Series de tv, libros, cine...y una constante presencia gatuna

viernes, 27 de agosto de 2010

El club de los monstruos (1980)



Todos los sábados que puedo, intento ver alguna película. No es que seleccione nada en concreto: ni cine clásico, ni arte y ensayo, ni nada que pase a la historia. Lo mismo puedo pasarme la tarde viendo Distrito 9, que una peli británica rara que no conoce ni su padre (vease Malice in Wonderland o Tuesday) o alguna más propia de la sesión de tarde de toda la vida...Y estas son las que suelo acabar viendo. En el fondo, porque soy una nostálgica y echo de menos ver Golpe en la pequeña China después de los dibujos de TVE1. Porque ahora tengo Internet y reproductor de mp3, que sino me volvía a los ochenta pero ya.

Esta vez le tocó a la ochenterada correspondiente: una película sobre historias cortas en la que aparecen Vincent Price y John Carradine, El club de los monstruos.
La estructura de episodios era bastante común en muchas productoras británicas, que hacían películas de bajo presupuesto en la que una historia principal enmarcaba a otras que distintos personajes iban contando. Vamos, un poco como el 3x1 del Carrefour, pero filmado. El argumento que servía para enlazar los relatos era de lo más variado, pero es en El club de los monstruos la posibilidad original: en agradecimiento por haberle chupado la sangre, el vampiro Erasmus (Vincent Price), le ofrece al escritor R. Chetwynd-Hayes (un escritor de cuentos de terror, interpretado por Carradine) la posibilidad de conocer un club donde se reúnen todos los monstruos para tomar algo, escuchar grupos y bailar.



Sí, han leído bien: los monstruos tienen un club-discoteca. Si la idea fuera más ochentera, llevaría el pelo cardado y le habría votado a Reagan en las elecciones. La principal gracia es que todos los monstruos que aparecen echándose un baile o tomando una copa son, en la mayoría de los casos, tíos con una careta o con un trapo encima de la cabeza, lo que hace que la película tenga un encanto cutre, pero muy cutre…De esas cosas que se recuerdan haber visto siendo muy niño y que hacen preguntarse “¿por qué demonios tengo esto grabado en la cabeza?”.

Las historias que van contando entre copa y copa de sangre son un poco menos cantosas en cuanto a la falta de efectos, principalmente porque van saliendo del paso a base de no mostrar más que un vampiro (que no necesita más que un ataúd y un traje de corbata) o decir que los necrófagos son unos tipos que viven en un pueblo abandonado y que van con ropa muy gastada: el típico caso de suplir la falta de medios con bastante imaginación. En todo caso, los tres relatos que componen la película hablan de lo siguiente:




Y tiene un silbido mortífero

- Un mestizo de vampiro, hombre lobo y necrófago, cuyo poder es un silbido mortal (sí, los monstruos pueden cruzarse, como nos indica Vincent Price. Y no es tan raro porque en True Blood llevan tres temporadas con eso), se venga de la femme fatale que queria quedarse con su fortuna.

Un vampiro, su mujer y su hijo engañan a un cazavampiros profesional.

Un productor de cine llega a un pueblo habitado por necrófagos e intenta escapar. Esta y última es la mejor, porque el tema del forastero llegando al pueblo maldito, y la historia de cómo aparecieron los necrófagos (contada mediante ilustraciones), me recordó mucho a las historias clásicas.



¿Que no hay dinero para hacer necrófagos? Pues contratamos a un dibujante

Y mención especial para el número musical en el que, gracias a un fundido en negro y cambio de fotograma, una stripper va quitandose hasta los huesos mientras suena una banda marchosa.



El club de los monstruos no es una película que recomendaría para un fanático de los últimos estrenos, de los efectos digitales y el 3d, pero sí para cualquier nostálgico de la sesión de tarde, de las películas de la Amicus y especialmente, de ese pedazo de monstruo que era Vincent Price.

lunes, 23 de agosto de 2010

El día en que los gaticos tomaron el control

Hoy voy a hablar de gatos. Esto es algo que llevo haciendo desde el principio del blog, en mayor o menor medida, pero esta vez he decidido dedicarles una entrada a ellos solos. O, bueno, en concreto, a mis gatos, porque los gaticos en general también tuvieron su correspondiente dedicatoria.

Como decía Jane Austen, es una verdad mundialmente reconocida que una persona, poseedora de una casa, necesita tener un gato. Ehm, creo que en realidad no era esa, sino que decía algo de los zombies (o tal vez no ¿me estaré confundiendo otra vez de novela?), pero se aproxima bastante a la importancia que tienen los felinos.


¡Yo no le acostumbré a beber, en serio!

Hasta el momento, he tenido tres gatos, con mayor o menor fortuna. El primero, Tigre, hacía honor a su nombre y era una máquina de destrozar cosas en movimiento o que tuvieran el más mínimo interés, desde rollos de papel higiénico a tobillos humanos. Cuando llegó con pocas semanas estaba hecho un ecce homo, o en su caso, un ecce feles: tenía más lombrices que estómago y una cantidad de pulgas que sobrepasaban el tamaño del gato. A pesar de todo, sobrevivió, seguramente impulsado por las tres cosas que más le gustaban en el mundo: las latas de comida, encontrar el sitio más cómodo de la casa y destrozar todo lo que no fuera comida ni pudiera comérselo. Su vida transcurrió con esa filosofía tan sencilla hasta que le llegó la hora, y es que con 16 años de vida gatuna poco más se puede pedir.


Todo cabeza

Unos meses después acabé acogiendo a otro refugiado felino: una criatura minúscula, a la que habían encontrado abandonada por su madre, y que por su tamaño y su expresión desvalida le llamé Peluche. En realidad me hubiera gustado ponerle algo con más garra, en plan Trífido, Tyrion, Gene Hunt o Cthulhu, pero cuando la mascota en cuestión no llega al cuarto de kilo y no le interesa otra cosa que dormir, ese tipo de nombres no le quedan muy allá. Peluche no tuvo tanta suerte, y las noches que había estado fuera hicieron mella en su salud, no duró más de dos semanas.




En sus ratos libres se saca unas pelas haciendo de alfombra de oso

Tras esto último, me había decidido a no tener más gatos, hasta que Hewl me avisó que su gata (un cruce entre Godzilla y siamés) había sido madre..Volví a caer en la trampa y en un mes ya tenía en casa a un gatico negro, que nada más verme me miró con cara de “¿Eres mi nuevo esclavo humano?” y se dedico a perseguir una pelota que había por ahí. De momento no hace otra cosa que dormir y perseguir o atacar cosas, léase ratones de peluche o pelotas, lo que agradezco, porque desde hace unos días, ha decidido que subirse al teclado del ordenador es lo más divertido que puede hacer, después de dormir. De hecho, ha conseguido teclear grandes frases como “kkkkfj``ñññ….” Y “ AAADSDFbbbbbb-------,,”, que resumen bastante bien su forma de ver la vida. Si alguien quiere dirigirse a él, se llama Dalek, nombre que le va muy bien por su actitud mandona y un tanto destroyer. Y al igual que su homónimo en el Doctor Who, también tiene su punto entrañable.

jueves, 19 de agosto de 2010

Lecturas del mes o Cómo encontrar libros raros y muy viejos



Él también lo haría si pudiera

Estos días me ha sido mucho más difícil escribir ninguna entrada. No por el calor ni por vacaciones (¿qué es eso? ¿se comen?), sino por el gato. Mi sofá parecía demasiado vacío sin una bola peluda disputándoselo, cosa que se solucionó con la aparición de un gatico bautizado como Dalek. Nombre que, vista su afición por conquistar y dominar todo lo que se le ponga por delante, le va que ni pintado. Su descubrimiento más reciente es subirse a la mesa y empezar a pasear por el teclado. El que esta entrada no incluya un párrafo diciendo "kkkjsaljffddddddll...." se debe a que en el último momento decidió irse a dormir la siesta a otra parte.
Permiso del gato mediante, voy a repasar los últimos libros que he terminado. Y es que desde que se acabó IT Crowd, Steve Moffat fue a descansar después de Sherlock y todavía no he avanzado lo suficiente con la versión vieja de Galactica como para contar nada, lo más fácil es leer mucho.

Michael Moorcock. Libros de Elric variados. Terminé (por segunda vez) la saga del antihéroe por excelencia, unos ocho libros de los que en mi opinión, los mejores son seis. Estos mejoran cuanto más avanzan hasta el último libro, Portadora de Tormentas, que para más inri, fue el primero que se escribió (Este Michael Moorock también es un poquito caótico). Mi favorito sigue siendo este último, una historia llena de idas y de venidas en las que a cada personaje es más raro y cada país más extraño...El final es bastante acorde con lo que ha sido la historia del personaje, que, curiosamente, siempre me pareció un poco gilipuertas y quien mejor me caía eran los secundarios, pero la forma de narrar, tan alejada de la fantasía épica tradicional, acabó por engancharme.



No he podido encontrar portada del libro. En su lugar, regocíjense con este bonito Panzer


Vincent Buchanan. Aventuras de un espía. Hubo un tiempo que era muy aficionada a las librerías de segunda mano y todavía conservo bastantes (obviamente, todos esos ejemplares de Historias para No Dormir no iban a venirse solos a casa). El no haberme muerto de silicosis de tanto rebuscar entre cajas polvorientas ya es un misterio, pero es algo que todavía suelo hacer de vez en cuando. El librito este es una novela de espías un tanto humorística editada por Ágora en España, y cuyo título en inglés es A General Speaks. Es la típica novela de la época, acerca de infiltraciones de dobles, conflictos en el ejército alemán contra los nazis...supuestamente, contado con un tono un poco humorístico, pero que yo no le encontré mucho. De todas formas, es una curiosidad que no abulta.



Jean de Kerleq. Urfa, l´homme des profondeurs. Finalmente leí el misterioso librito francés (también sacado de una librería de viejo), y como sucedía en aquellos tiempos, la portada no engaña: el tal Urfa se trata de una criatura medio pez con pinzas de marisco en vez de brazos, y es encontrado por los protagonistas del libro durante una noche de tormenta. Como se trata de una novela juvenil, es más bien de aventuras y viajes en busca de los orígenes del bicho este y de un explorador desaparecido, muy en la línea de Julio Verne. Leerlo tiene su gracia por esa forma de describir África como un continente misterioso y lleno de lugares desconocidos, más o menos, igual que la Antártida de H. P. Lovecraft.

Y esto es todo lo que puedo terminar a la velocidad que leo, al menos, si Dalek no decide que la Pila de Libros será su próximo desayuno.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Torchwood, Lost in Austen...la semana de las miniseries

Esta semana la he dedicado a terminar la miniserie de Sherlock y a sacar adelante otras que tenía en el ordenador, porque irse de vacaciones es de perdedores. O de quienes pueden permitírselas. Sob.



Hala, os habéis quedao todos sin camiseta

En fin, de poco sirve lamentarse y al menos, Sherlock ha terminado su temporada con su protagonista resolviendo la friolera de cinco casos, un cliffhanger que mete miedo y un Moriarty más rarito de lo que me hubiera esperado. Lo que me recuerda al concurso de la semana anterior: ninguna de las opciones resultó la correcta: Andrew Scott salió en Salvar al soldado Ryan pero no en más series, por lo que el fallo del jurado declara fracaso absoluto. Bueno, creo que había salido en una versión del 2005 de The Quatermass Experiment, pero no la he visto.



Rebuscando en una pila de dvds encontré Lost in Austen, una miniserie del 2008 en la que una chica acaba sustituyendo a Lizzie Bennett en el Orgullo y Prejuicio de Jane Austen, y trayendo de cabeza a más de un personaje. El argumento es pura fantasía para Mary Sues...y de hecho, se nota que los guionistas conocen del tema (tanto de Austen como del fandom y el marisueismo), porque muchas partes de la historia se dedican a hacer mofa del concepto, con la protagonista viviendo situaciones bastante embarazosas sin que nadie se plantee "esta muchacha es un poco rara", o haciendo referencia a las portadas de las novelas románticas con cachas al pecho descubierto. Pese a los intentos de su protagonista por dejar la novela tal y como estaba, muchos de los personajes acaban haciendo cosas bastante distintas de lo que les correspondía, y empiezo a pensar si los guionistas no tendrían ganas de arreglar la novela como a ellos les hubiera gustado, un poco como El caso Jane Eyre de Jasper Fforde. Además, se incluyen algunos cambios en los carácteres de los personajes, muy en plan "los preferidos del guionista": Collins pasa de ser un aburrido a un tipo bastante grimoso, Wickham un pícaro de buen corazón y Charlotte Lucas se marcha para no volver jamás. Es bastante divertida, aunque yo siempre fui más de Cumbres Borrascosas (en cuyo caso la protagonista tendría que haberles dado ansiolíticos a todos sus personajes).



Gwen Cooper no se regenerará, pero le deben salir unas tiradas de suerte increíbles


Después de un año criando polvo (o lo que ensucie los bytes) en el disco duro, me decidí a ver Children of Earth, la tercera temporada de Torchwood de la que todo el mundo hablaba maravillas. Torchwood siempre ha sido una serie con mucha suerte: nació como el spin off "adulto" (sí, como si los adultos vieran series de marcianos. Ejem) del Doctor Who y tuvo una primera temporada horrible en la que nada tenía sentido: no es que los personajes no tuvieran carisma, es que eran directamente odiosos (Owen) o se esforzaban por portarse como gilipollas (Gwen), y dejó al mundo momentos tan horribles como la Cyberwoman, antigua novia de Ianto Jones, o una retahila de momentos gayer/bi que no venían a cuento. Ah, y un capitán Jack aficionado a pelo, a lana, escamas y todo lo que se le ponga por delante.



Mama, Chicho me toca...


La serie tuvo un inexplicable éxito que le permitió una segunda temporada un poco más centrada, con los personajes más pulidos, unas tramas un poco más trabajadas y menos estúpidas, y con un final explosivo (literalmente) en el que liquida a dos de los personajes menos queridos.
En Children of Earth, Russell T. Davies decidió seguir haciendo lo que le diera la gana y ofreció la mejor temporada hasta la fecha de Torchwood y una de las mejores miniseries del 2009. El truco consistió en arriesgar todo: ningún personaje está a salvo de los tiros, los alienígenas y las conspiraciones, ni siquiera la propia organización. El motivo del peligro que corren es el regreso de los 456, una raza de alienígenas que hace 45 años reclamaron una docena de niños a cambio de una vacuna. Ahora han vuelto, y los muy cabritos piden el 10% de niños de la tierra, y sin nada a cambio (o, bueno sí: si se los dan, no la convierten en basura cósmica). Jack Harkness fue quien se encargó de la primera entrega, y el gobierno quiere eliminar a cualquier testigo de aquel acuerdo. Durante los episodios se van desvelando los enigmas: por qué quieren hacer desaparecer a Torchwood y a su jefe, y especialmente, para qué querían a los niños, en un giro que solo puedo describir como estremecedor. Pero no diré cual es, porque es demasiado horrendo y este es un blog para todos los públicos...o, bueno, en realidad, solo lo hago por el bien de quien no la haya visto. Lo que sí puedo mostrar es una foto en primicia de los alienígenas, que en ese fotograma de neblinas parecen los hermanos pequeños de un engendro lovecraftiano cualquiera.



Hala, ya están aquí los primigenios y yo con estos pelos (-2 de Cordura)


Lo bueno de este tipo de producciones es que suelen manejar un argumento que no tienen pensado alargar más episodios, pero que sería demasiado largo para el cine, y sobre todo, que se ver relativamente rápido y sin problemas de continuidad. Lo que me deja tiempo libre para seguir rebuscando por la tarrina de los dvds en busca de cosas grabadas y olvidadas. Seguramente alguien se haya dado cuenta de un detalle muy importante: no había foto de gatos al principio, lo que solucionaré ahora mismo: Ninguna entrada sin gatico.



Qué bien viven, los sinvergüenzas.

viernes, 6 de agosto de 2010

Sherlock: la nueva genialidad de Moffat



Holmes y Watson corren para avisar al 061 (a su guionista le dio un infarto por exceso de trabajo)

Hace un par de semanas se estrenó el Sherlock Holmes de Steve Moffat, que aprovecha las vacaciones del doctor Who para dedicarse a otros proyectos. El éxito ha sido aplastante a nivel británico y los resultados fuera de la isla, tampoco han sido malos.
El personaje de Sherlock Holmes es todavía lo bastante famoso como para despertar interés, aunque también bastante dado a que cualquier intento de modernizarlo sea criticado. Solo hay que ver la versión de Guy Ritchie, especialmente, las quejas en cuanto salió el primer trailer. No sé como habrá sido la reacción en este caso, pero por mi parte, Moffat ha vuelto a cumplir.



Preveo un nuevo ídolo de geeks. Fangirls rejoice!!

De Holmes y Watson sabemos que el primero es un genio de la deducción y el segundo, un antiguo médico militar que relata los casos resueltos por el detective. Como actualmente seguimos siendo igual de burros, salvo que ahora tenemos Internet, Watson es un veterano de Afganistán que sufre estrés postraumático y tiene un blog en el que apenas escribe (igual que Hewl en esta temporada. Pero él es incapaz de hacer daño a nadie más alto que él), hasta que conoce a Sherlock Holmes, un tipo muy raro, con una inteligencia sorprendente, cuyo objetivo en esta vida es resolver casos para evitar el aburrimiento. La principal diferencia con su versión victoriana es la excentricidad más evidente del personaje, el cambiar la pipa por los parches de nicotina (además de ciertas referencias a su afición por la farlopa y similares) y el reconocerlo abiertamente como un sociópata al que la policía le da casos para que se entretenga y no le de por empezar a hacer el mal. Por el momento, Moriarty no ha aparecido, aunque todas las pistas indican que también se ha adaptado al cambio de siglo y cambiado las matemáticas por la informática. Incluso se permiten tomarse a broma el canon de las historias, cuando en más de una ocasión comentan que nadie tiene un archinémesis. Como era de esperar, desaparecen los gorros de caza y las pipas y los bastones, aunque si hay algo intocable es el aspecto de Holmes: mucho menos reconocible en cuanto a ropa, pero respetando su figura espigada y un tanto rara, con un actor que me recuerda a Matt Smith pero sin cabezón.



¡¡Tiene pinta de inglés antiguo!!

En el primer episodio, Study in Pink, importa más la presentación de los personajes y los detalles de cada uno que el misterio de turno, que aunque lleno de pistas y con una resolución adecuada, sirve para ir presentando a cada personaje, desde los habituales hasta los más ocasionales (genio del mal en la sombra incluído): durante la primera mitad van apareciendo los elementos comunes a los libros: la Sra Hudson, el piso de Baker Street, el loco de Holmes y Watson, e incluso un cameo de Mark Gatiss haciendo de un Mycroft, mucho más delgado que el original pero igual de repunante y marisabidillo, pero no por ello menos gracioso.

Con los personajes presentados, The blind Banker se mete de lleno en el argumento y el misterio correspondiente, consiguiendo lo que no me esperaba: actualizar un tema tan políticamente incorrecto como el “peligro amarillo” mediante una trama de sindicatos del crimen, asesinos y artistas marciales, sin que resulte anacrónico ni paródico, no-aparición final de Moriarty como cerebro en la sombra incluída.

La vuelta a la tele de Sherlock Holmes ha sido otro acierto para Moffat, aunque se le vaya la salud en ello, y puede decirse que han saltado la encarnación de Basil Rathbone y los dibujos de Sidney Paget para adaptarse al público sin perder la idea inicial. Como en las series británicas siempre están saliendo los mismos actores, he decidido proponer un concurso: acierte quien va a aparecer de Moriarty y gane la fabulosa camiseta de Alan Ball:

a) John Simm, porque ya hizo de megalómano psicótico.
b) David Tennant, porque su doctor tenía bastante pinta de geek.
c) Chris O´Dowd, que lleva varios años interpretando a un informático.
d) Philip Glenister, porque queremos ver a Gene Hunt haciendo de malo.
e) Ninguno de los anteriores, pero fijo que habrá salido en alguna serie de los últimos cinco años.

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