positivo, es presentado como un cabrón absoluto que no solo mata a todo al que le suponga un obstáculo, sino que no duda en asesinar o maldecir a cualquiera porque...bueno, como queda bien claro, es un brujo. Es malvado, es su naturaleza, y no tiene ningún otro trasfondo. Es una opción lógica teniendo en cuenta que la película empieza ambientándose en la época de las cazas de bruja y las ejecuciones, tomándolas en este caso como algo verídico, por lo que no hay que buscarle motivación a un personaje malvado. Este tipo de ambientación también es lo más memorable del guión, porque no dudan en recurrir a creencias populares a la hora de presentar los poderes y debilidades del brujo: desde fabricar pociones con grasa humana hasta detalles tan anacrónicos como el que su presencia haga que la leche se corte y que su única debilidad sea la sal. De lo del plan de ejecución al principio, pretendiendo quemar al brujo sobre una cesta de gatos vivos, ya no digo nada, salvo que los cazadores de brujas perdieron bastantes puntos conmigo.



En general, tanto la ambientación y el uso de la mitología relacionada con la brujería, como la caracterización del antagonista, son lo más memorable de la película y superan con creces los fallos de esta, como son los escasos intentos de aportar humor a un guión que no lo necesita, y toda la historia del principio del viaje temporal, que aunque sea necesaria para poder desarrollar el resto de la trama, podían haberse esforzado un poco más a la hora de dar una explicación coherente con el resto del guión. Y aunque hay muchas producciones de hace más de veinte años que han envejecido bien, en esta sí se notan los cambios de década y mentalidad: una de las situaciones más recordadas es la de su protagonista, entrando tranquilamente en un avión con una afilada veleta de hierro, sin que nadie levante una ceja. Cosas del mundo anterior al 11S

jueves, 11 de julio de 2013

Lecturas francófonas de la semana. Y las rarezas de la biblioteca



Lo del peculiar catálogo de mi biblioteca pública ya debía venir de antes. Aunque a día de hoy todavía me encuentre en la sección de novedades novelas de zombies un poco de saldo, o nuevas sagas de fantasía que ni me sonaban, hace unos años tampoco andaban faltos de afición por los títulos un poco raros. La diferencia es que estos los tenían camuflados en la sección de francés, donde en los noventa no es que yo pudiera pintar gran cosa. Solo hicieron falta un par de décadas para que pudiera comprobar que los títulos que guardaban en esa estantería no solo iban un poco más allá de Emile Zola, sino también de los ejemplares que Marabout había publicado de Claude Seignolle o las traducciones de Gustav Meyrink.



Frank Clery. La chambre de soufre. Por describirlo de una forma rápida, este libro es el equivalente francés a un bolsilibro Bruguera. La colección en que se aloja, con el nombre de Terrific, cuenta además de con unas portadas muy típicas de la literatura de consumo (con su fantasmón en primera plana y moza con aspecto de estreñida), con otros títulos con pinta de ofrecer a partes iguales escenarios terroríficos y algo de cacha. La novela de Clery opta por juntar unos cuantos sitios reconocibles dentro del género y ofrecer una historia inicialmente de fantasmas y maldiciones familiares, ambientada en pleno siglo XIX en la campiña inglesa por aquello de poder contar con el ambiente adecuado. En este caso, un instructor de música un poco crápula llega a un apartado caserón donde debe impartir clases a la hija mayor de un rentista ausente, a la que lo del piano le importa más bien poco y se pasa el día por los pantanos a la caza del pato…así, tal cual. Las noches del sufrido protagonista no son mejores, porque una bruja horrible se le aparece para atormentarlo dejándole, a cambio, unas valiosas monedas de oro. La calidad de la novela ya no es muy buena, y el argumento es un refrito del cliché de las maldiciones en el que tampoco falta su dosis de escenas absurdas y acontecimientos que suceden porque al autor le da la gana. Además, la actitud de los personajes responde bastante al estereotipo que los franceses tienen de sus vecinos británicos.

Aunque en un principio la comparaba con las novelitas de la casa Bruguera, esta estaría un poco por encima, porque es más extensa que las 100 páginas escasas de su contrapartida española (unas 250) e incluso el autor intenta ser un poco original ofreciendo un par de giros de argumento, un salto temporal que da lugar a la narración e incluso un final bastante pesimista, pero teniendo en cuenta la poca calidad de la novela, también podría ser que se tratara de un truco para hinchar el número de páginas y cobrar algo más. De todas formas, y solo por lo anacrónica, reconozco que me divirtió bastante.



Jean Paul Raemdonck. Han. A este tipo no lo conocía de nada y la única pista que dan de él en la portada es que su novela ganó el premio Jean Ray en 1972. Que para mí, y contando con la portada y el año en que se editó, ya era suficiente para echarle el guante. Y al jurado de este premio hay que reconocerle la imparcialidad, porque en el prefacio, donde deberían estar cantando las glorias de la novela y su autor, no se cortan en señalar los fallos de lo que probablemente sea un manuscrito primerizo.

Aún así, la historia también tiene su guiño al escritor que da nombre al premio y cuenta con un marinero retirado como protagonista, al que el lector conoce primero a bordo del barco Betelgeuse, donde comienza a experimentar fenómenos un tanto extraños y a sospechar de Han, uno de sus compañeros. Este desconoce quien es ese personaje raro, que realiza esculturas y que un día desaparece del barco para irse reaparenciendo a lo largo de la vida del personaje. El principal recurso de la novela es el de recrear un ambiente irreal, muy basado en las sensaciones y temores del protagonista, y especialmente en el cambio brusco de escenario en cada una de las tres partes que componen la novela: de su experiencia en el barco, a su vida en tierra y su huida del país, hasta una última parte donde este encuentra cierta tranquilidad que, como era de esperar, volverá a verse truncada. El prefacio no engaña y el libro tiene sus fallos (entre otras cosas, a veces es un poco caótico), pero se mantiene como una lectura bastante interesante de un autor que, de otra forma, no habría conocido en mi vida.

lunes, 8 de julio de 2013

The Purge (2013). Caida y auge de las empresas de seguridad doméstica (y de las ventas de cinta americana)



En los últimos meses se han estrenado bastantes películas de temática futurista. Sobre todo, de futuros lejanos. Pero una de ellas ha sido la que se ha encargado de cubrir uno de los subgéneros de la ciencia ficción, como es la distopía: situaciones imposibles que, situadas en un tiempo relativamente parecido al actual, quieren reflejar o criticar algo que está pasando o que podría pasar. Eso implica que ninguno de los escenarios va a ser el mejor posible, y The Purge no es una excepción. Además, con el título español de La noche de las bestias recupera una de las tradiciones que muchos conocimos en el cine doblado de antaño: la de olvidarse del título original y darle uno mucho más llamativo.



Dentro de diez años, Estados Unidos es un país modelo en cuanto a seguridad y desarrollo económico: la tasa de desempleo es nula y la de criminalidad, irrisoria. El truco consiste en las 12 horas, en las que el gobierno suspende toda fuerza del orden y servicio de emergencia para que la gente pueda cometer todo tipo de delitos. Durante la purga, los ciudadanos se dedican a robar, asesinar o bajarse películas de Internet sin que esto constituya delito. Según explican los medios de comunicación, esta costumbre se instauró tras unos disturbios en los que murió gran parte de los sectores más desfavorecidos y conflictivos de la sociedad. Naturalmente, hay críticas a este procedimiento en el que solo los que tienen dinero para pagar sistemas de seguridad están a salvo, pero visto que tanto la criminalidad como las pensiones no contributivas se han reducido, y que las empresas de vigilancia y seguridad se están forrando, la mayoría se limita a encerrarse en su casa durante doce horas o en el peor de los casos, a salir con una escopeta y canalizar la agresividad acumulada de todo un año. Una familia, bastante acomodada gracias a los beneficios de trabajar para una de esas empresas, se dispone a pasar la noche de la Purga como tantas otras, hasta que su hijo salva y acoge en casa a una de las víctimas. A partir de ese momento pasarán a ser el objetivo de todos los que han elegido la segunda opción en la noche de la Purga, y el moderno sistema de defensa instalado en la casa no resultará tan infalible como aparentaba.



Aún con una premisa cienciaficcionera, la película está pensada para ser un thriller con algo de acción que pueda ser disfrutada por un público más amplio, y seguramente por eso da la impresión de no terminar de cuajar: le falta algo de ritmo, y la primera parte, exceptuando toda la información que se proporciona sobre la Purga, es bastante tópica presentando a la familia modelo de barrio residencial, sus repunantes vecinos, y especialmente, las neuras de cada uno: Ethan Hawke como padre yuppie, Lena Headey como esposa amantísima (y de nuevo, con un estilismo que me hace pensar si se dedican a ponerle una peluca por cada papel que interpreta), hija adolescente bastante petarda e hijo friki necesario para poder plantear al espectador los problemas morales de la purga y que su imprudencia sirva de detonante de la película, con la entrada del joven al que salva de ser asesinado. La forma de desarrollar la amenaza que sufren los protagonistas es seguramente lo más flojo, porque se diluye bastante con situaciones que no aportan nada, como la aparición del novio de la chica, pegando tiros en casa, en un giro de guión bastante innecesario, y sobre todo, con el inexistente papel del superviviente que entra en casa. Más que un personaje, es un Mcguffin, que apenas aparece en todo el metraje si no es escondiéndose, siendo atado con cinta americana, que entre él y el resto de víctimas, gastan bastante, o para salvar en el último minuto a los protagonistas, haciendo que los 85 minutos de la película se alarguen demasiado en persecuciones en una casa a oscuras, y sobre todo, hacer quedar en evidencia al principal fallo del guión, que sería el cacoso sistema de seguridad que el protagonista se dedica a vender y que es lo primero en fallar gracias a un recurso tan tonto como cortar la electricidad en la calle.



A su favor tiene una premisa que le puso los dientes largos a mucha gente, con ese futuro improbable en el que cualquier tipo de crimen está permitido, y sobre todo, al presentar a niños bien que no dudan en matar a sangre fría y parecen sacados de Funny Games, de Hanneke. Precisamente durante las secuencias que sirven para informar del transfondo es en lo que más insisten: los programas de televisión explican los beneficios para la comunidad de este proceso, frente a la conversación que los protagonistas tienen con su hijo, donde tras jurar y perjurar que ellos nunca han sentido la necesidad de dañar a nadie, lo despachan con el típico “cuando seas mayor lo entenderás”. Es interesante cómo introducen el tema de la violencia como parte del ser humano y la necesidad de controlarla, aunque lo hacen de una forma bastante somera, cosa que entiendo al tratarse de una película de entretenimiento. De nuevo, lo mejor son las secuencias en las que se presenta el sistema de la Purga y como se ha integrado en la sociedad que aparece en la película, mediante los extractos de medios de comunicación, y sobre todo, el aviso de comienzo de esta que la televisión emite, explicando el tipo de armas que están autorizadas, y sobre todo, que los políticos quedarían fuera de este sistema. Ya me parecía a mí que esa Purga tenía bastante truco…



Con un punto de partida y unas cuantas secuencias interesantes, el aburrido desarrollo hace que The Purge se quede en el medio: me ha entretenido, pero también me ha dejado una sensación bastante grande de que esta podría haber sido mejor o más efectiva. Quizá como una serie B de calidad como muchas de las que se filman hoy, y no como una película más ambiciosa.

jueves, 4 de julio de 2013

Los gatos guerreros. Con este título, el libro se vende solo


Son todo enigma y majestuosidad hasta que se empiezan a perseguir su propio rabo

Reconozcámoslo: después de unos cuatro años empezando cada entrada con una foto de temática gatuna, y desde hace algo menos, conviviendo con dos mininas que me toman por el pito del sereno, era imposible que no me hubiera fijado en un libro cuyo título, en letras bien grandes, fuera “Los Gatos Guerreros”. Teniendo en cuenta mi opinión sobre estos animales, quizá habría sido más adecuado un título como “Los Gatos Esclavistas” pero, tratándose de una serie destinada al público juvenil, es normal que se centre más en las aventuras, en la fantasía, y en un mundo alejado de cualquier relación que estos animales puedan tener con los humanos, de los que no se fían y desprecian un poco. Como sus contrapartidas reales, me temo. 



Esta serie de libros, titulada en inglés con un más discreto Warriors, es obra de un grupo de autores que trabajan con el seudónimo de Erin Hunter, y que por lo visto cuenta con unos veintisiete libros divididos en distintas series, además de unas cuantas novelas más, independientes de Warriors, que también corresponden a distintas sagas. Esta comienza con la historia de Colorado, un gato doméstico, que abandona su hogar para unirse a uno de los clanes que habitan el bosque. No es fácil, ya que estos felinos no ven con muy buenos ojos a los congéneres que viven con los Dos Patas, pero el protagonista, tras haber adoptado el nombre de Corazón de Fuego, demostrará su valía y a lo largo de la serie, llegará a ser lugarteniente de su clan y a tener a su propio aprendiz, Nimbo, que le dará bastante trabajo y que se siente un poco tentado por la vida de gato casero.

 Este sería el argumento a grandes rasgos, porque en realidad no he empezado por su primer volumen sino por el cuarto, pero tratándose de narrativa juvenil es bastante fácil de seguir, y por una vez, eso de incluir una guía con los nombres de cada clan, sus miembros, y un mapita explicando la ubicación de cada uno, y del nombre que dan a emplazamientos humanos como las granjas, el vertedero, o una carretera general, a la que llaman el Sendero Atronador. Aunque estos sigan la evolución de Corazón de Fuego, su protagonista, y la del clan, y a lo largo de los distintos libros hagan referencia a hechos pasados, como la relación con otros personajes que no aparecen, o a sucesos importantes, es fácil de seguir y enseguida se tiene claro quien es quien. Por ejemplo, la trama principal en Antes de la tormenta, el cuarto libro, sería el regreso de un gato al que expulsaron del clan por traición, pero cada vez que lo mencionan, se dedican a recordar al lector quien era y lo que hizo, cosa que ayuda mucho para los que nos leemos los libros sueltos pero igual para los que están siguiendo la serie se puede hacer bastante cansino.

 Los libros son principalmente de aventuras, siendo la vida de los clanes no muy distinta de lo que podría ser una novela sobre cualquier tipo de guerreros o tribus antiguas: cazan, se rigen por los ciclos de las estaciones, luchan con otros clanes cuando es necesario y en general, viven. La diferencia es que estos se mueven en un entorno bastante reducido, como puede ser un bosque, y en el que muchas de las amenazas son causadas inconscientemente por los humanos, como pueden ser los gatos a los que se atropellan en la carretera, o incluso los incendios en el bosque. También tiene su parte un poco fantástica, con el tema de las nueve vidas de los gatos, o que estos tengan sus propios dioses a los que llaman El clan estelar, e incluso una casta de curanderos (no me imaginaba que a los gatos les fuera el chamanismo, aunque no hacen mención a la hierba gatera), notándose un poco la inspiración en autores clásicos, que sin humanizar en exceso a los animales, sí los dotaron de una racionalidad y una sociedad opuesta a la de los hombres.

 Exceptuando esa última parte, la ambientación es bastante realista y eso quiere decir que los autores no se cortan a la hora de reflejar lo que sería la vida salvaje: el cuarto libro empieza con el líder a punto de morir y la mención a una estación bastante mala en la que se perdieron varias camadas de cachorros. Hay epidemias mortales, gatos atropellados y por desgracia, víctimas de un incendio forestal, y si bien un pasaje sobre una lucha entre miembros de distintos clanes es una sucesión de zarpazos más o menos entretenida, lo anterior resulta un poco más impactante…sí, es un poco chocante: puedo pasarme tres o cuatro libros leyendo sobre las penurias de la familia Stark sin que los palos que lleva Sansa me den especial pena, pero cuando leo algo sobre una camada de gatos, se me hace un nudo en el estómago.



La entrada gatuna no solo viene a cuento de estos libros, sino que este domingo es el cumpleaños de Dalek. Nada menos que tres años ya gobernando desde el sofá, y en estos meses se le han pasado los celos de Sabela, su nueva compañera de piso, y se llevan bastante bien. Aunque agradecería que no se pusieran a jugar a Los Gatos Guerreros a las tres de la mañana.

lunes, 1 de julio de 2013

Rompe Ralph (2012). Una de plataformas



Cuando Disney empezó a presentar imágenes y noticias de su película basada en personajes de videojuegos de la época en que estos se popularizaron, hubo bastante expectación. No solo apelaba a la nostalgia de las máquinas recreativas y los 16 bits sino que contaba con las licencias necesarias para que aparecieran los personajes oficiales de todas ellas. A mí la idea me parecía simpática, pero no por el tema de los videojuegos (que pocos gasto) sino por su protagonista y su argumento, el malo de un videojuego clásico que un día decide cambiar. Bueno, y por ver algún personaje conocidísimo, que de esos años sí conocía a unos cuantos.



Rompe Ralph sucede en un salón recreativo cualquiera, donde las máquinas de videojuegos vienen, van, y algunas se quedan unos cuantos años como clásicos. Ralph es el malo de Fix it Felix Jr, un videojuego que está a punto de cumplir su 30 aniversario. Sin embargo, Ralph no está muy contento: cuando el salón de recreativos cierra, y los personajes de los juegos se toman el descanso, él se queda solo, y ni las reuniones de Malvados Anónimos a las que asiste con otros antagonistas lo animan mucho. Finalmente decide conseguir algo que ningún malo de videojuego podría conseguir: una medalla, aunque para ello tenga que colarse en un moderno juego de disparos. La huida lo lleva no solo a otro juego moderno, en este caso, un pasteloso escenario de carreras de coches, sino a perder su preciada medalla en manos de un personajillo un tanto insoportable. Cambiar a héroe no tiene por qué ser una buena idea, y ahora Felix tiene que llevarlo de vuelta para evitar que su recreativa sea retirada por defectuosa. Porque, ¿qué es un juego sin su malo del final?



Lo que más sorprende de la película es que no se queda en una colección de homenajes y referencias. De estas hay bastantes, pero las directas y las más evidentes se quedan para las secuencias del principio, de forma que no resulten un estorbo. En esas escenas aparecen las recreativas de toda la vida, como el Street Fighter, cuyos personajes son casi los que más salen, y otros de la época como Kano, de Mortal Kombat, y hasta juraría que uno de los zombies del House of the Dead (que también jugué por motivos obvios). Estos tampoco son especialmente difíciles de pillar, sobre todo si se fue un poco friki en los noventa. Tampoco faltan las apariciones de otros más antiguos, que en el mundo de la película han corrido distinta suerte: algunos, como el Root Beer Tapper y el Pac Man siguen funcionando, y Qbert, con su recreativa retirada hace mucho, aparece viviendo como sin techo. Otras referencias son más recientes y se me escapan más, como el videojuego del que viene una de los protagonistas, una especie de marine espacial cazadora de bichos alienígenas muy centrado en los gráficos y los efectos, o en el que aterriza finalmente Ralph, que con sus carreras de cochecitos e infinidad de minijuegos vendría a representar la otra parte de este mercado.

 


También tiene a su favor un argumento con más tramas y giros de los que se esperarían en una producción destinada a todos los públicos. Hoy tampoco es muy extraño encontrarse algo así, pero la historia de Ralph acaba desarrollando nada menos que tres tramas: empieza el problema que causa su protagonista al saltar de un videojuego a otro, que en este caso sería la llegada de los monstruos provenientes de uno de disparo a un mundo tan inofensivo como el de los minijuegos. Pero, mientras los otros protagonistas intentan localizar a los fugados, Ralph se encuentra con Vanellope, un glitch o fallo de software al que el resto parecen odiar demasiado como para ser algo más que un simple error. Y desde el principio, se usa como frase hecha “volverse Turbo”, en referencia al primer personaje de un videojuego clásico que, tras perder popularidad, invadió a su competidor y causó que retiraran ambas máquinas recreativas.



Puede que el principal atractivo a la hora de promocionar Romphe Ralph fuera el tema de los bits y los videojuegos retro (cosa con la que también bromean un poco), pero no se ha quedado unicamente en la colección de guiños y ha conseguido una película bastante redonda. Quizá con un final un poco pasteloso, con los que Disney hace honor a su nombre, pero teniendo en cuenta que se trata de una película para toda la familia, tampoco se puede andar exigiendo excesiva profundidad ni drama.

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