Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

jueves, 28 de junio de 2012

El Mundo de Adèle Blanc-Sec 2. Brindavoine y El demonio de los hielos


Hasta los gatos se arreglan por ella

Hay unos cuantos personajes, creados por Tardi, que sin formar parte de Las Aventuras de Adèle Blanc-Sec, también aparecen en más de una ocasión en sus viñetas. Esto tiene su gracia, en parte por lo de crear un universo más grande de lo que sería la serie en un principio, y por otro, porque recicla algunas de sus primeras obras que aparecieron en los setenta, y que tienen en común con Adèle no solo la ambientación temporal, sino el tratarse de aventuras clásicas, que en algunos casos recuerdan a Verne o al Steampunk, sin la tragedia de cosas como ¡Puta Guerra! o La guerra de Trincheras.


Lucien Brindavoine es el que sale más favorecido por este reciclaje. Es el protagonista de Adiós, Brindavoine y La flor en el fusil, unos comics que publicó al principio de su carrera y que a su vez, recicló de lo que él intentaba que fuera una novela. Aunque el autor diga que son muy flojos, exagera un poco: los comienzos son difíciles para todos, pero cualquiera que empezara con algo así, a estas alturas tiene que estar firmando ejemplares en Angouleme. Ambas son historias muy cortas y, a diferencia de Adèle, la cantidad de texto por viñeta es mucho menor, cosa que a veces se agradece, especialmente cuando salen escenarios como Iron City o un dirigible estrellándose contra el mar.

Adios Brindavoine cuenta la historia de Lucien, un chaval de buena familia que vive de rentas y al que un día, un tipo le viene a ofrecer un viaje misterioso. Aunque el protagonista no estaba por la labor, el que alguien sea asesinado delante de tus narices ayuda bastante a la curiosidad, y es así como viaja hasta Turquía y Afganistán, donde encontrará a un magnate, que además de recordar un poco a los oligarcas de principios de siglo, como pudieron ser Henry Ford o Rockefeller, ha construido una ciudad de hierro sobre pilares. El porqué, cualquier sabe. Estos industriales siempre fueron un pelín megalómanos…



Altos directivos de Caixanova, en el trámite de repartirse las indemnizaciones millonarias

El principal defecto estaría en el guión, que es un poco escaso y sobre todo en la segunda parte, con el protagonista sirviendo en la Gran Guerra, se nota que hay muchas cosas que se quedaron fuera. Al menos, se compensa con una buena calidad en el dibujo, que aunque sea muy diferente del que utilizaría posteriormente, apuntaba ya maneras a la hora de diseñar viñetas llenas de detalle, como la casa de Brindavoine o Iron City. Con lo poco que sale, el personaje iría evolucionando después en la serie de Adèle, un poco distinto de su primera aparición, bastante asqueado de todo al volver de la guerra, y sin más interés que pasarse el día bebiendo. Al menos, hasta que se encuentre con la protagonista. A partir de entonces será un habitual, y de los mejores: es bastante cómico, especialmente tras su fallido intento de tirarle los tejos a Adèle, y pese a que mantiene sus intenciones de estar al margen de todo, siempre acaban liándolo con alguna situación extraña, que generalmente implica algún monstruo suelto por París o las trastadas de un científico.

Como curiosidad, el propio Tardi dejó su final sellado al principio de Adiós Brindavoine, donde el narrador cuenta que morirá tiroteado por la policía a principios de los años 30. A falta del último número de Adèle Blanc Sec, espero que el autor se invente alguna triquiñuela para salvarle el pellejo, porque ya bastante mal se lo ha hecho pasar y además, me declaro fangirl absoluta del personaje.


El demonio de los hielos es otra historia corta, que aparece más bien como referencia en el resto de las aventuras de Adèle: los protagonistas, un grupo de bandidos, aparecen al final de Momias Enloquecidas, arreglando sus asuntos pendientes mientras la protagonista se las ve con la enésima secta babilonia que aparece en París. Después aparecerán varias referencias no a estos personajes, sino a El demonio de los hielos en sí, porque lo mencionan como un libro de aventuras que se publicó a finales del siglo XIX y que sin tener mucho éxito, influyó bastante en la carrera y carácter de Honoré Fiasco, un ilustrador y veterano de guerra con problemas de neurosis.


La historia de este cómic sería la más clásica, muy cercana a las novelas de Julio Verne aunque con el detalle a mayores que los malvados son los personajes más interesantes. El dibujo, de nuevo, aunque fuera lo primero que sacó al mercado, sigue siendo muy bueno, con la particularidad de ser en blanco y negro y que el diseño de los personajes sea un poco menos caricaturesco que el que acataría utilizando. Estos dos comics aparecen en el último tomo de Las Extraordinarias Aventuras de Adèle Blanc-Sec, en parte por estar relacionadas, aunque sea de forma indirecta, con el personaje, y por otra parte, por aquello de poder tener el número de páginas necesario para sacar un tomo.

domingo, 24 de junio de 2012

El mundo de Adèle Blanc Sec. Cuando París era un lugar raro, raro


Nada como llevar gafas para resultar imperturbable

Cuando se estrena una película basada en un comic, no es raro que empiecen a publicarse más ejemplares en la misma fecha, por aquello de intentar convencer a la gente para que se compre lo que ha visto en pantalla. Y de paso, que compruebe que lo que han filmado es una adapción bastante relativa que en muchos casos, se parece al original lo mismo que un huevo a una patata. Esto no es raro en el caso de los comics de superhéroes, donde las colecciones no se acaban nunca y hay un verdadero cristo con las líneas temporales y la continuidad. En las versiones europeas es más raro, porque o trabajan con obras más lineales, o autoconclusivas como Asterix. En el caso de Adèle Blanc Sec, fue lo contrario, porque aunque sea un personaje popular, es bastante difícil llevar a la pantalla todas las rarezas y el humor referencial que se gastan en el comic ¡Y más de uno habrá huido despavorido antes de terminarse el tercer número!


Un día cualquiera, en casa de la señorita Blanc-Sec

Adèle Blanc Sec es un personaje creado por Jacques Tardi, un dibujante al que en general le va más el policiaco, y sobre todo, es famoso por sus historias trágicas ambientadas en las trincheras de la I Guerra Mundial. Con esta protagonista su intención era hacer un homenaje a las novelas de misterio por entregas de principios de siglo. Pero como este género solía ser un tanto exagerado y a veces, no muy coherente, la única forma de hacerlo era crear una historia y un personaje que fueran un tanto imposibles, y que tampoco se tomaran mucho en serio lo que estaba sucediendo. Como lo habitual en también eran los cliffhangers y las situaciones límites al final de cada entrega, estas suelen ser muy seguidas en el tiempo, con unas cuantas horas de diferencia entre un guión y otro, con personajes que van apareciendo de forma habitual y, aunque en algunos casos la trama principal se termine, el comic se cierra haciendo referencias a algunas incógnitas y anunciando el nombre del siguiente número.


Portada ideal para sacarle los cuartos a una friki

Los argumentos son típicos de las novelas de la época: misterio, y una visión muy fantasiosa de la ciencia de principios de siglo, capaz de hacer cosas imposibles como resucitar a un pitecántropo gracias a una máquina llena de bombillitas (en realidad no sabemos ni como funciona. Pero si la están manejando unos sabios con bata blanca, será tecnología punta ¿no?), conspiraciones como medio gobierno francés convertido a sectarios de un dios babilonio e incluso una momia que resucita, porque en realidad no estaba muerta, solo hibernando. La protagonista se toma lo que sucede tal y como es: con bastante ironía, porque en muchos casos es el personaje más coherente de todos los que aparecen en la historia. Y para qué negarlo, también un poco borde. No le gusta la gente, tiene unas opiniones algo anarquistas, y no se corta en opinar que lo mejor que podía pasar era que las cucarachas heredaran la tierra. Una monada de chica, vamos. Ella misma es escritora de folletines, y aunque muchas veces diga que no le interesa lo que pasa, no puede evitar investigar, y de paso, acabar metida en un embrollo gigantesco. Es más, a partir del quinto número, el guionista se olvida un poco de imitar el estilo de los folletines y decide crear unas historias mucho más extrañas, pero llenas de situaciones y diálogos llenos de humor surrealista.


Los secundarios ayudan, porque además del estilo de dibujo un tanto caricaturesco, que contrasta con lo realista de las ilustraciones de la ciudad, la mayoría de lo que hacen carece de sentido común: por ejemplo, el mayor enemigo de la protagonista quiere matarla…porque le cae mal. No le gustó desde la primera vez que la vio, y ha decidido eliminarla. El que se le ocurra intentar destruir Paris en el último momento es solo un daño colateral.

Aunque los guiones busquen situaciones imposibles, hay muchas referencias a hechos famosos, como pudo ser el naufragio del Titanic, o incluso, la I Guerra Mundial, de la que Adèle no llega a enterarse por acabar cuatro años congelada en una bañera. Puede parecer una solución bastante curiosa, pero es muy acertada: tanto la protagonista como sus aventuras no tendrían mucha cabida en una situación que el autor trata con bastante seriedad en sus otros comics, y no es hasta después de 1918 cuando despierta al personaje y retoma sus aventuras. Y de una forma peculiar, porque a partir de entonces, aparece como secundario Brindavoine, protagonista de La Flor en el Fusil, que es un comic independiente de este, junto a otros conocidos de este último. Y nosotros que pensábamos que lo de los universos de comics era solo cosa de Marvel...


Lucien Brindavoine: el único personaje de la historia al que le tolero los chistes de funcionarios

Por el momento, las aventuras de Adèle cuentan con nueve tomos, sin que haya final de la serie a la vista, pero sin novedades desde el 2008, que fue cuando se publicó el último. Cosa que no me hace ninguna gracia, ya que este también tiene un final abierto y Tardi, que va para mayor, está entrando, junto con George R. R. Martin, en la categoría de “Señores de Edad por cuya salud estamos empezando a preocuparnos”.

viernes, 22 de junio de 2012

Lecturas del mes II. Todo revuelto (como suele ser)


¿Quien dice que los gatos son vagos? No solo sujetan los libros, sino que encima limpian el polvo

Este mes se han espaciado un poco los libros, seguramente porque estos últimos han sido un poco más extensos de lo habitual, y en el caso de algunos, requerían más atención y tiempo de lo que podría exigir el último de Patrick Rothfuss. Bueno, en realidad no era por complicados, que tampoco eran Dostoievsky, pero algo más largos que los que estuve leyendo hasta ahora, sí.


Alan Ryan. The Penguin Book of Vampire Stories. A los de Penguin hay que reconocerles que, además de tener una mascota corporativa la mar de atrayente, sus antologías suelen estar bastante acertadas, aunque a día de hoy pueden resultar un poco demasiado clásicas: esta selección incluye una veintena de relatos por orden cronológico, sobre vampiros y similares. Como es de los noventa, la cosa se detiene antes de llegar al defenestre que supuso Crepúsculo y True Blood. O tal vez no, porque después de leerlo, he comprobado que en la época también se llevaba esto de hacer vampiros un poco más románticos y melosos de lo que nos gustaría a los fans del Conde Orlock. Desde luego, no llegaban al extremo de estos últimos, ni siquiera a las pesadeces de Anne Rice, y eran un pelín más siniestros, pero…que no, que no me gustan. De todas formas, la antología es muy, muy variada, e incluye desde los clásicos como Carmilla y El vampiro de Polidori, hasta piezas de la época pulp como Catherine L. Moore o Clark Ashton Smith, que son sin duda, las más originales. El libro se cierra con un relato de Tanith Lee, que entonces también tenía bastante familla como escritora de fantasía oscura, pero a mí me produjo más o menos la misma impresión, sin llegar a esos extremos, que la Señora Rice y similares: Nosferatu, baja y llévatelos.


Padraic Colum. Children of Odin. Antes de empezar este libro, no tenía ni idea de mitología nórdica, más allá de los nombres de los principales, y poco más. Una pena, teniendo en cuenta lo peculiar de su forma de enfocar el mundo, con un principio y un final más o menos cíclico. Y lo cierto es que para empezar, este libro, escrito en los años veinte por un tipo más especializado en poesía, es muy recomendable: está orientado a los lectores más jóvenes, por lo que el lenguaje es mucho más sencillo y asequible que en el poema original, ni tampoco dedicará páginas a analizar las implicaciones antropológicas de la mitología nórdica. Y pese al carácter bastante épico y guerrero típico de estas sagas, he descubierto que estos dioses también tienen su punto perversillo, sin llegar al defenestre de los griegos…y es que lo de Loki y el caballo Sleipnir tiene delito. Además, este está disponible en el Proyecto Gutenberg, aunque sin traducir al castellano, por lo que su descarga no supone traicionar a ninguna malvada Sociedad de Autores.

 

Gerard de Villiers. SAS: Embuscade à la Khyber Pass. Una de esas cosas raras de todo a euro que me encuentro cuando se me ocurre bajar al mercadillo. Hasta donde sé, hoy tanto el personaje de Son Altesse Serenissime Malko Linge y su autor, han caído un poco en el olvido, pero entre los setenta y los ochenta eran el equivalente francés de James Bond, con todo lo que eso implica: Linge es un noble algo venido a menos, defensor a ultranza del estilo de vida occidental y enemigo del comunismo, que trabaja para los servicios secretos. En otras circunstancias, viviría a base de exclusivas y de aparecer en la tele, pero se ve que en los setenta esto de los ingresos extra lo solucionaban con más estilo. Sin tener tanta cacharrada como la que dispone James Bond, suele cumplir misiones en sitios exóticos o lejanos, cosa que siempre queda clara en el título de los libros: siempre va a haber alguna cosa (desde emboscadas, trampas, asesinos o aventuras) en Estambul, Surinam, Miami o cualquier otro sitio que suene lejano y dinámico. Los libros fueron publicados a lo largo de varios años, por lo que se va viendo la evolución en la guerra fría: desde la primera época de la KGB, hasta la guerra de Afganistán en los ochenta, que es donde transcurre Embuscade á la Khyber Pass. Vamos, que esta emboscada es nada menos que el número 72 de las aventuras del Señor Linge, y a falta de saber cómo fueron los anteriores, que tienen fama de malillos, me ha parecido un poco repetitivo como solo pueden serlo las novelas populares, o aquellas sagas que se han prologado demasiado tiempo: el protagonista tiene que cumplir una misión, entre medias descubre una trama más grande, y mientras tanto, la acción se va sucediendo en el orden de escena frívola-persecución-explosión-revelación de algo importante. Por lo demás, es interesante ver no solo como funcionaba una novela de entretenimiento de la época, sino un poco, cómo se veía a grandes rasgos, una situación que hoy ha pasado a formar parte de los libros de historia más recientes.

lunes, 18 de junio de 2012

Telegato (1983) No solo El Planeta Imaginario era distinto...


Debería haber pedido unos mejillones...

Cuando aparecieron las primeras cadenas autonómicas, no andaban muy servidas de pasta…Bueno, ahora tampoco lo estarán, pero entonces, a falta de medios para programas propios y series conocidas, iban comprando lo que podían a otras televisiones europeas. Mal no fue porque así es como descubrí a Tom Baker y el Doctor Who, y de paso, una de mis series favoritas cuando era niña: el Telegato.



Telegato, o más bien el Telechat, fue una serie belga de marionetas que empezó a emitirse en el año 1983, compuesta de unos capítulos muy cortitos que consistían en una especie de telediario presentado por una avestruz y un gato con una pata escayolada, en el que daban todo tipo de noticias. En general, cada episodio consistía en mencionar el santo del día, entrevistar o dar una noticia, y una pausa publicitaria que corría a cargo de un monete. Con semejantes personajes, la cosa no iba a ir por la vía del sentido común, no. Y es que lo que caracterizaba al Telegato era tanto lo surrealista como el protagonismo de los objetos inanimados. Así, el santoral correspondía a los pañuelos, las tuercas o los teléfonos. Y lo mismo anunciaban una migración de paraguas plegables, que entrevistaban a una cuchara. De hecho, el resto de colaboradores eran una plancha, un teléfono, una escoba, una cuchara y un tenedor. Todos ellos marionetas de goma, y con el añadido de que muchos de ellos tenían acento de un país determinado. Por ejemplo, la cuchara era inglesa, pero el de la escoba nunca alcancé a reconocerlo.

A día de hoy, la serie puede parecer rara, y lo era, sobre todo si se la compara con dibujos de la época como pudieron ser Thundercats o Dragones y Mazmorras. Pero hay que tener en cuenta que también en España se estaban rodando cosas como La bola de Cristal o Planeta Imaginario. Y sobre todo, que uno de los creadores de Telegato era Roland Topor..Sí, el tipo que hizo piezas tan rarunas como Planeta Salvaje, encargado de una producción infantil ¡Dios nos pille confesados!

Un día cualquiera, en el plató del Telegato
Como hay muchísimos personajes, para unos capítulos de tan poca duración, los principales serían los siguientes:



Groucha. Es el gato y presentador estrella del programa. Tiene una pata escayolada que le sirve de trampilla para guardar cosas o sacar el objeto que está de santo. En la siguiente temporada fue sustituído por un conejo, según explican, que tiene enchufe en la cadena. La serie tiraría al absurdo, pero tampoco se cortaban en incluir alguna broma más ácida.

Lola. Avestruz copresentadora del programa. Generalmente se encarga de felicitar a los del santoral.



Pubpub. Un mono de color verde, que se ve a la legua que es alguien disfrazado (eso y las marionetas, parte de la gracia del programa) y se encarga de anunciar los productor Null…que son malos a rabiar.



Los Gluones. Partículas más pequeñas que los átomos, pero mucho más charlatanas. Es de lo que se compone todo, y más de una vez entrevistan al gluón de la tarta, al gluón de la basura o al gluón de la
 espuma.
 

Leguman. Protagonista de una miniserie que emiten en el programa, es un superhéroe vegetal: su cabeza es una calabaza cortada como las de halloween, tiene los brazos de guisante y su aspecto hacía que a muchos críos les diera miedo. A mí me encantaba, y aunque no salía siempre, su parte era la que más me gustaba: siempre se enfrentaba a cosas que intentaban hacer el mal, como una licuadora que atacaba un colmado, una mosca, un horno o un secador.

La realización de la serie estaba entre lo artesano y lo típico de la época: aprovechaban el chroma todo lo posible, y sobre todo, no aparecían personas. Cuando aparecía alguien, estaba completamente disfrazado, y tenía un aspecto falso o absurdo completamente intencionado. Pero lo mejor de la serie son sus marionetas, que aunque tuvieran unos movimientos muy limitados, solo ojos y boca, eran sorprendentes por lo original y expresivo de su aspecto. Todo visto en conjunto, sumándole su forma de tratar las cosas, a ratos absurda, y a ratos sorprendentemente ácida, hace que la serie vista hoy sea una rareza, y viendo de nuevo algunos de los personajes, seguramente los calificarían como “nightmare fuel”. Pero es que los chavales de hoy están poco acostumbrados.

jueves, 14 de junio de 2012

Thomas Ligotti. Fábricas abandonadas, marionetas, y una persistente sensación de mal rollo


El gato inquietante nos vigil...bueno, en realidad no. Solo nos mira con desprecio

De todo el tiempo que he pasado leyendo novelas de terror, he sacado tres conclusiones:

1. Es un género que funciona mejor en relatos, como mucho, libros cortos.

2. Los escritores de hace más de sesenta años suelen ser infinitamente mejores que cualquiera de los actuales. Con alguna que otra excepción

3. Hay cosas por ahí publicadas realmente atroces. Desgraciadamente, desde que tengo ebook, esto lo he comprobado más de lo que me gustaría.

En el caso de Thomas Ligotti, por suerte solo sería cierto lo primero, porque aunque el tipo no se prodigue mucho escribiendo, sus recopilaciones de cuentos que aparecieron entre los ochenta y los noventa, y su novela corta alcanzaron una originalidad, e incluso, una calidad, que no me esperaba. Sobre todo teniendo en cuenta que no es un escritor especialmente conocido, ni le interesa: trabaja con editoriales pequeñas, que suele publicar tiradas muy limitadas o ediciones de lujo con un precio muy poco recomendable. Vamos, que el hombre se forra a costa de los cuatro frikis que lo conocen. Y lo peor es que, si no hubiera sido por Internet, menos gente se dejaría los cuartos en sus libros.


Esto es mala suerte: cuatro fotos suyas que circulan por ahí, y en una de ellas le sale carapán

De Ligotti se saben muy pocos detalles, y él no ayuda: apenas hay fotos suyas, no tiene página oficial, y hasta hace poco, se sospechaba que sería un seudónimo. Seguramente, porque su imagen de escritor recluso, atormentado y aquejado de nosecuantas enfermedades y melancolías que influían en sus textos, parecía demasiado novelesca para ser cierto. Aunque también hay que reconocer que su estilo de escritura no sería el más popular: muchas descripciones, sin pasarse con los adjetivos, y se centra en temas que se repiten en casi todos sus relatos: los paisajes industriales y fábricas abandonadas, comunidades de artistas un poco pretenciosos, ciudades decadentes, y sobre todo, una sorprendente fijación con las marionetas y los muñecos, son a Thomas Ligotti lo que sería Nueva Inglaterra y los Primigenios a Lovecraft.









Y de hecho, el escritor al que más se parece es a H. P. L. (y por lo que se sabe, también le gustan los gatos), además de algún otro de su quinta, como Arthur Machen: además de centrarse en las descripciones más que la acción, los personajes detallados son inexistentes, sino más bien se trata de tipos que empiezan a presenciar cosas francamente raras. Otro punto a favor es que no hay ni una gota de sangre o pasajes escabrosos en lo que escribe, porque aunque cuente con algunas historias bastante perturbadoras, estas van más por el tema de presentar una situación sin sentido, más cercana a una pesadilla, como lo que podría hacer David Lynch, por buscar una comparación. Incluso los miedos del mundo laboral, como podrían ser horas extras interminables, quedarse sin vida propia a causa del trabajo…esto, visto desde una óptica también muy particular y bastante parecida a lo que escribiría Kafka. Su novela My Work Is not Yet Done, es probablemente lo más tradicional que ha sacado, al menos en la redacción. Porque lo que es en el contenido, es bastante original: una historia de terror en una empresa, de la que no queda claro si va de venganzas sobrenaturales, es una vuelta de tuerca al tema de los fantasmas, o si simplemente, es muy rara. Pero además de extensa, a mí me ha gustado más que otras piezas suyas protagonizadas por artistas repunantes.

 

Además de escribir (que al paso que publica, tampoco le quita mucho tiempo), por lo visto es aficionado a la guitarra y hasta sacó un disco con Current 93, en el que medio canta medio recita algunos textos. Las pistas tienen el sonido modificado, no sé si para darle un toque un poco distorsionado, o porque el hombre tiene voz de cascajo, pero el resultado queda bastante bien para tener de fondo leyendo algún cuento suyo.

En España solo se llegó a publicar La fábrica de pesadillas, la versión condensada de una recopilación del mismo nombre que ocupaba el doble e incluía el 80% de lo que había escrito. No sé como andará ahora de disponible, pero en Estados Unidos están igual: las reediciones salen con cuentagotas, a precios prohibitivos…pero si a alguien le interesa leerlo, la gata me ha contado que buscando un poco, en Internet hay varios libros suyos. Yo, de esto último no tengo ni idea, no…

lunes, 11 de junio de 2012

Survival of the Dead (2009). Debería haberse llamado La Isla de los zombies. Y de los humanos atontados


En realidad solo lo hizo para dejemos de salir corriendo y le pongamos la comida de una maldita vez

Lo reconozco: las películas de zombies, en su mayoría, son tirando a malas. A las de los setenta y los ochenta se lo perdono, sobre todo si son italianas, pero en las de los últimos años, prefiero tener una garantía de lo que voy a ver mantiene un mínimo de calidad en cuanto guión o realización, o al menos, que me entretenga. Y hasta hace muy poquito, Romero era el amo en esto de los zombies, sentar bases sobre este tipo de cine, y sobre todo, en hacer unas películas que cumplieran los mínimos. Eso, claro, fue hasta después de Land of the Dead, que debió ser la última buena de su saga de zombies. Porque si Diary of the Dead era una historia un poco tonta, pero que tenía un pase por lo llevadera, con la última de la serie, Survival of the Dead, se ha estrellado cosa mala.


Siguiendo con la idea de la anterior, Survival of The Dead continúa con las primeras semanas de la aparición de los zombies, y sorprendentemente, guarda un poquito de continuidad con esta: los protagonistas son un grupo de soldados que aparecen en un momento de la filmación en Diary of the Dead. Estos han desertado, y deciden buscar un lugar seguro para ir pasando el chaparrón de zombies sin tener muchas bajas. Una de las opciones parece ser una isla que en teoría, han limpiado de muertos vivientes, si no fuera porque uno de sus habitantes cambió de opinión y ha decidido que a estos hay que tenerlos encadenados hasta que aparezca una cura. Lo de tenerlos quietos es relativamente fácil, porque estos, si no hay comida a mano, se limitan a repetir lo que solían hacer en vida. En un principio, un buen punto, porque en Zombie, se planteaba que estos volvían al centro comercial porque inconscientemente, repetían lo que habían hecho cuando estaban vivos. Ay, este hombre, cómo le gusta la crítica social…



Hasta ahí, bien, si no fuera porque el resto es un completo despropósito: los tíos de la isla empiezan una discusión bizantina que en realidad, viene de nosequé rivalidades que había entre dos familias. A uno lo exilian a tierra adentro, y el otro, decide entrenar a los zombies para que coman animales en lugar de personas. Los soldados, antes de ir a la isla, se encuentran un furgón blindado con varios millones, que deciden llevar con ellos..¿Pero qué invento es este? ¿Los Violentos de Kelly con zombies? Podría valer la explicación de que todavía es el principio de la epidemia y no se sabe si podrá controlarse, y el dinero todavía tendría valor. De hecho, en la película sale que todavía hay Internet y la gente sigue subiendo vídeos, pero esto tampoco lo explotan mucho.

 

La parte de la isla es todavía peor: el tipo en cuestión intenta entrenar a los zombies, pero no duda en disparar al primero que se le venga encima. Y a los que no se le vienen, también. Y toda la preocupación por el enfrentamiento entre familias parece sacado de algún drama irlandés (me vino a la cabeza porque los actores hacían un acento raro que no consigo reconocer), pero que está demasiado mal llevado como para que resulte coherente con el resto del guión. Y no sigo, porque de absurdos la isla está llena: un zombie que va a caballo, la hermana gemela de la zombie jinete, duelos zombie…Creo que debió ser a esas alturas cuando me di cuenta que Romero acababa de dejarme la moral y la afición que sentía por su serie, por los suelos.


Ahí donde la ven, sabe montar a caballo y todo. En eso le gana a muchos vivos

Dicen por ahí que esta es un poquito mejor que la anterior, pero a mí me pareció lo contrario: el argumento va deslabazado, lo que pasa no tiene ningún sentido y los personajes no podían ser, o más simples, o más fuera de lugar. No falta la crítica habitual, sobre cómo la gente, o los zombies, repiten una y otra vez los mismos errores, pero después de la hora y media anterior, no tiene arreglo. No se si Romero se atreverá con otra película, pero si es así, tiene un gran desaguisado que arreglar. Y sobre todo, competir con piezas como Zombieland o Pontypool, muchísimo más divertidas que esta.

jueves, 7 de junio de 2012

Black Mirror (2011). La ciencia ficción británica, siempre alegrándonos el día


Como diría Philip K. Dick ¿Especulan los gatos con la escasez de juguetes que pitan?

Aunque el género de ciencia ficción ha sido bastante habitual en la tele, y más desde que los efectos especiales van algo más baratos, el estilo de esta suele ir más por la rama del entretenimiento o historias menos posibles. Que, ojo, tampoco quiere decir nada malo porque Battlestar Galactica y sus cylons estuvieron comiéndole la cabeza al público durante cuatro temporadas, y bastante dio que pensar. En cambio, no ha habido muchas muestras de ciencia ficción más especulativa, o incluso crítica, que siempre se quedó más para la novela y en menor medida, para el cine.

 

En Black Mirror no se cortan, y esta miniserie cuenta con tres episodios, independientes entre sí, mucho más cercanos a las intenciones de Orwell o incluso, a las historietas que aparecían en 2000 AD. Cada uno de ellos presenta una situación un poco inverosímil, que puede ir desde el presente, hasta un futuro cercano, imaginado o no, o tirar por la rama de la tecnología. Pero los tres están muy relacionados con problemas y situaciones reconocibles, y sobre todo, por cómo estos han afectado a
la forma de pensar en los últimos años.


 


Si yo hubiera sido terrorista, pediría cosas lógicas. Como un cargamento de por vida de Cadbury´s con caramelo.

Probablemente el plato fuerte sea el primero, Nacional Anthem, en el que no duda en meterse de lleno en el tema de las redes de información, la opinión pública y lo que esto supone para las figuras políticas o mismamente, a la forma de protestar y las nuevas ramas del terrorismo. El punto de partida lo dice todo: la princesa de Inglaterra es secuestrada y el responsable exige como rescate que el primer ministro cometa un acto de zoofilia que deberá retransmitirse a nivel nacional. Con una propuesta tan exagerada, el episodio describe bastante bien la imposibilidad de parar cualquier tipo de información una vez se filtre a la red, cómo un supuesto problema de estado puede afectar personalmente a una figura pública, y, teniendo en cuenta la situación que plantea, critica el morbo de los propios espectadores y cómo el público deja de percibir a los políticos como figuras con una vida privada, para verlos como algo de lo que hacer mofa. Me imaginaba un desenlace pesimista, pero los guionistas lo superan con creces, y no queda en muy buen lugar ni la familia real, ni el público, ni siquiera el propio gobierno. Y por no dar mas pistas, ni hasta el terrorista en cuestión quedó allá muy contento.

 

Hoy, el mundo es un lugar un poco menos halagüeño gracias a Black Mirror

Los otros dos episodios van un poco más por la ciencia ficción clásica: el segundo describe un futuro no muy agradable, en el que se mezcla el tema del consumo de energía con, una vez más, los medios de comunicación, que son un poco el blanco de los guionistas de Black Mirror. Tampoco es especialmente alegre, pero sí tiene un pelín más de humor negro, con sus ciudadanos teniendo que pedalear para producir energía y ganarse el sustento, y su planteamiento me pareció bastante más reconocible, recordándome un poco a escenarios bastante conocidos, e incluso, a series como El fugitivo (tanto la versión antigua como la nueva de Ian Mckellen).

El último es un episodio más centrado en los dramas de los personajes, y sobre todo, cómo una tecnología un poco extraña, que serían unos chips que graban todo lo que estos ven y oyen, puede afectar a sus vidas. Este, sin tener el atractivo de lo rompedor que fue el primer capítulo, o el escenario más de ciencia ficción del segundo, consigue crear bastante angustia con una idea muy simple: ¿y si la gente pudiera repetir con toda fidelidad sus recuerdos, una y otra vez? Eso sí que es una vuelta de tuerca al concepto de “rayarse”. De la realización, como puede esperarse en una serie tan cortita, no hay queja: no es que haya gran cantidad de efectos especiales, pero mantiene un aspecto formal, más de película, que me recordó un poco al Sherlock de Steve Moffat.

En conjunto, Black Mirror ha hecho honor a su nombre: todos los escenarios que aparecen en esta serie pueden reconocerse, pero desde una forma de ver el mundo mucho más pesimista y oscura con todo, desde la evolución de la tecnología hasta el desarrollo de las personas, y aunque sea su primer episodio el que se lleva la palma en cuanto a propuesta chocante, el resto también mantienen un interés bastante alto.

sábado, 2 de junio de 2012

Las Cosillas de Choque de Reyes. O de Juego de Tronos Temporada 2.



Gatos tuneados con dodotis. Lo más efectivo cuando no tienes vidriagón a mano

Como me resulta bastante cansino hacer reseñas por cada episodio de una serie, y sobre todo, cuando es preferible verla en conjunto, como es el caso de Juego de Tronos, he preferido esperar a que terminara por este año y hablar sobre las cosas que más me han gustado o divertido. Además, es una buena excusa para subir una entrada y de paso, ponerle un gato a una serie de libros que hasta hace poco, se ha caracterizado por una importante ausencia de mininos, al menos en mi opinión. He evitado los spoilers que pude, pero en otros no, que tampoco he sido nunca muy talibán de los secretos y los giros de guión.


Reconozcámoslo: era un chascarrillo demasiado bueno para no incluirlo

Me cae bien Sansa, ¿es grave, doctor? La niña mayor de los Stark no es precisamente la favorita de los fans, y en los libros, tampoco la mía. Y es que es muy difícil ganarse la simpatía de un lector cuando en el primer tomo cometes una gran metedura de pata (ejem. Referencia antispoilers. Por si queda algún despistao), además de muchas otras. Pero una cosa es el papel, y otra el rodaje, y desde luego, la Sansa de la serie aparece como un personaje igual de desvalido, pero más inteligente de lo que esperábamos. Algunas frases, llenas de doble sentido, recordaron que lo que había aprendido en los libros no había caído en saco roto, sobre todo lo de la cortesía y la armadura de una dama. Algunas de las quejas llegaron por la falta de trato entre este personaje y Sandor Clegane, pero en mi opinión, quedó bastante bien resuelto: hay cierta simpatía entre ambos, pero nada más, y para qué engañarse, tampoco es algo que suponga un desbarajuste del argumento principal. De todas formas, el Perro me caía bastante bien, y más cosica nos dará cuando la pobre vuelva a encontrarse con Petyr Baelish.


Fotograma de un capítulo no apto para diabéticos

Shae. La Pretty Woman de Poniente.
Otra diferencia con el libro que también me ha caído bastante simpática. Las apariciones de Shae, la prostituta de Tyrion Lannister, estaban contadas en el libro y más allá de hacer su trabajo, o de camuflarse como doncella de Sansa Stark, no tenía un carácter muy interesante. Los guionistas decidieron darle un poco más de vidilla haciendo que tenga mucha más empatía con Sansa, llegando a preocuparse por ella, e incluso dar la impresión de tener algo más que una relación laboral con Tyrion (me estoy quedando sin metáforas ¡¡socorro!!). Este personaje a pasado de darme bastante igual parecerme más sólido, e incluso caerme simpático. Y si los guionistas son fieles a lo que pasa en el siguiente libro, se me va a caer el alma a los pies cuando llegue su momento. De hecho, han optado por lo mismo con Bronn, el mercenario, y de un personaje secundario han conseguido que tenga bastante feeling con Tyrion.


La interfecta, preguntándose si tendrá derecho a baja laboral

Ros. De señorita estrella a recibir más palos que una estera. Eh, no podía hacer una entrada sobre Juego de Tronos sin mencionar al personaje favorito de algún productor: Ros. Aunque en esta temporada, sus apariciones se han espaciado un poco más, lo más sorprendente ha sido la cantidad de malas situaciones en las que han metido al personaje: unos cuantos palos por parte de Joffrey Baratheon, y algunas amenazas por parte de Meñique. Una cosa es que a los seguidores no nos guste que aparezca una vez por capítulo, y que llegado cierto punto, nos lo tomemos a broma ¡pero tampoco queremos que le sacudan el polvo de esa forma!


Una vez más: demasiado bueno para quedarse fuera

¿Y aquellos dragoncitos tan monos? Juego de Tronos es esa interesante saga cuyo final de primera temporada empezaba con el nacimiento de tres dragones que en el futuro sembrarán el pánico…. Pero de momento, se nota que los recién nacidos necesitan mucho descanso, porque se han pasado toda la santa temporada metidos en un cesto. Y cuando no están en un cesto, van y los roban: el caso es que la infografía, o cuesta cara, o sale muy cutre, por lo que hay que ir ahorrando cuando los dragones hagan verdadera falta para la trama.



Aguasnegras, tras su primer intento de celebrar unas Fallas

La batalla de Aguasnegras. Muérete de envidia, Abismo de Helm. Definitivamente, si hay un motivo por el que no haga demasiada mofa de la falta de dragones es porque el dinero lo ahorraron para bien. Las secuencias de la batalla fueron impresionantes para lo que me esperaba ver en televisión, desde el fuego valyrio hasta las palabras de Tyrion para animar a los soldados que quedan. Si querían que la segunda temporada se cerrara con un colofón final memorable, lo han conseguido. Y con el éxito que ha visto y un poco de suerte, veremos las siete u ocho temporadas que corresponden, pero eso, como decía Pazuzu: a su debido tiempo.

Lecturas del mes I. Esta vez, un poco de todo


Esta semana vuelvo a los libros de siempre.O, más bien, a mezclar un poco de todo y para más sorpresas, sin libros de terror a la vista. Creo que estoy confusa...


Portada. Con foto de la autora. Igual que en Les petits cailloux. Los de Livre de Poche no se esfuerzan

Faiza Guène. Kiffe Kiffe Demain. Se trata de una novela muy cortita de esas que hoy llaman “slice of life”. Vamos, que cuentan parte de la vida de un personaje en un momento determinado, y lo que pasa en ese espacio de tiempo. En este caso, es la vida de una chica de quince años, aficionada a la tv, y un poco de vuelta de todo después de que su padre la abandonara a ella y a su madre por otra mujer. La protagonista cuenta de una forma bastante ácida y desenfadada, o más, bien, resabiada (como solo puede serlo un crío de quince años) su vida y la de la gente que la rodea, en especial la del chico que no le cae muy bien y, como era de esperar, acaba enamorándose de ella. Tiene un estilo muy directo, sin florituras y con bastantes expresiones típicas del argot francés, y una de las cosas más reseñables a su favor es que es una lectura muy rápida, porque a mí la protagonista no me ha despertado mucha simpatía (más bien al contrario). Y cuando en un libro de este tipo no te cae bien el personaje principal, algo falla. También tiene algunos detalles que no han envejecido bien desde el 2004, como las referencias al sistema de asistencia social del que la protagonista vive descaradamente, y todavía presume porque se lo paga el Estado. Estamos en crisis y cosillas como esas han perdido su gracia hace ya algunos años.


Silueta de superheroína y perro de fondo. Qué hipster y moderno...

Laura Fernández. Wendolin Kramer. Una novela que intenta ser cómica, se queda en absurda, y sobre todo, en desordenada. La protagonista, convencida de ser una superheroína, decide montar una agencia de detectives en su cuarto, lo que la llevará a conocer al resto de personajes: un dependiente de tienda de comics bastante tópico, una bibliotecaria, un detective metido a gigoló, y finalmente, toda una miniconspiración sobre una escritora de novelas románticas y su club de fans. La principal gracia consiste en trabajar con personajes de esos que ven la vida como ellos quieren, y no como realmente es. Y aunque esto se ganaría mi simpatía, el punto de locura excesivo que tienen todos ellos, y lo atropellado de las situaciones, hace que resulte un despropósito. El estilo tampoco ayuda: pretende ser dinámico y moderno, pero se queda en pobre, limitándose a ir contando unos cuantos chascarrillos y rarezas, y si en una contraportada puede tener gracia que un personaje “se dedique a venderle muebles por catálogo a su perro”, cuando eso es parte de la caracterización de este (bastante pobre por otro lado. Salvo para recordar que todos están muy pasados), en la novela no lo tiene tanto. Por lo demás, muchos nombres raros, referencias a Barcelona, al mundo editorial y poco más para una libro que no pasa de intentar ser modernillo.



Odio cuando la portada de los libros es el poster de la pel...eh, ¡un momento! ¡¡es Christopher Eccleston!!

Susan Cooper. The Dark is rising. Segunda novela en una saga de fantasía para niños (que hay muchas y buenas, más allá de Narnia y Harry Potter) en la que el protagonista descubre que es uno de los Antiguos, una especie de personajes con poderes y la capacidad de viajar en el tiempo, esto último, después de haber visto varios libros y películas, debe ser como un deporte nacional en Gran Bretaña. Además de magias, hay un enfrentamiento entre Luz y oscuridad, representados respectivamente por los Antiguos y un Jinete, y en medio, la búsqueda del protagonista de siete objetos…Vamos, que nada es nuevo, y además la saga ya tiene sus años, porque es de los setenta. Lo más interesante es la cantidad de elementos que la autora toma de las tradiciones populares y las leyendas, como el tema básico de la Luz y la Oscuridad, representada por un invierno perpetuo, la magia basada en los objetos personales o que representen a determinadas personas, Herne el Cazador o la aparición de la Cacería Salvaje. Incluso el protagonista es el séptimo hijo de un séptimo hijo, lo que tradicionalmente se le supone algo especial.
El principal fallo que pueda tener el libro es más bien cosa mía, porque no leí el primero, y a diferencia de otros, como los de Narnia, en los que es fácil irse enterando de quien es quien, o cómo son los personajes, hace que me resultara un poco difícil entender algunas situaciones o la intención de la trama principal, que seguramente se estableció en el primer libro. Pese a que la serie tenga varios años, se le intentó dar movimiento, sin mucho éxito, en el 2007, con la película del mismo nombre que, aunque digan que es flojita, a mí me hizo mucha gracia: salía Christopher Eccleston haciendo de Señor de la Oscuridad. Por lo demás, y al margen de mi despiste con el orden de los libros, me ha dejado buen sabor de boca y seguramente siga con los siguientes. En realidad, con el primero, antes de nada.

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